Capítulo 3

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LUCÍA Y PABLO

Apuro los últimos restos mi ron-cola y Pablo hace lo mismo con su ginebra-limón, tras una mirada cómplice nos ponemos en pie.

-Nosotros nos retiramos que ha sido un día largo-

-Buenas noches- dice Pablo a mi lado.

-Descansad- hablan todos son unanimidad.

Entrelazo nuestros dedos y subimos sonriendo tontamente a nuestra habitación.

Al cerrar la puerta los labios de Pablo están sobre los míos y mis brazos se unen detrás de su cuello.

-Lucía- susurra en mi oído y su mano desciende lentamente.

-No, Pablo no- digo en un arrebato de lucidez.

-Venga, cielo- pide.

-No amor, no me apetece-

-Está bien, pero que sepas que tengo un gran problema- dice en tono juguetón mientras nos separamos.

-Genial, ahí está el baño y el papel higiénico- respondo a la vez que me voy poniendo el pijama.

5 minutos después vuelve más relajado y es entonces cuando apago el móvil y lo dejo en la mesilla conectado al cargador, me abrazo a su pecho y con sus leves caricias en el brazo y la espalda me duermo.

LAURA

Termino mi copa de un sorbo.

Voy a necesitar el alcohol para dormir.

-Estoy muerta, me voy a acostar. Hasta mañana- me despido.

-Chao- dicen Jaime y Marta.

-Ahora te veo- responde Carlos.

-Dios quiera que no- susurro por lo bajo.

-¿Qué?- pregunta Carlos.

No lo suficientemente bajo.

Subo al cuarto y me pongo el pijama, hago mi skin care de noche y me lavo los dientes, me cepillo el pelo y me lo recojo en una coleta.

Vuelvo a la habitación y respondo mensajes y correos electrónicos, cuando doy por terminada esta tarea conecto el móvil a cargar y me acomodo bajo las calentitas y mullidas sábanas. Me estoy quedando dormida cuando siento la puerta cerrarse.

Ya viene.

Pasa al baño en completo silencio y sin hacer el más mínimo ruido, siento el agua de la ducha y un rato después vislumbro su figura en la penumbra, lleva la toalla anudada a la cintura y su torso está al descubierto.

Dios mio que bueno que está.

Coge algo del armario y se toma con parsimonia lo de meterse en la cama, no sé qué hora será pero desde luego pronto no es. Vuelve al baño y sale a los pocos segundos ya vestido. Estoy en el limbo entre la consciencia y la inconsciencia por el sueño, más tirando a esta segunda cuando un golpe me hace levantarme con un sobresalto.

-¿Te has despertado?- pregunta.

Este hombre es tonto.

-Eso parece si- respondo.

-Vaya, lo siento. No era mi intención-

Me vuelvo a tumbar y me coloco dándole la espalda a su lado cuando siento que el colchón se mueve bajo su cuerpo.

Estoy volviendo a caer en el estado de semi consciencia cuando Carlos vuelve a hablar.

-Laura-

-¿Qué?- refunfuño.

-¿Estás dormida?-

-Si Carlos, estoy dormida-

Su risa baja me recorre de pies a cabeza.

-Vale, buenas noches- se despide.

Suelto un pequeño gruñido y ahora si, me dejo llevar al país de los sueños

CARLOS

Laura duerme plácidamente a mi lado, dándome la espalda y estoy seguro de que si pudiera poner una pared de por medio lo haría sin dudar.

Pues sí que está la cosa chunga.

Su respiración constante me calma pero no lo suficiente como para que no me ponga a darle vueltas a las cosas dentro de mi cabeza.

Pienso una y otra vez, desde hace mucho tiempo, cómo sería todo si no me hubiera comportado como un verdadero estupido.

¿Seguiríamos en nuestro tonteo constante o alguno habría dado el paso? ¿Estaríamos juntos ahora y podría abrazarla para dormir?.

Paso mi mano por su pelo recogido, y es más suave de lo que recordaba. Solíamos dormir juntos cuando íbamos a casa de alguno del grupo, nos acoplábamos en cualquier lado y ella se acomodaba en mi pecho, hombro o entre mis piernas para dormir.

Lo mismo pasaba cuando salíamos de fiesta, bailábamos, reíamos y al volver a casa ella se apoyaba en mi hombro en el taxi y se dormía, luego yo la sacaba, la acomodaba en mi cama y me tumbaba junto a ella hasta la mañana siguiente.

Hasta que un día, después de discutir, cada uno se fue por su lado y apenas la volví a ver.

Ahora la tengo a mi lado de nuevo, tranquila y sin miradas mordaces, sin tensiones ni malos rollos y sería estúpido si no aprovechara para abrazarla una última vez, como por aquel entonces.

Bajo mi brazo de su pelo, con el que llevo jugueteando un rato y lo paso por su cintura hacia su estómago. Me acerco todo lo que puedo a ella y pego mi pecho a su espalda, ella se remueve y me aterroriza que se despierte y volvamos a discutir, pero para mi sorpresa se pega más a mi pecho y suelta un gruñido bajo, vuelvo a respirar aliviado.

Inhalo su aroma dulce y fresco, siento su cuerpo contra el mío y cómo mis preocupaciones quedan apartadas a un lugar muy profundo de mi mente.

Ahora solo está ella.

Visualizo imágenes de hace años que aparecen como si de una cámara de fotos se tratase, Laura riendo, bailando y haciendo el tonto. Todos de excursión por la montaña, en el cine o en mi casa viendo una peli y me doy cuenta de que mis ojos siempre estuvieron en ella, en cada instante, en todo lo que hacía, hasta los más mínimos detalles. Sus miradas, muecas y sonrisas, sus palabras y hasta las joyas que no se quita.

Con esos recuerdos en mi cabeza siento el sueño apoderarse de mi.

La nieve no siempre es fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora