2 || Bufanda

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2 de diciembre #NaviFicsMLB

Adrien despertó frente a la insistencia de una mano que empuñaba su nariz con cierta fuerza.

Apretó sus ojos al sentir un pequeño dolor en la última insistencia que había sido con mayor intensidad.

—Auch —se quejó con voz ronca abriendo poco a poco los ojos visualizando borrosamente una cabellera rubia larga que conocía a la perfección.

La pequeña respingó en su lugar esperando el regaño de su progenitor al haberlo despertado de súbito.

—Papá, no te enfades —juntó sus manos esbozando un puchero con sus labios—, pero creo que he hecho desaparecer a Hugo.

Adrien se sentó de forma automática abriendo desmesuradamente sus ojos al escucharla. ¿Qué posibilidad había de que una niña de cuatro años pudiera hacer desaparecer a un bebé que aún no caminaba?

—Emma, cariño —suspiró alzando a su hija por las axilas para sentarla en su regazo—, ¿acaso tuviste una pesadilla en donde tu hermanito desaparecía? Porque tal vez haya sido sólo un sueñ...

—No papá —su labio tembló por el potencial llanto—. Yo... yo...

—Hey —la atrajo hacia su pecho para brindarle calidez con su abrazo—, tranquila. No me enfadaré con lo que digas, lo prometo.

—¿Lo —tragó grueso intentando limpiar el nudo en su garganta— prometes?

Adrien enganchó su meñique con el de su pequeña para terminar dejando un casto beso en esa unión ocasionando que Emma se tranquilizara paulatinamente ante esa promesa.

—Estaba pensando en qué pedir para navidad —quitó unas lágrimas con el dorso de su mano—, y puede que ya se haya cumplido de forma rápida...

—¿Cumplido? —el rubio la miró confundido arrugando su entrecejo.

—Si papi —inspiró profundo con pesar—, yo puede que haya pedido que Hugo desapareciera por unos días para que tú y mamá pudieran descansar.

Progresivamente el mayor fue relajando sus gestos para reemplazarlos por una sonrisa comprensiva mientras acariciaba los mechones dorados de su pequeña princesa.

—¿Por qué has pedido eso?

—¿Estás molesto? —su pequeño corazón saltó desbocado frente al miedo que le provocaba que la castigaran.

—No mi vida —besó su frente—. Sólo que me sorprende que hayas pedido ello en vez de algún juguete para ti.

—No me lo merezco —suspiró acurrucándose contra el pecho de su papá—. Yo pedí que mi hermano desapareciera, eso no es nada bueno y-y-y ahora ya no está, no sé cómo devolverlo.

El rubio se sintió terriblemente mal al escuchar a su pequeña expresando que no merecía nada por el sólo hecho de haber pedido que su hermano dejara de ser una carga para ellos.

Sí, muchas noches ellos terminaban demasiado cansados por las patrullas, pero no significaba que sus hijos tuvieran la culpa. En todo caso, ellos se sentían culpables por no llevar una vida tranquila y alejada del drama.

Se detuvo a pensar que tal vez Marinette lo estaba bañando, aunque le parecía extraño que lo hiciera a esa hora, por lo general bañaban a sus hijos antes de dormir para que el sueño hiciera lo suyo y durmieran temprano.

—¿Qué te parece si nos levantamos y desayunamos viendo una película? —la sostuvo en sus brazos mientras retiraba sus piernas del cobertor para levantarse con la niña.

Echó una corta mirada al baño para cerciorarse de que no estuvieran allí, pero no encontró a nadie. Avanzaron por el pasillo hasta llegar a la cocina donde dejó delicadamente a Emma en la encimera para comenzar a rebuscar alimentos en la gaveta y heladera.

De súbito una de las ventanas de la sala se abrió dejando ingresar una cortina de aire helada.

Una flamante Ladybug apareció con un bulto en brazos, apoyó sus pies dentro y dio media vuelta para cerrar la ventana y así dirigirse a una esquina de la sala para destransformarse.

Una luz brillante y rosa se hizo presente luego de ello dejando ver una Marinette abrigada y un Hugo envuelto con una bufanda celeste hasta la nariz. Tikki salió disparada como rayo hacia la cocina para comer algo con urgencia.

Adrien sonrió sintiéndose en calma en cuanto los vio llegar. Y fue allí que comprendió que Emma no había alcanzado a ver a su mamá llevando a Hugo, de seguro había pensado que su mamá había ido sola a patrullar, como de costumbre.

Tomó a la pequeña en brazos que se encontraba frotando sus brazos por el frío que había ingresado. Juntos se dirigieron hacia donde estaba el resto de la familia.

—Lo siento por no haber avisado —la azabache esbozó una mueca compungida—. No quería despertarte y Hugo se encontraba molesto por sus dientes, así que decidí darle un paseo matutino.

El rubio suspiró en cuanto llegó a su lado para dejar un pequeño beso en su mejilla.

—Emma estaba preocupada —la pequeña apoyó su cabeza en el pecho de su padre mientras estiraba una mano en dirección a Hugo que dormía profundamente—. Creyó que lo había desaparecido —Marinette fue a preguntar pero su esposo la interrumpió para evitar entrar en ese tema de momento—. Luego te contaré mejor, ahora ustedes necesitan calor humano.

De esta forma Adrien extendió ampliamente sus brazos para sostener a Marinette junto a Hugo y Emma.

—Hey me han robado mi bufanda —rio divertido viendo cómo el pequeño bebé comenzaba a despertar de a poco.

—Sabes de sobras que Hugo ama sentir el aroma de su papá —acarició la mejilla de su amado con su nariz—, aunque no creo que este tono de color sea acorde a la época.

—Pues tendrás que regalarme otra bufanda roja o verde para que mi pequeño príncipe pueda usarla durante este mes.

—Dalo por hecho —prometió para luego dirigirse a su hija—. Hola mi bebé grande, ¿ya has desayunado?

—Papá estaba por prepararlo y tú apareciste —comenzó a ondular su cuerpo para que su papá la dejara en el suelo y salir disparada a la cocina junto a Tikki.

—Estábamos a punto de desayunar, ¿se nos unen?

—Definitivamente —Hugo comenzó a estirar los brazos en dirección a Adrien, quien lo tomó gustoso, mientras Marinette quitaba su abrigo.

—Alguien obtendrá un mordedor para Navidad —Adrien acercó su rostro a su bebé para provocarle cosquillas con su nariz—. Y tal vez se adelante...

Marinette rio ante ello, ambos recordaban que a Emma le había sido eficaz tal plástico durante la dentición.

Los tres se dirigieron a la cocina, la azabache terminó preparando el desayuno para los cuatro, sabía desde un inicio que lo haría ella en cuanto vio cómo Adrien comenzó a jugar con el bebé a esconderse y aparecer con la bufanda.

No podía decirle nada, siempre terminaba con una sonrisa tonta cada vez que su esposo compartía tiempo con sus hijos, podía contemplarlos las veinticuatro horas del día.

Y a cada momento podía reafirmar que este era su lugar feliz.

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Reto navideño || AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora