Lo siento.

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Dejó salir un suspiro al escuchar la suave voz de su hermana menor, Helaena. Hydra se encontraba sentada en una de las barandas del alto balcón de su habitación, sabiendo que si su madre la encontrara allí, se volvería loca.

Cuando la niña apartó las cortinas, cuidadosamente bajó de aquel lugar. No es como si Helaena fuera a empujarla, pero nunca se sabía.
— ¿Qué necesitas? — preguntó con mal humor, ya habían pasado tres largos días desde el incidente con Daemon, y si no lograba ver a Caraxes pronto, comenzaría a destrozar todo a su paso.

La menor se acercó con pasos lentos hacia su hermana mayor. Aunque no quería admitirlo, le tenía cierto miedo.
— Es linda, ¿verdad? — murmuró acercándole la araña que yacía en su mano derecha. — ¿Quieres tenerla? —

— Es tan horrenda como tú, Helaena. — contestó, tomando el animal entre sus manos. Sonrió levemente al ver cómo los ojos de la contraria se llenaban de lágrimas. — ¿Qué quieres? — dijo antes de tirar el pequeño arácnido del balcón.

El labio inferior de la pequeña tembló por unos segundos. — Las decisiones que tomamos tienen consecuencias. — susurró, entrelazando sus dedos con los de su hermana. — Tengo miedo, Hyd. ¿Estás segura de que esto es lo correcto? —

Helaena, la pequeña e ingenua Helaena. Siempre jugando a ser una soñadora, jugando a ser una bruja, como si tuviera alguna idea de lo que el futuro les deparaba.

— ¿Algún día dejarás de tener miedo? — Habló mirando hacia las manos de ambas, hacía mucho tiempo que no permitía ese tipo de contacto con la niña.

Helaena era tan extraña, ingenua e inocente. En el pasado la había odiado por ser todo lo que ella no era, una buena niña.

Recordaba los días en que su hermana corría tras su falda emocionada por las flores y los animales, cuando la toleraba, cuando la apreciaba.

Ahora le causaba repugnancia. Muchas veces había estado tentada a molestarla, pero ella era tan tonta, siempre jugando con sus insectos, sonriendo y siendo una buena hija. Soportando los maltratos de Aegon, llenando de besos a Aemond, causando las sonrisas de su repulsivo abuelo.

Y sus frases, siempre diciendo cosas que debía descifrar. Siempre parecía estar en otro mundo, soñando con cosas que jamás obtendría.

Era fácil de herir. Demasiado.

No era divertido.

— Los verdaderos dragones no arden —, acarició la mano de la otra con su pulgar. — ¿Sabes que es lo peor de todo esto? Las consecuencias —, soltó su agarre con brusquedad. — Pasaras años congelada, esperando por lo que crees que te mereces, sintiendo cómo cada parte de ti se esfuma. Y cuando finalmente se termine, cuando llegue ese día, te darás cuenta de que no valió la pena, que lo poco bueno que tenías en esa vida jamás volverá, sin importar cuánto luches —

Las miradas de las dos niñas se encontraron por unos segundos.

Estúpida.

— Aunque no lo creas, cuando llegue el día de tu muerte espero que no sea tan mala y dolorosa, pequeña Helaena — dijo antes de alejarse rápidamente para apoyarse en el barandal. La menor imitó su acción, mirando hacia abajo.

— ¿Crees que siga viva? — preguntó, sin saber exactamente a qué se refería.

Sabía que estaba muerta.

por solo segundos, cuando Hydra se perdió en sus pensamientos, mientras observaba el rostro de su hermana las palabras salieron de sus labios sin darse cuenta. 

— Ningúna lo estará. —

se sobresaltó al escuchar sus propias palabras. ¿De dónde habían salido? ¿Qué habían significado? Trató de recordar lo que estaba pensando antes, pero no pudo hacerlo. Sintió una punzada de preocupación en su pecho, como si hubiera revelado algo que no debería haber dicho.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora