—¿Señorita? —sentí que alguien tocaba mi mano e inmediatamente abrí los ojos.
—¿Hemos llegado?
—Si, se ha dormido en el camino. —me dijo el taxista.
—Oh, perdón. —me disculpé, avergonzada.
—No se preocupe, —sonrió amable— entiendo que ha sido un vuelo largo.
Tras pagarle el viaje, salí del taxi, con Hilary en brazos, con cuidado de no despertarla.
Con ayuda del taxista sacamos nuestras cosas del maletero y me acompañó hacia la puerta del nuevo edificio en el que íbamos a instalarnos. Observé el edificio con detenimiento, se notaba que era antiguo, pero parecía estar bien cuidado.
—Gracias por su ayuda.
—No es nada... y bienvenida a Gold Coast. —se quitó la boina que llevaba e hizo una graciosa reverencia antes de volver a su taxi.
Aunque el vuelo había sido agotador y un tanto horrible gracias al pesado e irritante hombre de voz ronca, por fin habíamos llegado a nuestro nuevo destino y estaba más que feliz.
Miré a mi alrededor.
El sol brillaba en el cielo claro y azul, la vegetación abundaba por todas partes, esta parte estaba repleta de árboles y la calle estaba abarrotada de gente que iba de un lado a otro, caminando y hablando tranquilamente, todos iban en manga corta y chanclas, e incluso había gente en bañador y descalza. Al ser enero, aquí era verano, mientras que en Brooklyn hacía un frío horroroso, aquí el calor era constante, no era sofocante, pero mis vaqueros largos y mi blusa azul de manga larga estaban haciéndome sudar.
—¿April Langley? —escuché una voz detrás de mí.
Me giré, encontrándome con un hombre mayor, no muy alto y con el pelo algo canoso, sus ojos castaños me miraron con atención.
—Sí, soy yo.
—Soy Oliver, Oliver Prescott, el dueño del piso —me tendió su mano y la acepté— encantado de conocerte por fin.
—Igualmente, —sonreí— señor Prescott. Gracias por arreglar todo en tan poco tiempo, no he tenido mucho margen de tiempo para venir.
—No te preocupes querida, no ha habido problema. Y llámame Oliver—sonrió de oreja a oreja, un gesto encantador, haciendo ver sus arrugas más notables—. ¿Subimos y así puedo enseñarte el piso? —asentí y lo seguí dentro del edificio cuando abrió la puerta y me invitó a pasar con una sonrisa.
Me ayudó a cargar las maletas en el ascensor, ya que tenía a Hilary dormida en mis brazos.
—¿Cuántos años tiene?
—Pronto hará dos años.
—Parece encantadora.
—Lo es, —besé la de Hilary cabecita cuando se removió en mis brazos— ¿tiene hijos?
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Inexorable [PAUSADA, borrador]
RomanceApril Langley siempre ha querido salir de Brooklyn, viajar, mudarse y, sobre todo, cambiar de aires. Los estudios y esa pequeña de casi dos años que ama con toda su alma no se lo han permitido... Hasta ahora, cuando una noche, navegando por interne...