¿Daemon?

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Los pasos eran firmes pero lentos, se abría camino hacia la enorme entrada de la fosa donde solían descansar los dragones. Hizo el gran esfuerzo de ignorar a todos los cuidadores y sirvientes que le pedían que se marchara. No era tonta, sabía que no debía estar allí, pero no podía evitarlo: el lugar la llamaba, tenía algo especial.

A su vez, sentía algo de tristeza e impotencia. Shrykos se encontraba ahí, tranquilo y aún sin un jinete. A pesar de que intentó acercarse, fue rechazado. Por todos los dioses, ese maldito animal era suyo. Le daba rabia haberlo perdido. Realmente sentía el deseo de tomar su daga y hundirla en el cuello de Otto Hightower. El estupido anciano convenció a todos de que lo mejor era quitarle su dragón, ya que según él, era peligroso que lo tuviera todo el tiempo junto a ella. No podía creer como todos, incluso Viserys estuvieron de acuerdo con él.

Todo porque se había comportado como una "mocosa desastrosa", y tal vez, había hecho unos cuantos incidentes con fuego, al jugar con el animal. No era una excusa válida. De todas formas, se sentía tan enojada con su madre por no haberla defendido como de costumbre. También consigo misma, en ese momento tendría que haber insistido más, pero fue estúpida y permitió que le quitaran lo más importante que tenía.

Siempre podía escuchar los susurros de los señores a su alrededor, algo tan frustrante como incómodo. Pero tenían razón. ¿Cómo podía ser una verdadera Targaryen si no tenía un dragón? Incluso sus sobrinos contaban con uno.

Era un chiste.

La fosa era algo sumamente gigante y hermoso. Aunque todo eran rocas, estructuras pesadas y toscas, a ella le parecía increíble. Amaba todo el lugar. Disfrutaba realmente caminar por las celdas de los animales y ver cómo algunos de ellos le ponían atención, como si estuvieran esperando algo de su parte.

Ninguno la atacó, como todos decían que harían. Era irónico, porque era lo suficientemente digna para merodear por ahí, acercarse a ellos e incluso tocarlos, pero no para ser su jinete.

Tan ridículo como injusto.

En ciertas ocasiones, su pequeña mente no comprendía por qué los dragones se comportan de esa manera. Aegon solía decirle que si no tenía uno, era porque algo debía estar mal con ella. Tenía sentido, al menos un poco. Pero de igual forma, era estúpido. Se paraba frente a cualquiera de esas peligrosas criaturas y no se atreverían a lastimarla.

La respetaban, pero no lo suficiente. Tan absurdo.

Como sea, igual seguiría intentándolo. Cómo justo ahora, continuaba caminando con firmeza hacia las celdas, con el sentimiento de esperanza burbujeando en su cuerpo. Estaba decidida a elegir uno, de ser su jinete, nada importaba más que reclamar un dragón.

Dreamfyre era una cosa hermosa, tan bella y perfectamente cuidada. Sus ojos no podían apartarse del enorme animal. Este la miraba con esos fríos ojos que parecían querer consumir su alma. Era hipnotizante. No podía evitar sentirse abrumada ante la magnificencia del dragón, que emanaba un aura de poder y majestuosidad.

Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos por un sentimiento de envidia y resentimiento hacia su hermana Helaena. Era injusto que ella, una niña rara y tonta, tuviera la suerte de tener un dragón, mientras que ella siendo fuerte e inteligente, tenía que conformarse con una vida sin ese gran logro.

Recordó con amargura cómo Helaena trataba a Dreamfyre. La estúpida estaba más concentrada en jugar con los insectos que en su dragón. No podía evitar sentir rabia ante tal desprecio hacia la criatura magnífica que estaba bajo su cuidado.

Mientras tanto, decidió pasar un tiempo con el animal. Comenzó a acariciar suavemente las escamas del dragón, sintiendo cómo su textura rugosa se deslizaba bajo sus dedos. Este pareció disfrutar de su compañía, moviendo su cabeza hacia Hydra y dejando escapar un sonido suave.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora