Los estupidos norteños.

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Lyanna se encontraba en el balcón, observando con ojos entrecerrados la escena que se desarrollaba abajo en el patio de entrenamiento. Su mirada fija no se apartaba del espectáculo que ofrecían Cregan y Hydra, mientras intercambiaban golpes en un duelo amistoso. Sus espadas brillaban bajo la luz tenue del sol invernal, resonando en el aire gélido con cada choque de acero contra acero. Sin embargo, no era el duelo en sí lo que llamaba la atención, sino la cercanía evidente entre los dos.

Era extraño, pensaba. Hydra nunca permitía que nadie tocara su espada, ni siquiera Daemon, su propio padre. Sin embargo, ahí estaba, riendo y confiando lo suficiente en Cregan como para intercambiar armas con él, un gesto que era casi tan íntimo como un beso en la frente. El corazón de Lyanna se encogió un poco ante la visión. Era un gesto que denotaba confianza, algo que Hydra no concedía fácilmente a nadie fuera de su círculo familiar. ¿Cómo había logrado su hermano romper esas barreras en tan poco tiempo?

"Es ridículo", se decía una y otra vez, intentando convencerse. "Solo es un entrenamiento, nada más. No hay nada de qué preocuparse". Pero una parte de ella sabía que no era tan simple. Conocía a su hermano, y sabía leer las señales de su comportamiento. Cregan estaba empezando a caer bajo el hechizo de la Targaryen, y eso la inquietaba más de lo que le gustaría admitir.

Su mente vagaba, preguntándose qué significaba todo esto. ¿Sería posible que Hydra correspondiera esos sentimientos? Después de todo, ella también parecía más relajada, más abierta en la compañía de Cregan de lo que jamás la había visto. Incluso se permitía divertirse, una rareza que Lyanna no había visto desde que eran niñas. Y si Hydra se dejaba envolver por ese calor que emanaba de Cregan, ¿qué pasaría entonces? ¿Podría ella, la fría y calculadora hija del dragón, olvidarse de sus deberes y de la lealtad a su familia por una breve ilusión en el Norte?

Mientras estos pensamientos cruzaban su mente, Sylas Strong se acercó silenciosamente a su lado, rompiendo el hilo de sus reflexiones. Él también miraba el entrenamiento con una mezcla de envidia y resignación.

— ¿Te molesta tanto como a mí? — preguntó en voz baja, sin apartar la vista del patio.

— No estoy segura — respondió la Stark, tratando de mantener su tono neutral. — Es extraño verla tan cómoda. Nunca la había visto reír de esa manera... no desde que éramos niñas. -

Sylas asintió con una leve sonrisa amarga en sus labios.

— Me aterra pensar que disfruta tanto — continuó, sus palabras cargadas de una melancolía que no podía ocultar. — Pero sé que no durará. Hydra no puede permitirse este tipo de libertad. No mientras Daemon tenga un papel que jugar en su vida. Y lo tiene, lo sabes tan bien como yo. -

— Me gustaría ser yo quien la hiciera reír así — admitió Sylas, dejando escapar un suspiro pesado. Sus ojos se entrecerraron al ver cómo Cregan derribaba suavemente a Hydra, solo para levantarla de nuevo con un fuerte agarre en su cintura, un gesto que Lyanna encontró a la vez reconfortante y perturbador.

— No va a durar — repitió, casi como si quisiera convencerse a sí misma. — Aunque se divierta ahora, Jacaerys la espera. Daemon nunca permitiría que alguien más la tuviera. No Cregan, ni tú, ni nadie. -

Strong no respondió, su rostro endurecido por la frustración y la impotencia. Lyanna lo comprendía. Ambos estaban atrapados en un juego de poder mucho mayor que ellos, y aunque sus corazones desearan lo contrario, sabían que no podían ganar.

El sonido de las espadas chocando de nuevo rompió el tenso silencio entre ellos. Cregan había desarmado a Hydra con un movimiento rápido, y ella lo miró con una sonrisa juguetona. Sin embargo, la Stark no pudo evitar notar que su hermano estaba haciéndolo a propósito, dejando que la peliplata lo dominara en cada ocasión, como si estuviera más interesado en prolongar su tiempo juntos que en ganar.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora