Cregan Stark, y su sofocante amor.

1.9K 239 13
                                    

La luz del fuego danzaba sobre las paredes de la oscura habitación, proyectando sombras inquietas que se movían al compás del crepitar de las llamas. Hydra permanecía inmóvil frente a la chimenea, el fulgor anaranjado reflejándose en sus ojos violetas mientras jugaba con la daga en sus manos, su expresión tan vacía como la noche misma. No había estrellas en el cielo esa noche, solo un manto de oscuridad que parecía abrazar la Fortaleza en un frío y pesado silencio.

La joven Targaryen estaba sentada en un viejo sillón, sus dedos pálidos acariciando el filo de la hoja con una calma perturbadora. El metal relucía con una fría promesa, y en sus manos, la daga se mecía como si fuera una extensión natural de su ser. A lo lejos, los ecos de la ciudad dormida apenas alcanzaban a romper la quietud que reinaba en la habitación.

El sonido de la puerta al abrirse fue tan inesperado como el golpe de una tormenta en una tarde serena. Lyanna, la visitante inesperada, se detuvo en seco al verla, y el susto le hizo soltar el candelabro que llevaba en la mano. El objeto rodó por el suelo antes de apagarse con un último parpadeo de luz, dejando a las dos jóvenes en la penumbra.

-Por los dioses... -murmuró Lyanna con el corazón latiendo desbocado-. ¿Qué estás haciendo aquí? Te vas a quemar si te acercas tanto al fuego. -

Con manos temblorosas, la Stark se arrodilló para recoger el candelabro, encendiéndolo nuevamente con una astilla del fuego de la chimenea. La luz volvió a llenar la habitación, revelando los contornos afilados de los rasgos de Hydra, quien la observaba con una mirada penetrante y sin emoción. La Targaryen dejó que el silencio se prolongara, su voz era una melodía oscura cuando finalmente habló.

-Siempre tan preocupada por mí, Lyanna - susurro , la daga ahora reposando con su filo acariciando la mejilla de la Stark. Los ojos grises de la norteña se encontraron con los de la peliplata, y un escalofrío recorrió su columna vertebral.

Hydra no apartó la mirada mientras hundía ligeramente la punta de la daga en la piel de Lyanna, solo lo suficiente para que una fina línea roja apareciera sobre su mejilla. La sangre, oscura bajo la tenue luz, comenzó a gotear lentamente, marcando un contraste vivo contra la palidez de su piel. La princesa observó con una mezcla de curiosidad y satisfacción, relamiéndose los labios al tiempo que arrastraba el filo de la daga desde la mejilla hasta la garganta. Aunque el movimiento fue lento y meticuloso, no aplicó presión, pero el mensaje era claro: el poder que tenía sobre ella no era algo que Lyanna pudiera olvidar.

La habitación se sumió en un silencio mortal, roto solo por el chasquido ocasional del fuego. El tiempo parecía haberse detenido, y cada segundo que pasaba era un recordatorio de la inestabilidad que se respiraba en ese lugar. Hydra finalmente retiró la daga, dejándola caer suavemente a su lado, mientras una sonrisa siniestra aparecía en sus labios.

-No te preocupes, Lyanna - su voz casi un susurro en la oscuridad-. No voy a hacerte daño... hoy. -

Las palabras flotaron en el aire, cargadas de una promesa oscura que Lyanna no pudo ignorar.

-Recuerdo cuando llegaste a King's Landing, apenas tenías cuatro años -continuó Hydra, su tono cambiando a uno casi nostálgico, aunque la amenaza nunca abandonó su voz-. Siempre corrías detrás de mí, emocionada porque jugara contigo. -La daga, ahora apretada bajo el mentón de la Stark, obligó a Lyanna a levantar la cabeza-. Durante diez largos años te he dado un lugar a mi lado, te he tratado como a mi igual. -Sus palabras eran suaves, pero cada una de ellas estaba cargada de veneno-. Le dije a todos que eras mi hermana, mi amiga. -

Con una presión suave pero firme, la mano libre de Hydra se deslizó hasta la nuca de Lyanna, obligándola a acercarse. Sin pensarlo, la Stark se acomodó entre las piernas de la Targaryen, como si esa fuera su posición natural. Los ásperos dedos de la mayor recorrieron el cuello de la Stark, descendiendo hasta el borde de su vestido, disfrutando de la tensión palpable en el cuerpo de Lyanna. Podía sentir el temor y la devoción mezclándose en la joven, quien apenas se atrevía a respirar.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora