XI

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Narra Aitana.

Escucho el timbre de la puerta varias veces, tengo que abrir los ojos para asegurarme que no sea un sueño. Me levanto de la cama para ir a abrir, sin importar las pintas que tengo en este momento. Abro la puerta encuentrandome a Óliver. Cierro la puerta de nuevo rápidamente y miro la hora que es. Las diez de la mañana y este aquí.

- Aitana.

- Perdón voy - me disculpo volviendo a abrir la puerta. - ¿Qué haces aquí a las diez de la mañana? ¿No es un poco temprano?

- Un poco solo. Pero coje algo de ropa y cámbiate que nos vamos.

- Estás loco - admito riéndome. - ¿A dónde se supone que vamos?

- A un lugar maravilloso.

- Óliver - pronuncio arrastrando las letras del nombre.

- Aitana - me imita de la misma manera. - Cuanto más tardes llegaremos más tarde.

- Que nivel de inteligencia, ni Einstein. - bromeo y él se ríe.

- Venga, Aitana.

- Voy - digo suspirando. - Puedes hacerte un café o coger lo que quieras y sentarte si quieras.

- Vale. - responde mientras voy hacia mi habitación.

En que jaleos te metes Aitana, me digo a mí misma mientras busco una maleta de mano. Cojo varias prendas abrigadas, porque el frío ya va haciendo acto de presencia en España.

Acabo después de unos quince minutos y cuando llego de nuevo al salón, me encuentro a Óliver sentado en la banqueta del piano admirando las teclas.

- Ya estoy - aviso y él se gira.

- Estupendo, vamos. - dice levantándose. - Me encantaría algún día verte tocar el piano.

- Llegará ese día.

Nos montamos en su coche, enseguida Óliver pone el GPS a la misma vez que pone la música en el coche.

- Te dejo que la pongas tú, elige lo que quieras - dice mirándome.

- En ese caso, ¿sabes que escucharemos a Manuel Carrasco, Aitana, Morat y Quevedo?

- Lo sé y me gusta escucharlo porque se que a ti te gusta. - contesta haciéndome sonreír.

- Deja de ser así.

- ¿Así cómo? - pregunta confuso.

- Tan mono y tan bueno conmigo. Pareces irreal.

Suelta una risa negando con la cabeza a su vez.

- Aitana, es lo que te mereces.

- No, Oli.

- nunca te vayas que yo quiero salir con vida
y aunque intentara olvidarte mi boca no lo haría
no me hagas daño, que yo quiero salir con vida
porque tener que extrañarte sería un acto suicida
y mi boca no lo haría - canta mirándome unos segundos.

- No te vayas nunca, Óliver.

- No tengo intención de hacerlo, Aitana.

Mientras Óliver va concentrado en la carretera, yo voy mirando por la ventana el paisaje y pensando en él.

La especie de relación que tengo con Óliver me hace sentirme feliz. Me siento plena y alegre.
Estamos en una época donde la gente se fija más en chicos por así decirlo un poco "macarras", prefieren eso a un "buenazo". Yo nunca he sido de un bando ni de otro. Óliver ni es uno de los "macarras " ni de los "buenazos". Me vacila pero también me da lo que necesito.

Con la miel en los labios || Oliver Torres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora