Reto navideño || Adrinette

3 || Polo Norte

3 de diciembre #NaviFicsMLB

Diciembre y sus particularidades mágicas tenían completamente hechizado al matrimonio Agreste-Dupain Cheng.

Desde que Marinette había llegado a la vida de Adrien, le había enseñado la magia que tenía dicho mes para ella. El rubio nunca había podido apreciar la época navideña como lo estaba haciendo desde hacía siete años cuando comenzó a salir con la franco-china.

Cuando tomaron la decisión de mudarse juntos hace cinco años, Marinette sorpresivamente había descubierto que estaba embarazada de Emma, resultó todo un acontecimiento para ambos. No podían estar más agradecidos de que dicha sorpresa hubiera hecho acto de aparición cuando comenzaron a proyectar una vida juntos.

—Tu turno —la azabache extendió una caja con papeles escritos arrugados.

Adrien frotó ambas manos antes de estirar una y coger un papel.

—¡Vamos! —hizo un pequeño festejo con su puño apretando los labios—. Mi favorita.

Marinette ajustó su azulada mirada intentando adivinar qué había escrito en ese papel que tanto lo había puesto feliz a su esposo. Poco a poco fue comprendiendo de qué se trataba.

—¡No es justo!, quería verla cuando se acercara la fecha de las fiestas.

—Sí lo es —tomó el control remoto de la mesa enfrente del sofá—. Además estamos en democracia, mi voto es totalmente válido.

—¿Cómo es posible que saliera esa película? —alzó una ceja con suspicacia al tiempo que dejaba la caja con papeles a un lado.

—Pues en todos mis papelitos escribí: "Santa Cláusula 3: complot en el Polo Norte".

—¡Eso es trampa!

—No-oh —movió su cabeza de lado a lado—. No había ninguna regla que dijera que no se podía repetir la misma película en los papeles que nos correspondía escribir.

La azabache abrió y cerró varias veces la boca sin saber cómo refutar ello, pues el rubio tenía razón; sin embargo, no le daría la dicha de hacerle saber que estaba en lo correcto.

—Bien —soltó entre dientes acomodando su cuerpo contra el respaldo del sofá mientras cruzaba los brazos—, pero no pienso acurrucarme contigo.

—Pero... —Adrien se giró para mirarla con tristeza poniendo sus mejores ojos de cachorro— sabes que me gusta acurrucarme contigo cuando vemos películas.

—Hiciste trampa.

—No es cierto.

—Que si.

—Que no.

—Que si.

—Que no.

—Que no.

—Que si... ahgg —Adrien se despatarró en el sofá como niño enfadado al haber perdido en el juego de palabras—. Puede que haya hecho cierta trampa, pero es que siempre pierdo cuando jugamos a elegir una película al azar.

La sonrisa de victoria de Marinette se esfumó al escucharlo quejarse en un tono de derrota que la hacía sentir culpable por siempre contar con la suerte de que escogieran sus películas favoritas.

Marinette se levantó de su lugar en silencio para dirigirse, primeramente, hacia el cuarto de sus pequeños para cerciorarse de que su tonta discusión de niños no los hubiera despertado. Seguido rebuscó una manta suficientemente amplia para cubrirlos a ambos, su última parada fue la cocina donde cogió los bocadillos favoritos de Adrien mientras este se encontraba frotando sus sienes por haber hecho semejante travesura para terminar enfadando a su esposa.

Se sentía sumamente mal pero tampoco podía desprenderse de ese malestar que le generaba perder siempre, además de que durante toda su vida acataba las órdenes de su padre sin tener el suficiente poder para enfrentarlo.

Su princesa apareció nuevamente, acercándose hacia él para luego acomodarse en su regazo y terminar cubriéndolos a ambos con una gruesa manta blanca mientras un desencajado Adrien la miraba con cautela.

—Pon la película —besó su mejilla con dulzura—, has sido un ganador justo después de todo —apoyó su cabeza contra la suya mientras se acurrucaba más contra su cuerpo—. Además, tengo que admitir que también me gusta esa película.

—¿Estás segura? —pasó sus brazos alrededor de su cintura mientras se acomodaba mejor en el sofá.

—Muy segura.

—Lamento mucho lo que he hecho, no pensé que ocasionaría una tonta discusión sin sentido —enterró su nariz en la cabellera de su amada—. No quiero que la veas obligada.

—No, de hecho —relamió sus labios para luego conectar su cristalizada mirada con la del de mechas doradas—, me recuerda mucho a cuando nos enteramos de que Emma vendría en camino...

—Me ocurre lo mismo, además fue la primera película que vimos juntos en nuestro hogar —sonrió con nostalgia—. Es de mis recuerdos favoritos junto a ti y nuestra pequeña.

—Recuerdo que nada podía despegarte de este sofá mientras mirábamos esta película.

—Hasta que saliste disparada hasta el baño y me asustaste —frotó su nariz con la de ella en un gesto mimoso.

—Arruiné nuestra pequeña cita hogareña.

—¿Arruinar? —arrugó el entrecejo—. Pero si en ese mismo momento multiplicaste mi felicidad, y mira que ya era sumamente feliz estando contigo.

—Te amo Adrien —suspiró sosteniendo su rostro entre sus delicadas manos—. Mucho, mucho, mucho.

Adrien unió sus labios en un beso sin premura al escucharla. Desconocía hasta ese momento que compartían el motivo por el cual les agradaba la misma película. Su primera hija había significado mucho para él, no sólo era una especie de milagro de navidad sino también el primer recuerdo que formaron con su preciosa novia cuando se mudaron juntos.

—Te amo mi princesa —dejó un último beso en su nariz, tomando el control remoto para encender la televisión—. ¿Sabes una cosa? —ella negó mirándolo embelesada—. Aún estando en el lugar más recóndito de este planeta o inclusive en el Polo Norte, te seguiría eligiendo por sobre todas las cosas.

—¿Aunque sea una esposa necia y berrinchuda? —esbozó un tierno puchero que fue capturado por los labios del ojiverde.

—Eso es lo que te hace especial —la molestó provocando que lo fulminara con la mirada—. Sabes que estoy bromeando, me enamoré de la valiente, determinada, fuerte, valiente y gran Ladybug que resultó ser la misma chica dulce, tierna, apasionada, luchadora Marinette Dupain Cheng. ¡Por supuesto que no pienso dejarte ir!

La de cabellos azabaches mordió su labio inferior para aminorar la gran sonrisa que tenían sus labios al escucharlo describirla con todas esas características que ella no creía poseer.

Definitivamente ambos eran conscientes de lo afortunados que eran de tenerse mutuamente.

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