La historia.

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Las lágrimas caían sin cesar por las mejillas de Rhaenyra, empapando su rostro de dolor y desesperanza. Jamás hubiera imaginado que su padre, el rey Viserys, pudiera ser tan cruel, permitiendo que las maquinaciones de Alicent y Otto lo manipularan de esa forma. Ahora, cargaba en su vientre al hijo de Daemon, y el amargo sabor del destino la invadía. No había podido beber el maldito té de luna, a pesar de las órdenes insistentes de su padre. En su corazón, aún guardaba la esperanza de que, si Daemon supiera de su embarazo, volvería por ella, se postraría ante el rey y le pediría su mano. Quizás, pensaba, Viserys aceptaría, rompiendo su matrimonio con Laenor para que pudiera casarse con el hombre que verdaderamente amaba.

Pero nada de eso sucedió. Daemon estaba lejos, en Rocadragón, junto a Laena. Le había prometido a Corlys Velaryon luchar a su lado en las pocas escaramuzas que quedaban, y luego casarse con su hija. A pesar de todo, había enviado una carta. En ella, solo le importaba una cosa: si el bebé nacía con una verga. Si no era así, no vendría por él, ni por ella. No había ni una sola mención sobre Rhaenyra, ni una palabra de consuelo o promesa.

Para mantener el honor de su hija y proteger su ya delicado reclamo al trono, Viserys tomó una decisión devastadora. El niño que naciera sería criado como hijo de Alicent, convirtiéndose en parte de su familia. Aquella situación, cargada de complejidad y sacrificio, era presentada como la mejor opción para todos. Pero para Rhaenyra, era una condena. Se sentía derrotada, humillada, incapaz de soportar la angustia que la consumía. Pasaba los días encerrada en sus aposentos, prisionera de su propia tristeza. De vez en cuando, la reina la visitaba, pero aquellas visitas no eran más que recordatorios de su dolor. Alicent estaba radiante, emocionada por la decisión del rey. Aegon había nacido hacía apenas dos años, y todo el reino sabía lo que había sufrido en su parto. Tener otro hijo en brazos, aunque no fuera suyo, le daría tiempo para descansar.

Daemon no apareció en los meses siguientes. No hubo cartas, ni noticias, ni gestos de preocupación. Rhaenyra lo extrañaba tanto que apenas comía. Su cuerpo y su mente se debilitaban, consumidos por la pena y el abandono. 

Y sin embargo, cuando finalmente llegó el día del parto, su hija nació fuerte y saludable. Pero su felicidad se vio arrebatada de inmediato. Alicent no le permitió sostenerla, no le permitió ver sus profundos ojos violetas ni acariciar sus suaves manitas. Los gritos desesperados de la niña al ser separada de su madre resonaron en la estancia, pero ni siquiera eso hizo que le permitieran tenerla.

Lo único que le concedieron fue elegir el huevo de dragón para su cuna. Syrax había puesto una nueva camada hacía poco, y Rhaenyra eligió con cuidado uno para su pequeña, a quien llamó en su corazón Visenya, aunque ni siquiera le permitieron nombrarla. Alicent lo hizo en su lugar; Hydra, con una frialdad que incrementaba el dolor en el pecho de Rhaenyra. Los primeros meses fueron un suplicio para la princesa, viendo a la reina pasear a su hija ante los señores del reino, exhibiéndola como si fuera suya. La niña, aferrada a las faldas de Alicent, parecía rechazar la presencia de su verdadera madre, y cada gesto de felicidad en el rostro de la Hightower la hundía aún más en la soledad.

Los días pasaron, se convirtieron en semanas, y luego en meses. Rhaenyra se hundía más y más en su tristeza, con nadie a su lado que le ofreciera consuelo, con un corazón que se quebraba un poco más cada día.

El único alivio que halló fue cuando nació Jacaerys. Aquel niño, desde el primer momento, se aferró a ella con todas sus fuerzas. Nadie lo apartó de sus brazos, nadie le arrebató su derecho como madre. Jacaerys llenó el vacío que Hydra había dejado, pero no del todo. Hydra, con apenas cuatro años, se mostraba cada vez más interesada en su hermanito. Se escondía detrás de las faldas de Rhaenyra, intentando acercarse a él, ansiosa por tomarlo en brazos o simplemente observarlo. De alguna manera, Jacaerys había unido a madre e hija, a pesar de los intentos constantes de Alicent por separarlas. La reina no logró su objetivo. Ahora, Rhaenyra tenía a sus dos hijos juntos, y aquellos primeros años fueron los más felices que pudo recordar.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora