VIII

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Narra Aitana.

- Aitana, te veo más feliz - me dice Paula.

- ¿Y eso? Estoy igual de siempre.

- No, algo me dice que no. Tienes un brillo algo diferente en los ojos.

- Pues no sé Paula, será que tú me ves así.

- ¿Y no será por otra cosa?

- ¿Otra cosa? ¿Qué cosa?

- Algún chico o algo, Aitana.

Hago una pequeña mueca que me delata y ella se ríe a carcajadas.

- que a fácil es pillarte, Aitana.

- Jolín no sirvo ni para disimular - me quejo.

- El disimulo nunca ha sido lo tuyo.

Y que razón que tiene. Disimular no es mío, soy malisima. Cuando mis amigas me decían algo y tenía que girar la cabeza no era nada disimulada, me daba igual todo la verdad. Nunca se me ha dado bien disimular y ya a estas alturas no creo que eso cambie.

- Venga va, hablame de ese chico que me esta poniendo la cabeza loca a mi amiga - dice y yo rio.

- Primeramente es mi amigo. - aclaro.

- De momento, Aitana, de momento.

- Bueno que si Paula, que si. Se llama Óliver y nos conocimos porque a él se le perdió el perro y mi vecina me lo dio a mi para quedarmelo ese día en casa. Llamé a su número que estaba en el chip y al día siguiente nos vimos. Me llamó la atención a simple vista y no creas que por el físico solo, que también. Porque no nos vamos a engañar esta para mojar pan. Pero se veía una persona humilde. Me invito a comer y estuvimos haciéndonos algunas preguntas y la verdad es que me sentía cómoda con él. Luego nos vimos otra vez en la Plaza de España, fui para pintar y nos encontramos pero simplemente por casualidad y me llevo de vuelta a casa de mis padres. Le hable un día que la idea de escribirle se me pasó por la mente y lo hice. Quedamos para pasar un día entero juntos y la verdad fue fantástico. Y hace pocos días fui a verlo trabajar.

- Aitana, ese chico te gusta.

- Creo que si, pero no quiero ni precipitarme ni sacar conclusiones de nada. Quiero que todo vaya despacio y que fluya todo si algo tiene que fluir.

- ¿Cómo te sientes cuando estás con él? - pregunta.

- Me siento demasiado bien, sin miedo, no me siento juzgada. Puedo hablar de cualquier cosa con él que creo que me va a entender. Reímos, hablamos. No sé es muy guay.

- Ojalá todo salga bien, Aitana, porque parece que ese chico te valora mucho.

- Eso creo, Paula.

Miro la hora y me levanto rápidamente al ver que me tengo que ir, porque ya mismo empiezo a trabajar.

- Paula, me voy corazón.

- Vale, ya sabes cualquier novedad me cuentas tía.

- Okey.

Hoy la clase consiste en varias técnicas de dibujo. Una de ellas, técnica de dibujo con pasteles al óleo. Permite realizar creaciones que están en el limbo entre el dibujo y la pintura. La presentación de esta herramienta de dibujo es como la de un crayón o barra, con el cual puedes obtener dibujos vivos que parecen hechos con pintura. Lo mejor de todo es que debido a su composición, los pasteles al óleo no necesitan agua y pueden utilizarse casi sobre cualquier tipo de soporte, ya sea papel, madera, plástico...
Otra es, la técnica de dibujo con sanguina. Técnica de dibujo en seco muy antigua, la cual se basa en la acerina, forma mineral del óxido férrico. El nombre de esta técnica de dibujo, proviene de la "sangre", debido a que los tonalidades que se puede obtener al emplear esta herramienta artística.
Y por último vamos a utilizar, la técnica con bolígrafo, es una de las herramientas de dibujo más usadas.

- Maestra, ¿ese de allí es tú novio? - me pregunta una de mis alumnas.

Me giro con el ceño fruncido y por el gran ventanal puedo ver a Óliver apoyado en su coche.

- Un amigo - contesto.

- Es Óliver Torres - gritan todos al verlo.

Cuando la clase acaba y los niños ya han salido, guardo todas las cosas. Maldigo cuando unos botes de acuarela abiertos caen al suelo.

- Deja que te ayude - escucho la voz de Óliver.

- No hace falta - digo agachandome para limpiar el suelo.

Óliver me ignora y se pone a ayudarme.

- ¿Qué haces aquí? - pregunto.

- Tenía ganas de verte.

- ¿Por qué?

- Aitana, creo que se nota.

- ¿El qué?

- Me gustas.

Paro en seco y levanto la mirada mirándole a los ojos.

- Óliver - pronuncio.

- Aitana.

- ¿Por qué yo? Con todas las chicas que hay.

- Porque tú tienes algo especial, Aitana.

- No sé donde ves eso, Óliver.

- Lo veo y quiero que tú también lo veas.

- De entre todas las chicas te has tenido que fijar en la chica más rota.

- Volverás a brillar, volverás a sentir y volverás a ser tú, Aitana.

- ¿Eres una de esas personas tirita?

- ¿Una persona tirita? - pregunta confuso.

- Hay personas tiritas, que nos curan sin darse cuenta. Son personas increíbles que curan algo que no causaron.

- Pues entonces si, creo que soy una persona tirita.

Yo sonrío y le abrazo. Aunque me separo rápido cuando siento pintura por mi cara.

- No, Óliver. - grito.

Cojo pintura y se la tiro dándole en todo el pelo. Empezamos una guerra de pintura en la que no paramos de reírnos.

- Me gusta tu sonrisa - grita y yo me rio.

- A mi me gusta que me hagas reír.

- Me gusta estar contigo.

- Me gusta pasar tiempo contigo.

- Me transmites tranquilad.

- Me das paz en medio de la tormenta y el caos.

- Me gustan tus ojos color miel.

- Me flipa tu rollo.

- Eres arte, Aiti.

- Oli, molas mogollón.

- Me encantaría poder besarte.

- Solo tienes que intentarlo. - me atrevo a decir.

- ¿Qué pasaría si lo hago?

- No lo sé, no adivino el futuro. Solo vivo el presente.

- ¿Y que pasaría si no lo hago?

- El tren solo pasa una vez, ¿no?

- Creo que tienes razón.

Nos acercamos y me pongo nerviosa. Óliver es capaz de intimidarme y ponerme nerviosa. Y yo no sé ni como reaccionar.

Sus ojos van hacia mi boca y se muerde el labio inferior. Pone una de sus manos en mi cintura y la otra en mi rostro. Y llega el momento, me besa.

Un beso tan delicado y tan despacio.

Necesito más momentos así por favor.

Con la miel en los labios || Oliver Torres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora