Capítulo 12

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LUCÍA

No hago nada al respecto porque tengo tantas ganas como él, nos besamos con pasión y ferocidad deleitándonos en la boca y el cuerpo del otro.

He besado a Pablo muchísimas veces pero está se siente diferente, todo esto es diferente a cómo han sido las cosas entre nosotros, es nuevo y no por ello va a ser malo.

La ropa empieza a sobrar.

-Quítate la camiseta- pido sobre su boca cuando nos separamos unos milímetros para respirar.

No dice nada y simplemente obedece, se saca la camiseta por la cabeza y quedan a la vista sus brazos, torso y el tatuaje que hay en él.

Su pecho está cubierto por una capa de vello oscuro que me pone a mil, en la parte baja del abdomen está el tatuaje, que le sale de un costado. He trazado ese tatuaje una y mil veces, despacio con mis dedos, casi como memorizando cada detalle y creo que podría dibujarlo con los ojos cerrados.

Sus brazos son fuertes y entre ellos me siento segura, querida y en casa.

Las manos de Pablo vagan por mi cuerpo y sacan las prendas poco a poco, sin prisa y disfrutando del momento hasta que estoy en nada más que ropa interior.

Aprovecho para tratar de desabrochar sus vaqueros pero es complicado cuando no puedo mirar lo que estoy haciendo, Pablo decide ayudarme con el botón y cuando baja la cremallera los vaqueros caen al suelo con un ruido sordo.

Parece que es el detonante porque desde ese momento todo se vuelve más. Más rápido, más salvaje y más caliente.

Enredo mis piernas en sus caderas y me lleva a la cama, me deposita boca arriba sobre el colchón y desabrocha el sujetador mientras reparte besos con la succión justa por todo mi cuello.

Cuando libera mis pechos centra su atención en ellos y me vuelvo loca, soy consciente de que lo hace para torturarme un poquito pero me tiene retorciendome bajo su cuerpo y la verdad es que no me importa en absoluto.

Se ensaña con ellos y cuando termina como si acabara de comerse un banquete, lleva sus manos hacia mis caderas y desliza la última prenda hacia abajo.

Besa cada ápice de piel expuesta y tira la tela solo Dios sabe a qué parte de la habitación.

Estoy en el limbo entre la calma y los nervios en estado puro, baja un poco más hasta que su cara hace contacto con mi centro y ambos gemimos de placer.

Su lengua empieza a trabajar y mis dedos se enredan en su pelo animándolo a continuar.

No es la primera vez que hacemos esto y siempre sabe como volverme loca.

Sus toques rápidos y húmedos en mi clítoris me enloquecen de una manera que pocas cosas pueden y en menos de lo que espero estoy gimiendo de placer. Trato de centrarme en otra cosa para no correrme tan rápido pero este hombre es demasiado bueno en lo que hace y no da un respiro.

Paso mis dedos por su pelo sintiendo la suavidad del mismo bajo mis yemas, hace no mucho que se lo recortó de nuevo con su característico mullet y no le puede quedar mejor. Me centro en su pelo y pienso en todo lo que puedo para dejar de retorcerme como una condenada.

-Cielo- dice con voz profunda -sabes que quieres-

Se vuelve más rápido, más constante y menos piadoso conmigo, me lleva al límite hasta que estoy gimiendo bajo su cuerpo mientras me corro.

Me besa para acallar los gemidos y le abrazo con fuerza, paso mis dedos por su espalda mientras réplicas del orgasmo corren todavía por mi cuerpo.

Nos besamos un rato más como locos desesperados, como si no tuviéramos suficiente el uno del otro, cuando ya no puedo más, trato de bajarle los bóxers sin separarme de sus labios, por suerte Pablo entiende la indirecta y se separa para terminar el trabajo.

La nieve no siempre es fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora