ACTUALIDAD - Capítulo 1

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PABLO

Al salir del trabajo llego a casa, me ducho y me quito el traje, me pongo unos vaqueros y una camiseta algo más cómoda. Aprovecho para comer y terminar de recoger las cosas que nos tenemos que llevar, cierro las bolsas y las dejo en el mueble, al lado de la puerta.

Voy al baño y me doy un último repaso, me pongo las zapatillas, cierro el piso con llave y bajo al garaje. Guardo el equipaje en el maletero y pongo rumbo al cuartel en el que trabaja mi nena.

Al llegar, el guardia que está en la puerta me reconoce y me indica dónde puedo parar. Vengo tantas veces a ver a Lucía que tienen que estar aburridos ya de ver mi cara por aquí.

Le mando un WhatsApp, aunque sé está apunto de salir y espero con la ventanilla bajada hasta que la veo salir por la puerta sin el uniforme y con el bolso bajo el brazo

LUCÍA

Salgo del cuartel y veo el Alfa Romeo parado en doble fila frente a las puertas de entrada de vehículos, y dentro está Pablo, con su pelo alborotado y un brazo fuerte y bronceado apoyado en la ventanilla. Me acerco y le doy un beso antes de rodear el coche y sentarme en el asiento del copiloto, en cuanto cierro la puerta Pablo arranca y nos ponemos rumbo a la dirección que Jaime nos ha mandado. Vivimos en un barrio bastante céntrico de Madrid y la casa a la que vamos está a las afueras, tenemos aproximadamente una hora, hora y media para llegar. Con una charla ligera sobre nuestros días salimos de la ciudad con las ventanillas bajadas y de camino a disfrutar del fin de semana.

Al coger la carretera, enciendo la radio y dejo que la música inunde el coche, Pablo une nuestras manos entrelazando los dedos y las lleva a la palanca de cambios, me acomodo en el asiento teniendo una vista perfecta de su brazo al conducir y de su cara de concentración.

¿Qué tendrán los hombres que cuando conducen se ven irresistibles?

Trazo su perfil con la mirada y poco a poco el cansancio se apodera de mí, ha sido una semana intensa, larga y agotadora pero por fin tengo el tiempo que merezco para descansar.

Me dejo llevar en brazos de Morfeo, sintiéndome completamente segura y de la mano con mi Pablo, sabiendo que cuando despierte probablemente habremos llegado.

LAURA

Saco a los niños al patio y compruebo que cada uno se vaya con sus padres, es increíble el caos que se forma a la hora de la salida los viernes por la tarde.

Veo a algunos irse, otros se quedan correteando por el patio con niños de otras clases y los padres, a gritos, les llaman para que merienden. Vuelvo a clase y recojo todo, guardo el portátil y el estuche en el bolso y apago las luces antes de salir, me despido del encargado de portería y me dirijo a casa antes de salir hacia la casa de Jaime.

Al llegar me doy una ducha rápida, guardo las últimas cosas en la maleta y compruebo mentalmente que lo llevo todo, cuando me aseguro de que todo está donde debe, echo la llave y me monto en el ascensor para bajar al garaje, cargo el coche y me voy.

Tengo en mente que el camino va a ser lento por lo menos hasta que pueda salir de Madrid porque a esta hora habrá bastante atasco así que pongo la música, abro la ventanilla y disfruto de la paz y la tranquilidad, poco a poco siento cómo la emoción me recorre y sé, sin lugar a dudas, que voy a disfrutar de este fin de semana como una niña pequeña.

CARLOS

Los viernes son los días en los que más trabajo tengo, me organizo la semana siguiente y aprovecho para hacer facturas, comparar ingresos, calcular presupuestos, cerrar cuentas, entre un montón de cosas. Menos mal que los números siempre se me han dado bien porque si no esto sería el triple de trabajo.

Cuando miro la hora es más tarde de lo que esperaba así que recojo en un sLucíamen, me cargo al hombro la mochila con la ropa y lo necesario para el fin de semana, llevo el casco en una mano y con la otra voy avisando a Jaime de que acabo de salir de trabajar y me pongo en camino.

Bajo al garaje de la empresa y busco la moto en las plazas reservadas para los directores generales, me coloco bien la mochila a la espalda, saco los guantes del casco y me los pongo, después hago lo mismo con el casco, me coloco encima de la moto y la arranco. El sonido me llena de adrenalina y mientras salgo del garaje dejo que el ruido del motor aleje el estrés de una larga semana de trabajo.

La nieve no siempre es fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora