CAPÍTULO 18

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Subí el volumen de la radio progresivamente hasta llegar casi al límite, los dedos de la mano que descansaba sobre el volante repiqueteaban sobre éste y mis hombros subían y bajaban al ritmo de Taio Cruz cantando Dynamite

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Subí el volumen de la radio progresivamente hasta llegar casi al límite, los dedos de la mano que descansaba sobre el volante repiqueteaban sobre éste y mis hombros subían y bajaban al ritmo de Taio Cruz cantando Dynamite.

—¡Saying: Ayo, gotta let go! —grité mientras esperaba a que se levantara la barrera para entrar al parking subterráneo, utilizando mi identificación como micrófono.

La barrera se levantó y giré hacia la derecha en busca del número de mi plaza de aparcamiento a estrenar, era la primera vez que la usaría en los dos meses que llevaba trabajando en Wright's Architecture Group. Bajé el volumen de la radio cuando encontré mi plaza, poniendo toda mi concentración en aparcar correctamente sin ocupar el sitio de la plaza que había a mi lado. Cuando me cercioré de que había dejado mi nuevo y pequeño Fiat Panda rojo de segunda mano bien aparcado, volví a subir el volumen de la radio, antes de que se acabara la canción. Cerré los ojos, sintiendo totalmente la música recorriendo por mis venas, salté en mi asiento mientras movía mis brazos en círculos por encima de mi cabeza, haciendo un ridículo y vergonzoso baile cuando un golpe seco en el cristal de mi ventanilla me sobresaltó, haciéndome chillar.

Me giré de inmediato, encontrándome con la mirada intensa de unos ojos grises provenientes del hombre rubio que últimamente rondaba tanto por mi cabeza.

En cuanto mis ojos se fijaron en él una imagen que no debería estar permanente en mi cabeza apareció. Me obligué a pensar en otra cosa que no fuera la imagen del cuerpo bien dotado de músculos de Connor que había visto días antes en la playa, pero aunque eso no fue posible, se le sumó otro pensamiento: la pregunta que había quedado en el aire antes de que él huyera de mi piso con la excusa más mala que jamás podría haber oído. Estaba claro que Connor no había quedado con sus padres y con su hermana, porque, sino, Claire no habría aparecido minutos después de que él huyera con una gran bolsa de comida para llevar para que Hil y yo cenáramos con ella.

Otro golpe me distrajo de mis pensamientos y volví a centrarme en un Connor con el ceño fruncido, que hacía un gesto con sus manos para que bajara la ventanilla. En vez de bajar la ventanilla, quité la llave del contacto y bajé del coche, enfrentándolo.

—Sabes, así bailaba Claire cuando tenía cinco años, no utilizarás ese baile tan extraño para ligar, ¿verdad? Porque está claro que no te funciona ni te funcionará nunca, a no ser que tu objetivo sea espantarlos en vez de atraerlos.

—Qué gracioso —reí sin humor—. ¿Te has levantado y has decidido ponerle a tu café una pizca de sarcasmo? Porque tu repentino "humor", —hice comillas con los dedos—

es algo nuevo.

—¿Ahora quién es la "graciosa"? —también hizo comillas con sus dedos.

—No me gusta llegar tarde al trabajo, así que, ¿qué tal si vamos subiendo y dejamos el juego del sarcasmo por ahora? —asintió sin decir palabra.

Inexorable [PAUSADA, borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora