Forjare mi espada.

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Hydra miraba con sospecha a Strong, el hombre le había obsequiado una daga con un mango de hueso de dragón y una hoja de acero valyrio. La apreciaba de verdad, pero su comportamiento era peculiar. 

Aunque era su caballero y había jurado protegerla, parecía que había algo más. Tal vez, la forma en que le hablaba o las cosas que hacía por ella, como entrenarla en secreto. Incluso la forma en que la miraba hacía que sintiera algo especial. Harwin parecia amarla de la misma forma que a los hermanos Velaryon.

Una vez, Aegon lo había acusado de comportarse más como un padre que Viserys. Había escuchado cómo el caballero negaba esas palabras con tartamudeos.

Sabía que Harwin la quería como a una hija.

- Aprecio mucho su regalo, ser - dijo - aunque no quisiera ofenderlo, dudo que pueda comprar una daga tan costosa. ¿De donde la obtuvo? - 

El rostro de "Rompehuesos" se llenó de diversión al escucharla. Era un niña directa y sin rodeos.

La peliplata dio un paso atrás cuando el castaño se arrodilló a su altura. Cruzó los brazos sobre su pecho sin soltar el arma.

- Agradecería que me respondiera, ser -exigió.

- Es un obsequio, mi princesa -respondió con un tono suave, sin apartar la mirada de los bellos ojos de la menor - Usted se convertirá en una gran luchadora en el futuro, lo que atraerá muchas complicaciones. Lamentablemente, dudo que pueda cargar una espada con la misma libertad que alguno de nosotros. Aun así, tendrá que saber protegerse, a usted y a su familia -dijo, poniéndose de pie y tomando una espada de madera-. Además, una daga se puede ocultar fácilmente en un lindo vestido, princesa -ofreció con una amplia sonrisa.

Hydra estuvo tentada de agradecerle, pero guardó el obsequio para luego tomar la espada de madera y mirarla fijamente. Dudó un momento antes de hablar.

- Sería más prudente regalarle esto a Jacaerys, ser -murmuró lentamente, sin estar segura de tocar ese delicado tema. Al ver cómo Harwin movía sus manos en lo que parecía un gesto de nerviosismo, se apresuró a hablar-. No me malinterprete. Todos sabemos la realidad de Laenor -jugó con la espada, balanceándola entre sus manos-. Aegon dice que es un marica -dijo con una sonrisa burlona-. No me importa si mis sobrinos son Strong. Su madre es Rhaenyra, eso es lo único que importa -afirmó, llenando sus zapatos de lodo.

- La aprecio, princesa. La aprecio como si fuera mi propia hija - respondió, recibiendo el primer golpe de la niña.

Hydra deseaba que Harwin Strong fuera su padre. 

[....]

Su mirada se clavó en lo que parecía ser una discusión entre su madre y su abuelo, no podía evitar sentir una punzada de desagrado. Otto Hightower no le gustaba en absoluto; la forma en que trataba a su madre le había dejado en claro que no era alguien en quien pudiera confiar. Con rapidez, buscó a su hermano mayor con la mirada, pero Aegon parecía estar perdido en sus propios pensamientos, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor.

De repente, el abuelo se dirigió hacia ella con una expresión molesta en el rostro, apretó los labios con nerviosismo, comenzando a jugar con sus dedos. 

- ¿Dónde diablos estabas, mocosa? - su voz la sacó de sus pensamientos, mientras él la tomaba del antebrazo con más fuerza de la necesaria.

- Suéltame - gruñó, ignorando el dolor en su cuerpo - No me toques - añadió, ordenando con paciencia. Le encantaba molestarlo. Siempre lo oía insinuando lo desastrosa que ella era, y cómo un día terminaría convirtiéndose en una amenaza. No recordaba ningún acontecimiento en donde se hubiera ganado este tipo de trato de su parte: por lo tanto, le gustaba llevarle la contraria en un acto de rebeldía.

- Padre - interrumpió Alicent, apoyando su mano en el hombro del anciano - Cielo, te he dicho miles de veces que no puedes merodear por ahí, mucho menos sin compañía - murmuró suavemente cuando su padre finalmente soltó a su hija.

La niña evitó girar los ojos al escuchar la forma en que era llamada, sabía que solo Rhaenyra tenía derecho a usar ese apodo hacia su persona. Miró hacia su hermano otra vez, deseando que se acercara a ellos.

- No vuelvas a salir sola - le ordenó su madre con una mirada severa.

- ¡Hydra! - la menor le regaló a su abuelo una gran sonrisa burlona al oír a su hermano llamarla. Aegon, en un rápido movimiento, la empujó detrás de él. - Abuelo - saludó inclinando su cabeza con respeto.

- Lo siento, madre. Me encontraba algo aburrido, así que fui a la habitación de mi hermana, la convencí de acompañarme a la fosa y su vestido se llenó de lodo cuando se asustó de Sunfyre - habló rápidamente mientras entrelazaba los dedos de su mano con los de su hermana.

Quería enterrar su daga en el cráneo del chico, una y otra vez. ¿Asustarse de Sunfyre? Nadie, absolutamente nadie, creería eso. Hydra ya no tenía un dragón, pero pasaba todo su tiempo libre en la fosa. Era imposible tenerles miedo.

- Sí, madre, estaba jugando con Aegon - respondió entre dientes sin apartar la mirada de su abuelo. - No vuelvas a llamarme mocosa - pidió en un tono suave, comenzando a caminar hacia el centro del patio.

Sintió un tirón en su brazo que hizo que su hombro golpeara el pecho de su hermano. - No puedo salvarte siempre, Hyd. ¿Dónde estabas? El abuelo pudo haberte golpeado si yo no estuviera aquí - reclamó dándole una mirada llena de preocupación.

Su hermana no le prestó mucha atención, sus ojos estaban atentos a los movimientos que hacía Ser Criston con su espada. Estaba enseñándoles movimientos a Aemond y Jacaerys. Era claro que Cole no sentía ni un mínimo aprecio por sus sobrinos, eso la molestaba y en varias ocasiones debió interferir, pero no podía negar lo buen guerrero que era el hombre.

Aunque, claro, Harwin siempre sería su favorito.

El peliplateado apretó el agarre en el brazo de la contraria con molestia. - No hay lodo en la fosa, Hydra - señaló, sonriendo con diversión al ver cómo Aemond caía al suelo luego de distraerse viendo a su hermana. El mocoso era un tonto.

De forma brusca, la niña se soltó del agarre para luego darle la mejor sonrisa que podía fingir en el momento. - Aegon - susurró arrastrando las palabras en un tono suave. - ¿Podrías, por favor, mostrarme la espada que Criston te dio? - rogó revoloteando sus pestañas.

Aegon era fácil de manipular, unas cuantas sonrisas de su hermana y haría cualquier cosa por ella.

Cualquier cosa por la atención de Hydra.

Ignorando el regaño del ser que sostenía que una niña no debía tomar una espada, incluso si era solo para observar, el muchacho con sumo cuidado colocó la misma sobre las delicadas manos de la menor. 

Su mirada se clavó en la empuñadura de la espada, sintiendo su peso y su fría textura. Una oleada de emoción la invadió, sabiendo que ese objeto era su pase hacia su futuro.

A diferencia de muchos, Hydra no creía en el destino impuesto por los dioses, ni en las profecías que dictaminaban los designios de los hombres. Ella se forjaría su propio camino, sus propias decisiones moldearían su futuro. Pero en el momento en que balanceó la pesada espada entre sus manos, lo supo. Ese era su destino: forjar el futuro, las guerras y la historia de los Siete Reinos.

 Ese era su destino: forjar el futuro, las guerras y la historia de los Siete Reinos

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𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora