Capítulo 2

10 0 0
                                    

LUCÍA Y PABLO

Lucía abre los ojos cuando nos quedan 10 minutos para llegar

-Buenas tardes princesa- digo suavemente para terminar de despertarla.

-Hola- saluda ella con voz adormilada pero con una sonrisa -¿cuánto falta?-

-Apenas 10 minutos y llegamos ¿tienes ganas?-

-Demasiadas, hace un tiempo que no veo ni a Jaime ni a Marta y mucho menos a los niños ¿tú?-

-También-

Oigo que ella se pone a cantar a mi lado mientras escribe algo en el móvil, deduzco que estará avisando a Jaime del tiempo que nos queda para llegar.

Diez minutos de reloj después entramos por una verja metálica y seguimos un largo camino hacia lo alto, a una gran explanada donde dejar el coche frente a la puerta principal. .

-Que puta pasada- se me escapa.

-Totalmente- responde Lucía a mi lado.

Salimos del coche sin apartar la mirada de la impresionante mansión, sacamos los trastos del maletero y nos dirigimos a la puerta principal.

Llamamos al timbre y Marta nos abre con una sonrisa y un diminuto bebé en brazos.

-Bienvenidos- saluda alegre mientras nos acoge en un cálido abrazo -pasad, pasad-

Entramos a la mansión, y estamos ante un pequeño recibidor, lo justo para dejar los abrigos en un armario empotrado en la pared y poder dejar las botas de nieve.

Pasamos el salón, al enorme, espacioso y luminoso salón por el que corretean los 2 mellizos.

-Niños, venid a saludar a los tíos- dice Marta.

Los niños obedecen y enseguida están uno en brazos de Lucía y otro en los míos pidiéndonos jugar.

-Dejad que vayan a la habitación a ponerse cómodos y ahora juegan con vosotros- dice una voz profunda a nuestras espaldas.

Lucía deja a Javier en el suelo y yo hago lo mismo con Cristina, se gira con una sonrisa para saludar a Jaime, se abrazan con cariño y luego es mi turno, con algo menos de sentimentalismo nos damos una abrazo y unas cuantas palmaditas en la espalda justo antes de que Jaime nos ofrezca algo de beber.

Ambos declinamos la oferta y seguidamente nos acompaña al dormitorio, subimos las escaleras para acceder al piso de arriba y me vuelvo a quedar maravillado con la casa

-Es impresionante- dice Lucía.

-A mí también me costó acostumbrarme sobre todo las primeras veces, pero cuando llevas unos días aquí no quieres volver a la ciudad. Es un espacio grande, tranquilo y apartado donde poder descansar, desconectar y que los niños disfruten de la naturaleza-

-Tenemos que buscar algo así para nosotros- me dice Lucía.

-Princesa, ¿no crees que primero tendríamos que tener hijos?-

-Casarnos, Pablo, primero la boda- dice con una risa.

Jaime nos indica la puerta y nosotros entramos dentro mientras él vuelve abajo a sofocar el griterío de los niños y a ayudar a Marta con ellos.

-Increíble- susurro.

Lucía emite un sonido de aprobación a mi lado y se dedica a ver la habitación centímetro a centímetro.

Su emoción me conmueve y cuando se da cuenta de que tenemos baño propio y un balcón con vistas a la montaña me abraza emocionada.

-¡Tenemos balcón!-

La nieve no siempre es fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora