Cap. 8: Promesa inesperada

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Los ojos de la joven pelirroja comenzaban a abrirse lentamente intentando adaptarse a la luz blanca de las lámparas sobre ella. El cuerpo le dolía y parecía hervir en fiebre por el inmenso poder que había desatado. Miró con atención su piel un poco enrojecida en los antebrazos, sus manos temblaban y sus labios parecían secos. Los tocó y notó cómo estos se habían cuarteado por el intenso calor que su luz interna le había provocado. Estaba deshidratada. Entonces, comenzó a buscar agua con sus aún confundidos ojos, pero no la encontró. Aún adolorida, la oji-azul se sentó recargando su espalda en el apoyo de la cama donde se encontraba. Intentó enfocar su mirada hacia la entrada y pudo notar una enorme figura postrada en aquella habitación al frente suyo. Tenía una ligera idea del personaje que podría ser dueño de esa formidable sombra y, no se equivocó. Reconoció la estatura de su anterior oponente, su escalofriante semblante y su olor. Ella no era fanática de observar a las personas sin su consentimiento, pero este hombre era la excepción, pues su sola presencia provocaba curiosidad en los inocentes ojos de Lux y se preguntaba qué haría ahí ese tipo que estaba más que dispuesto a asesinarla con su hacha en la anterior contienda.

El mayor fijó su mirada en la esbelta figura de aquella mujer que lo había derrotado y, sin comprender del todo esa extraña emoción que le causaba, permaneció un rato más admirándola como si de una mueca de porcelana se tratase. La observó con detenimiento y pudo notar la resequedad que el calor de su luz interior le había causado en toda la piel; sus ojos parecían aun inútiles, pues la mujer no parecía sobresaltada o temerosa de verlo en la misma habitación sin supervisión alguna de los docentes. Cruzando sus brazos esperó un momento más hasta la reacción de la chica a causa de su presencia y por fin el momento llegó. Ella permanecía inmóvil recargada sobre el respaldo de la cama mirándolo con cierta duda y temor causando una sensación de satisfacción en él. Se decidió a acercarse lentamente de manera imponente y pícara buscando incomodar aún más a la chica y, lo consiguió.

En cuando Darius se movió Lux buscó con la mirada su cetro para defenderse de cualquier indebida intención por parte de aquél hombre. Sin embargo, la varita no se encontraba cerca de ella y lo único que pudo hacer, en segundos, fue levantarse de la cama para huir de un destino fatídico, pero fue inútil. No pudo escapar a tiempo del acecho de ese temible cazador pues, al igual que una débil presa, la había acorralado entre el respaldo de la cama y su imponente cuerpo. Podía oler su perfume, podía ver con detalle los músculos que se mostraban en la abertura de su camisa, podía escuchar su respiración y, sin dudarlo, desvió la mirada para evitar cualquier contacto visual.

Al encontrarse cara a cara contra la chica disfrutó el delicioso aroma despedido por aquel frágil cuerpo, ¿Acaso eran lilas? Hace unos días había olido vainilla en el toque que había realizado al pecho de la muchacha, ¿Había cambiado su perfume? Las preguntas rebotaban dentro de su cabeza recordando el olor que Fiora despedía también. Eran tan similares que lograron confundir a su cerebro, pero alejó todos aquellos pensamientos y se concentró en lo que tenía planeado decirle a su nuevo objetivo. Entonces, con su ronca voz el joven comenzó a hablar cerca del oído de su ahora víctima invadiendo por completo su espacio personal con el fin de incomodarla aún más.

- Fuiste valiente pequeña, pero no creo que sea justa tu manera de ganar contiendas - advirtió el chico burlándose de ella - realmente me has sorprendido y, te subestimé, pero quiero que sepas que jamás volverá a suceder. Espero jamás enfrentarme de nuevo a ti porque la próxima vez morirás antes de que utilices tus lucecitas.

El rostro de la chica cambió por completo su semblante al escuchar aquellas temibles palabras. Su juicio se iba por la borda lenta, pero inevitablemente, satisfaciendo sin saber, el cruel corazón de Darius. Las manos comenzaron a temblarle preguntándose cómo había logrado, aquél temible hombre, sobrevivir a su ataque definitivo. La última vez que éste había salido de su interior había provocado la muerte de su niñera cuando tenía cuatro años, así como estragos a su cuerpo y alrededores. Sin embargo, esta vez pareciera haber causado más catástrofes en sí misma que a otros y, aquello le aliviaba un poco. Por esa razón, la dama luminosa siempre llevaba un colgante de petricita colgando en su cuello y, al recordar aquello, intentó tomar entre sus manos aquel útil artefacto para sentirse protegida, pero sus dedos sólo tocaron un contenedor vacío. La piedra se había destruido con la liberación del verdadero poder que Lux poseía en su interior. Alertada por este hecho sus ojos se posaron en el rostro de su acechador notando su cínica expresión al obtener lo que más deseaba; una sumisa y temerosa Luxanna, pero esta vez no era él por completo la causa.

La mujer perfecta (Darius x Lux)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora