VI

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Soy una ventana mirando al mar
en un día de invierno

Soy todo lo que el tiempo no ha logrado arrastrar
tú eres esa huella que quiero borrar

Un laberinto inmenso
eras el abrigo y ahora enfrías mi hogar

Se fue, se fue perdiendo
y hoy hay silencio

Se fue, se fue sin dueño
se fue lo nuestro

Fuimos la ventana que mira al mar
la libertad de un preso

Fuimos el secreto de una estrella fugaz
que no cumplió el deseo

Se fue, se fue fundiendo
hay barro y hielo

Se fue, se fue; no supimos cómo, pero se fue
se fue lo nuestro
lo nuestro

Se fue, se fue perdiendo
y hoy hay silencio

Se fue, se fue sin dueño
se fue lo nuestro
se fue, se fue fundiendo
hay barro y hielo

Terminó de anotar en mi pequeña libreta o como yo también la llamo "la libreta donde están mis canciones que jamás saldrán a la luz ".

- Qué maravilla hija - exclama mi madre, me llevo la mano al pecho, ya que no tenía ni la más remota idea de que ella estaba ahí.

- ¿Me has estado escuchando cantar?

- Claro que si, me encanta escucharte.

- No es nada del otro mundo, mamá - digo rodando los ojos y ella niega mientras se acerca a mí.

- No entiendo porque no tienes la capacidad de valorar lo que haces, es una pasada, Aitana, ojalá más gente y ojalá tú vieras lo que eres capaz de crear.

- No creo que nadie pueda verlo.

- Pues yo creo que si, cielo, solo tienes que esperar tu momento.

- Quizás mi momento ya pasó y yo no lo sé.

- El tren solo pasa una vez, Aitana, y el tuyo todavía no ha pasado.

- Me voy a quedar toda la vida esperando que pase.

- Tiempo al tiempo, Aitana.

Asiento no muy convencida. No sé la de veces que mi madre y yo hemos tenido esta charla. Ella me dice una y mil veces lo mucho que expreso cantando, que ojalá la gente viera lo que soy capaz de transmitir, etcétera. Pero yo no me veo capaz, y no sé si incluso mi música, mi estilo, mi voz, llegaría a gustar entre la gente.

- ¿Te vienes a ayudar en el bar? - pregunta mi madre.

- Pues hoy no va a poder ser mamá - respondo y ella asiente.

- ¿Y eso?

- Voy con un amigo a dar una vuelta.

- ¿Un amigo?

- Sí - respondo a lo que ella me mira con las cejas alzadas. - Solo amigo, mamá.

- Vale, si tú lo dices.

- Bueno voy a ir a dar una vuelta para saludar a papá, a los tíos y demás. - digo.

- Venga vámonos entonces, que tu padre ya está allí.

El bar de mis padres está en el barrio de San Bernardo. Este bar era de los abuelos de mis abuelos paternos, ósea que se ha ido pasando de generación en generación. Primero los abuelos de mis abuelos, luego mis abuelos, y ahora mis padres. Por ende, me tocaría a mi llevarlo pero mucha gracia no me hace, aunque todo puede cambiar. ¿Y porque no llevar un negocio familiar con tantos años de generación?

Con la miel en los labios || Oliver Torres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora