𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐄𝐋𝐋 , 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 [𝑬𝑵 𝑬𝑫𝑰𝑪𝑰Ó𝑵]

Mi familia siempre volvera por mi.

Hydra acariciaba lentamente los suaves rizos de Lucerys, que descansaba tranquilamente en su regazo mientras sostenía un pesado libro sobre las hazañas de Aegon el Conquistador. Sin embargo, su atención no estaba realmente en la lectura, ni siquiera en su hermano menor. Su mente divagaba lejos, atrapada en el vaivén de pensamientos sobre la carta que había enviado semanas atrás a King's Landing. El silencio que la siguió, esa falta de respuesta, era como una sombra persistente que la envolvía, llenando su pecho de ansiedad y dudas. ¿Había sido ignorada? No quería ni pensar en esa posibilidad, pero la incertidumbre comenzaba a carcomerla por dentro, como una llama que crecía lentamente en su pecho.

De repente, Lucerys cerró el libro con un sonido sordo que resonó en la estancia y, sin previo aviso, entrelazó su pequeña mano con la de su hermana. Sintió su calidez y, al levantar la mirada, se encontró con los ojos llenos de preocupación de su hermana.

— ¿Qué te preocupa? — preguntó, en un tono suave, casi temeroso, como si no quisiera presionar demasiado.

Hydra suspiró profundamente, intentando no volcarle a él sus propias tensiones. Su hermano era joven, inocente en tantos aspectos, y no merecía cargar con el peso de sus problemas.

— Es esa maldita carta. He esperado semanas y no sé qué pensar. Me preocupa que la hayan ignorado. — confesó finalmente, con una voz más baja de lo habitual, como si temiera que decirlo en voz alta lo hiciera más real.

Luke, siempre tan dulce y protector pese a su corta edad, deslizó su mano hasta el hombro de su hermana, en un gesto que pretendía ser tranquilizador. Una sonrisa suave apareció en su rostro, el tipo de sonrisa que ella siempre había admirado por su calidez.

— No te preocupes. Siempre tienes un plan B, ¿verdad? — dijo él, tratando de aliviar la carga con una inocente certeza, como si ella fuera invencible a sus ojos.

Hydra sonrió de vuelta, aunque esta vez su sonrisa era más melancólica. Siempre tenía un plan B, era cierto. Pero lo que Lucerys no entendía es que a veces, incluso los mejores planes se desmoronaban.

— Sí, siempre lo tengo — admitió, aunque su tono dejó entrever las dudas que empezaban a enraizarse en su corazón —. Pero a veces ni eso es suficiente. —

Un silencio pesado llenó el aire, mientras procesaba las palabras de su hermana. Su mirada, inocente pero cargada de un entendimiento que a veces sorprendía, se desvió hacia el libro abandonado sobre la mesa. Quería ayudarla, lo veía en sus ojos, pero sabía que las preocupaciones de los adultos eran territorios en los que él aún no podía entrar del todo.

Entonces, el castaño hizo una pregunta que la tomó por sorpresa:

— ¿Por qué no quieres a Jacaerys como me quieres a mí? — Su labio inferior tembló levemente, en una muestra de vulnerabilidad que varias veces mostraba. Estaba haciendo pucheros, como si temiera la respuesta.

Hydra se tensó, mirando al pequeño. Era una pregunta difícil de responder, no solo por su crudeza, sino porque ni siquiera ella tenía una respuesta clara. Bajó la mirada y dejó escapar un suspiro.

— Lo quería... — comenzó con la voz entrecortada, como si tuviera que escarbar entre los recuerdos para encontrar alguna respuesta satisfactoria. — Crecimos juntos, éramos buenos amigos. Pero... tal vez dejé de apreciarlo cuando Rhaenyra dejó de quererme por su culpa. O quizás simplemente crecimos. Las personas cambian, Luke. — Pausó un momento, tratando de encontrar las palabras correctas para que su hermano comprendiera lo que ni ella podía expresar completamente. — Tú solo conoces la parte buena de mí. Pero siempre he sido esto. —

La voz se quebró al final, y su mirada se perdió momentáneamente en la nada, como si buscara en el aire algo que no podía alcanzar. Sabía que Lucerys no lo entendía del todo, y tal vez eso era lo mejor. Era su hermano menor, y ella haría cualquier cosa para protegerlo de la oscuridad que sentía dentro de sí misma.