50 | SOY UN REY

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Daenerys partió poco después de su conversación con Alayna, y cuando Alayna se unió a Joanna, vio un barco que se acercaba en la distancia. Con los ojos entrecerrados, Alayna trató de distinguir el sigilo en las velas.

—¿Es un barco de los Greyjoy?

Joanna asintió—. Creo que sí.

Ambas bajaron a la playa, Jon, Sir Davos, Alden y Missandei delante de ellas. Cuando Alayna corrió por la arena y vio a los hombres de los Greyjoy arrastrando un bote hacia la orilla, vio quién los guiaba y aceleró el paso.

—¿Jon? —preguntó Theon Greyjoy—. No sabía que estabas aquí.

—¡Maldito traidor! —gritó Alayna, mientras empujaba a Davos, Jon y Alden en su búsqueda para llegar a Theon.

Theon giró la cabeza y vio que Alayna corría hacia él, pero antes de que pudiera ofrecer algo parecido a una disculpa, Alayna le dio un puñetazo en la cara. Theon aterrizó sobre sus manos y rodillas y escupió sangre en la arena.

—¡Alayna! —gritó Joanna. Puede que ella haya perdonado a Theon, pero Alayna no había tenido esa oportunidad.

Arrastrando a Theon por el cuello de su camisa, Alayna lo miró fijamente—. ¿Tienes alguna idea de lo que te haría si tuviera una maldita espada conmigo ahora mismo?

—Lo siento —dijo Theon sin aliento—. Lo siento mucho, Alayna.

—La única razón por la que no estás muerto es por lo que hiciste por Sansa —espetó Alayna, sintiendo un brazo envolver su cintura y alejarla de Theon—. ¡Maldito traidor!

—Sansa —dijo Theon—, ¿está bien?

Jon, que había apartado a Alayna de Theon, empujó a su esposa detrás de él y lo agarró por la túnica—. Lo que hiciste por ella es la única razón por la que no te mataré.

—Nos enteramos que tu tío atacó tu flota —dijo Sir Davos—. Creímos que estabas muerto.

—Debería estarlo —respondió Theon.

—¿Y tu hermana? —preguntó Davos.

—La tiene Euron —respondió Theon—. Vine a pedirle a la Reina que me ayude a rescatarla.

—La Reina se fue —respondió Jon.

—¿A dónde? —preguntó Theon.

Alayna enarcó las cejas—. A arruinar a los Lannister.





—¡Toqué un maldito dragón!

La exclamación de Jon hizo que Alayna diera un salto y se giró para mirarlo—. ¿Qué?

—Toqué al dragón —dijo Jon—, al grande.

—¿Y no se comió tu brazo? —preguntó Alayna—. Impresionante.

Los ojos de Jon brillaban con una excitación infantil—. Realmente pensé que me iba a comer.

—Lástima que no lo hizo —dijo Alayna—. ¡Me gusta bastante la idea de ser Reina en el Norte y gobernar sin...!

Alayna se interrumpió cuando Jon envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la empujó hacia la cama. Aterrizó medio encima de ella, sujetándose con una mano y pasando la mano por el costado de Alayna con la otra, ganándose la risa de su esposa.

—Quítame las manos de encima —dijo Alayna, riendo—. ¡Detente!

—No hasta que te disculpes por decir que desearías que el dragón me hubiera comido.

BLACK BLOOD | Jon SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora