Jinete de dragones.

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Al principio, Hydra estaba completamente absorta en Laena. Extrañamente, la mujer le inspiraba confianza y volar con Vhagar a su lado había sido una experiencia impresionante. Jamás olvidaría aquel momento tan increíble.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que la muchacha se escapara de su mirada y comenzara a explorar la isla, sin importarle mucho las personas que allí había. Todo era tan maravilloso y completamente diferente a King's Landing.

Dragonstone era simplemente hermoso.

Pero al ver la daga en su cinturón, no pudo evitar sentir algo de tristeza. Había escapado de su familia, de su madre, y aunque eso era lo que ella había querido, ahora se sentía vacía y sin rumbo.

No tuvo mucho tiempo para lamentarse cuando escuchó el gruñido de Caraxes en el cielo. El dragón era impresionante, con su llamativo color y gran tamaño.

Era una decepción que Laena fuera la jinete de Vhagar, el dragón que tanto le fascinaba. Pasaba tanto tiempo en la vieja biblioteca leyendo sobre Visenya y su aterrador dragón, que la idea de poder reclamarlo le parecía tentadora.

Luego lo recordó: Vermithor, el dragón del rey Jaehaerys, yacía en una cueva junto a Silver Wing. La Furia de Bronce, uno de los dragones más importantes de la historia, estaba allí sin jinete. Hydra sonrió ampliamente, sintiendo cómo su cuerpo se llenaba de emoción y adrenalina.

Sin esperar más, comenzó a caminar hacia lo que parecía ser la guarida de los dragones, gracias a todo lo que había leído en sus preciados libros. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para convertirse en una jinete de dragón.

Pero de repente, se encontró con Daemon, aterrizando junto a Caraxes, quien le cerró el paso. Chasqueó la lengua con molestia, observando cómo su padre bajaba con elegancia de su dragón. Solo unos segundos y ya comenzaba a caerle mal. Tal vez debió haber pensando las cosas con más anterioridad.

— ¿Dónde diablos vas? — cuestionó el peliplateado, frunciendo el ceño mientras se acercaba a su primogénita. — Acabas de llegar, ni siquiera sabes dónde estás parada. — El tono del mayor demostraba cansancio. — Sígueme. — Ordenó, caminando en dirección contraria.

Las cejas de la muchacha se levantaron con indignación. ¿Quién se creía que era para hablarle de esa forma? ¡Maldito idiota!— Estoy en Dragonstone, caminaré hasta Dragonrider, y no te atrevas a hablarme así. Soy una princesa después de todo. — Murmuró sin una pizca de vergüenza.

No esperó una respuesta para volver a caminar. Daemon negó repetidamente con molestia. — Si fueras una princesa, tendrías un mínimo de respeto por tus superiores. — Habló, siguiéndola con pasos lentos y aburridos. ¿En qué diablos se había metido? — ¿Por qué quieres ir a Dragonrider? —

— No eres superior a mí, ninguno de ustedes lo es. — Aumentó la velocidad de sus pasos, intentando dejar atrás al mayor. — Soy tan Targaryen como tú, incluso sin un dragón. — Murmuró, más para sí misma que como respuesta.

Daemon soltó una risita, claramente burlona. — No eres un verdadero Targaryen sin un dragón. — Dijo, sin pensar en los sentimientos de la niña.

Se arrepintió luego de unos segundos de silencio por parte de la contraria. — Tenías uno, tu madre me lo dijo. — Comentó, observando con curiosidad la delicada daga en su cintura.— ¿Qué le ocurrió? —

Hydra rápidamente quitó el arma de su cinturón, ofreciéndosela. — Lo perdí, por estúpida. — Se limitó a responder, evitando querer hablar del tema. Aún le causaba dolor. — Harwin me la regaló. — Aclaró cuando le quitó la daga de su mano.

— ¿Cómo es que pierdes un dragón que apenas puede volar por sí solo? — Inspeccionó el objeto con detenimiento. Parecía ser eficaz, filosa y cara. De acero valyrio, las iniciales de lo que creyó ser un nombre se veían en el mango de la misma.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora