Capítulo 33: Por tu camiseta

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"Siempre tuyo, Pablo Solari", leí con lágrimas en los ojos. Cuando alcé la mirada él ya se estaba despidiendo de mí con su saludo de soldadito. Yo le sonreí, él había sabido ponerle fin a nuestra historia de la forma más bonita, y ahora los dos podíamos seguir con nuestras vidas, en paz.

Como si fuese un juego del destino, bastó con que Gil volviera a mi lado para que el Pibe se retirara tranquilo. Uno por el otro, no había espacio para los dos en esta cancha.

- Hey, ¿qué pasa? - me secó las lágrimas con la manga de su polerón - ¿por qué siempre que nos vemos en el estadio terminas llorando?

Eso me hizo reír, tenía razón.

- Creo que soy alérgica al pasto - mentí.

Él me obligó a darme vuelta y tomó mi cara entre sus manos.

- ¿Harías un último esfuerzo por mí? - me pidió - Todavía te debo algo.

- ¿Qué cosa? - me eché para atrás, con intriga.

- El día que nos conocimos - me contó - te topaste conmigo porque querías una foto con Christiane Endler, ¿te acordás? Y yo de boludo me crucé porque pensé que querías la foto conmigo. Todavía te debo esa foto.

Me dio pena que todavía se sintiera culpable por una tontera.

- No, no, no es necesario. Si era un capricho de cabra chica nomás, una locura de cuarto medio. No quiero que pienses que me debes nada.

Él dio un paso hacia mí para quedar un poquito más cerca.

- Quiero hacerlo.

Sentí sus manos sosteniendo las mías, no recordaba lo que era tenerlo de cerca. Miré sus pecas, como estrellitas repartidas por toda su cara. Su pelo colorín, bien cortito a los lados, "flaite" como dijo mi mamá cuando el Santi le copió el corte. Sus ojos oscuros y esas pequeñas arrugas debajo de ellos que se le marcaban más cuando sonreía. Más de una vez había escuchado a mis compañeras decir que no era mino porque ya estaba viejo. Ahora me parecía lo más absurdo del mundo, el Leo era lindo. Sin pensarlo mucho, usé una de mis manos para recorrer sus facciones y hacerle cariño en el pelo. Él la sostuvo junto a su mejilla para que no me apartara de él.

- Voy a reparar todo el daño que hice - prometió con voz ronca.

- Te creo - le respondí en un susurro.

Guié su mano libre hasta mi cintura para que me abrazara. Me paré de puntitas para poder darle un beso en los labios, pero él me detuvo y terminó dándomelo en la mejilla.

- No tenemos prisa - me dijo al oído - sé que han sido días duros para ti.

Tomé aire y agradecí su reacción. Cualquier otro chico hubiera agarrado vuelo y ahora estaríamos comiéndonos sin pensar en el futuro. El colorín quería que me sintiera segura.

- Prometo llevarte al próximo partido de la selección chilena. Haré lo que sea para que tengas tu foto, te lo aseguro.

No quería presionarlo. Yo lo había intentado tantas veces y acercarme a la Tiane era algo imposible, ¿qué podría hacer él que yo no lo hubiera hecho ya?

- ¿Sabes? - le dije cuando me fue a dejar al terminal - lo de la foto es demasiado. Además puede salir medio borrosa o no sé qué, mejor quiero una camiseta firmada.

Él se rió.

- ¿Como la de tu hermano?

- Sí - respondí, sabiendo que era una pregunta de doble sentido - parecido.

...

La camiseta se deslizó sobre mi piel. Me la puse con cuidado, la había tenido guardada durante meses en el empaque original esperando la oportunidad de poder usarla.

De la misma hinchada (Leonardo Gil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora