BLACK BLOOD | Jon Snow

66 | ENCENDER LAS PIRAS

Jon Snow sostuvo a Alayna Oscura por lo que pareció una eternidad, pero en realidad fue solo cuestión de minutos. Sus lágrimas se habían agotado, y todo lo que podía hacer era tratar de controlar su respiración. Sabía que necesitaba levantarse; para asegurarse de que sus amigos y familiares estuvieran a salvo, pero quiso abrazarla por un momento más.

Podría haber jurado que la sintió calentarse, sintió que su pecho comenzaba a subir y bajar lentamente, y por un segundo pensó que estaba soñando. Entonces, con la frente apoyada en su pelo, sintió una mano rozar su mejilla y se sobresaltó tanto que quienquiera que lo había tocado dejó escapar un—: ¡Dioses, no hagas eso!

Jon miró a los ojos de su esposa, brillando con vida y mirándolo con una expresión de amor tan devastadora que Jon sintió que se le llenaban los ojos de más lágrimas de las que pensaba que tenía para dar.

—¿Alayna? —susurró Jon, acunando su rostro con una mano—. ¿Estoy soñando?

—Si lo estuvieras, sería un sueño de mierda —dijo Alayna, sonriéndole.

Jon dejó escapar un sollozo ahogado de alivio y tiró de su cuerpo increíblemente más cerca del suyo, abrazándola contra él mientras ella se reía.

—Está bien, está bien, no me vuelvas a matar.

Soltándola, Jon la ayudó a sentarse y asumir una posición más cómoda antes de preguntar—: ¿Cómo?

—Tuve una elección —respondió Alayna, con una pequeña sonrisa en su rostro—. Creo que elegí sabiamente.

—Pensé que te había perdido —dijo Jon—. Dioses, no vuelvas a hacer eso.

—Ahora sabes cómo me sentí cuando te perdí —respondió Alayna, colocando su mano en la mejilla de Jon.

—Sí —dijo Jon, sonriendo a pesar de sus lágrimas—. Dioses, te amo.

—Yo también te amo —respondió Alayna.

Jon se inclinó hacia adelante y la besó en la frente, capturando sus labios con los suyos. Por un momento, dudó, preguntándose cuándo despertaría, pero cuando la mano de Alayna se posó en su nuca, se dio cuenta de que no era producto de su afligida imaginación.

Su mano se posó sobre su cadera, y cuando ella jadeó y se apartó, Jon pensó que la había lastimado. Sin embargo, cuando miró hacia abajo, siguiendo los ojos de Alayna hacia donde debería estar la herida, todo lo que encontró fue piel con cicatrices, la herida en sí parecía tener años.

Con sorpresa, Alayna luchó por quitarse la armadura del pecho, pero cuando rasgó el agujero ya presente en su camisa donde la propia espada de Jon había perforado su piel, no encontró nada más que una cicatriz.

—¿Cómo? —preguntó Jon.

Alayna miró hacia el árbol Arciano—. Magia Antigua —luego apoyó la mano sobre el pecho de Jon, justo encima de su propia cicatriz fatal—. Estamos iguales.

—No creo que eso sea algo por lo que estar feliz —respondió Jon.

Alayna se rió—. No, supongo que tienes razón.

Jon besó su frente—. Te amo.

No podía dejar de decirlo. No quería dejar de decirle cuánto la amaba, porque la había perdido una vez y no quería volver a estar en esa posición nunca más.

—Yo también te amo —respondió Alayna—. ¿Ganamos?

—Ganamos —respondió Jon en voz baja—. Fuiste tú.

—Yo no hice nada —dijo Alayna, mirando a Jon—. Tú fuiste el Príncipe que fue prometido todo este tiempo.

Jon frunció el ceño—. No soy un...