11 || Cuento

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11 de diciembre #NaviFicsMLB

Un estruendoso ruido retumbó en toda la casa provocando el llanto del pequeño Hugo y los gritos de susto de Emma.

Una gran tormenta se había formado en el cielo París anunciado la caída de fuertes rayos y piedras en toda la ciudad.

Esto tenía muy inquieto al bebé debido al miedo que le generaba los ruidos fuertes. Hacía media hora que Adrien estaba meciéndolo en sus brazos intentando calmar su desconsolado llanto.

Mientras tanto, Marinette había dirigido urgentemente sus pasos al cuarto de Emma que se hallaba horrorizada con su rostro escondido en el pecho de su madre.

—Calma mi niña —acarició su espalda en un gesto de consuelo—. Es sólo una tormenta, tú estás a salvo en tu casa, conmigo, tu papá y tu hermano.

—¿Y por qué llora Hugo? —se aferró a su cuerpo cuando otro trueno hizo vibrar su ventana.

—Porque los bebés son sensibles a los ruidos fuertes, él no entiende que es sólo una tormenta y que pasará —besó su coronilla dulcemente volviendo a apoyar su cabeza en la de ella.

—¿Papá ni tú saldrán a aullar verdad?

—Patrullar —la corrigió sonriendo—. Y no, no iremos a patrullar, ustedes nos necesitan más que los ciudadanos. Nada malo ocurrirá mientras tanto.

—Los malos podrían mojarse con la lluvia mami.

— Exacto.

—¿Quieres un poco de chocolate caliente? —la separó para mirarla quitando los mechones de su rostro.

—¿Puedo acompañarte?

Marinette asintió sonriendo cálidamente para tomar su pequeño cuerpo y atraerla hacia su pecho mientras Emma la encarcelaba con sus piernas fuertemente. No quería que su mamá la soltara por nada del mundo.

En la cama matrimonial se encontraba Adrien con Hugo que había logrado entretenerse con su kwami que le hacía cosquillas por toda la cara y cuerpo provocando que el pequeño bebé volviera a sonreír con sus mejillas empapadas de lágrimas.

—Vaya Plagg, pareciera que mi hijo te ama más a ti que a mi —soltó divertido el Agreste, acomodando a Hugo en una de sus piernas.

—Tú no has hecho más que sostenerlo como una bolsa de patatas, por supuesto que te odia.

El rubio rodó los ojos divertido volviendo a concentrar su atención en Hugo que había comenzado a frotar sus ojos por el desgaste que le había provocado toda esta situación estresante.

—Mira, ya está durmiéndose el pequeño Adrien —voló para acomodarse en frente y comenzar a hablar—. Le contaré un cuento,

—¿Qué le contaras? ¿Cómo extinguiste a los dinosaurios?

—Ja ja, muy gracioso —le mostró su lengua provocando la risa de Hugo que comenzaba a tambalearse del sueño—. Le contaré un cuento que te resultará familiar.

—Si tú lo dices...

—Había una vez un niño rubio y una niña rubia que amaban a otras personas que eran ellos mismos. Eran tan ciegos como mi abuela y tan tontos como Adrien, tu papá...

—¡Hey!

—Como decía, un día descubrieron sus identidades por casualidad y luego se casaron y tuvieron dos criaturas lloronas y rubias. Fin.

—Vaya Plagg, eres todo un relator —soltó con sarcasmo observando cómo su hijo comenzaba a buscar su rostro para mirarlo—. ¿Qué ocurre bebé?

Hugo estiró sus brazos hacia arriba intentando girar su cuerpo para que su papá lo tomara en brazos para dormir.

—¿Te ha dado sueño mi pequeño gatito? —besó su frente acomodándolo en su pecho al tiempo que se levantaba de su lugar para dirigirse a la sala al escuchar la risa de su hija.

En el suelo del lugar se hallaba sumamente hipnotizada la pequeña princesa sosteniendo una vela en sus manos, siendo supervisada por su mamá quien se encontraba con una taza de chocolate caliente en sus manos.

Adrien sonrió frente a lo maravillada que se encontraba su hija luego de haberse sentido asustada con la tormenta. Su mirada se dirigió de nueva cuenta a su esposa, no dejaba de admirar lo sensacional que era para consolar a sus hijos. Se sentía un tanto mal al haber necesitado la ayuda de su kwami para tranquilizar a su bebé.

—¿Se ha dormido? —preguntó en un susurró la azabache captando su atención.

—Plagg le ha contado un cuento —sonrió acomodándose a su lado siendo cuidadoso de no despertar a Hugo.

—¿Un cuento?

—Ya sabes, de ese par de adolescentes ciegos y enamorados que eran superhéroes —guiñó un ojo provocando el sonrojo de ella al percatarse a qué se refería.

—Al parecer le ha gustado —respondió con una sonrisa boba en sus labios mientras dirigía su mirada al bebé que dormía plácidamente contra el pecho de su padres. Sus mejillas lucían unas lágrimas secas que le apretaban el corazón.

—¿Y te cuento la mejor parte del cuento? —asintió volviendo a mirarlo—. Él es sumamente feliz con ella y tienen dos hijos que son lo mejor que le ha pasado. Ahora le resulta difícil pensar en un futuro sin ellos, porque los ama con locura.

—Adrien —apretó sus labios apoyando su frente a la altura de sus labios—. Te amo mi amor.

—Y yo te amo a ti mi preciosa princesa.

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Reto navideño || AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora