Alitas de pollo

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Apuntó su escopeta hacia el ciervo oculto en la oscuridad que el bosque le ofrecía. Jaló del gatillo y un fuerte estruendo espantó aves que reposaban en las ramas de los árboles a su alrededor. El ciervo corrió unos cuantos metros antes de caer producto de la herida producida por el arma.

—¡Tengo uno!— gritó a sus compañeros dispersos por el bosque, que compartían su misma afición—. Voy a la cabeza con éste.

Al acercarse vio al animal respirando aceleradamente, reflejándose el terror en sus ojos. El chico sacó un cuchillo de su bota estilo militar con el objetivo de cortar el cuello del ciervo, pero el revoloteo constante de lo que parecía ser un gran ave entre los matorrales llamó su atención. Cargó rápidamente su escopeta antes de aventurarse a ver qué animal era el dueño de semejantes aleteos. Con el cañón de su arma movió la rama de los arbustos y casi la acciona por el susto que se llevó al encontrar a un chico desnudo con unas enormes alas blancas en su espalda. El color inmaculado estaba tiñéndose lentamente por el rojo de su sangre, mientras sacudía sus alas insistentemente como si aquello fuese a parar el sangrado.

—Debe ser un jodido sueño— murmuró bajando su arma dejándola en el suelo cuando vio que el chico se percató de su presencia—. ¿En verdad eres real?

El joven dió un par de pasos hacia atrás y frente a los ojos incrédulos del cazador se transformó en una hermosa ave de vivaces colores, que al intentar hacer vuelo cayó estrepitosamente contra el suelo. El cazador corrió hasta el animal para ver si se había hecho más daño del que ya tenía antes. Nuevamente el ave cambió de forma a la de un ciervo, pero una vez que cayó no pudo levantarse.

El cazador quedó en un estado de shock cuando volvió a aparecer el chico frente a sus ojos. El ser cambiante se refugió bajo sus alas heridas mientras susurraba palabras en lo que parecía ser un extraño idioma.

—Lo siento, no te entiendo— dijo el cazador asustado.

—No me mates, por favor— pronunció el chico bajo el manto de plumas ensangrentadas.

El cazador prometió no hacerlo mientras se debatía en si debía ceder ante el impulso de tocar las alas del chico de rubios cabellos. Cediendo ante su curiosidad colocó sus manos sobre el plumaje y se sorprendió de la suavidad de éste. Aprovechando que el chico le había permitido tocarlo revisó de dónde provenía el sangrado. Se sintió terriblemente culpable de ver que no solamente se había fracturado un ala producto de su caída anterior, sino que también las heridas que tenía eran por perdigones de su disparo anterior al ciervo. Seguramente estaba muy cerca del animal cuando tiró del gatillo. Con el cuchillo de su bota lo introdujo dentro de las heridas para sacar los proyectiles incrustados, y sacando de su mochila una botellita de alcohol la vertió sobre las heridas. El cazador tuvo que cubrir la boca del chico con su mano para evitar que su grito de dolor llamara la atención de los otros cazadores en el bosque y la situación pasase a ser realmente peligrosa para él.

—Siento mucho todo esto— susurró apartando el largo cabello de su rostro—. No quise lastimarte.

—Pero sí al ciervo— respondió entre respiraciones aceleradas aún recostado en el suelo con sus alas moviéndose por espasmos de dolor—. Los humanos son horribles.

El cazador iba a refutarle, pero el golpe de un ala casi lo aturde. Contuvo sus ganas de gritarle al ver cómo aquella acción había significado un profundo dolor en el joven.

—Lamento también mucho lo del ciervo— dijo comenzando a sacar vendajes de su mochila.

Debía hacerle más curaciones al "ángel", que fue la manera en la que lo nombró en su cabeza debido a sus características, pues el sangrado parecía no detenerse.

—El disparo fue de antes...el ciervo que mataste me estaba ayudando— dijo entre quejidos mientras el cazador movía su plumaje para colocar vendas sobre los agujeros en la piel herida.

—Pues lamento haber matado a tu amigo— dijo concentrado en poner las vendas. Un nuevo golpe hizo que cayera de espaldas—. ¡Deja de hacer eso! Así no podré ayudarte, alitas de pollo.

El chico rió con debilidad antes de que su ala cayera al suelo. Al parecer el ángel había perdido el conocimiento. El cazador aprovechó aquella oportunidad para terminar de vendarlo, pero su trabajo se fue al carajo cuando el chico tomó la forma de un pequeño conejo blanco, quedando los vendajes esparcidos por el suelo. Tomó al animal y lo envolvió en su chaqueta. Debía llevárselo de ahí antes de que regresara a su forma humana y fuese encontrado por otro cazador. Corrió a su camioneta a las afueras del bosque y puso al animalito sobre el asiento del copiloto.

El cazador sacó el teléfono de su bolsillo y envió un mensaje a sus compañeros diciéndoles que le había surgido una emergencia en casa y que debía retirarse antes, para que no lo buscaran en el bosque. También les dió una pequeña referencia sobre dónde podían encontrar el ciervo al que había disparado antes de encontrar al ángel.

Estaba comenzando a desesperarse debido a que no podía detener el sangrado del chico, que había regresado a su forma "humana" en cuanto fue dejado sobre la mullida cama del cazador

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Estaba comenzando a desesperarse debido a que no podía detener el sangrado del chico, que había regresado a su forma "humana" en cuanto fue dejado sobre la mullida cama del cazador.

—No te mueras— gruñía tirando una nueva compresa a la basura empapada en sangre.

Pensó en llevarlo a un hospital, pero a su cabeza vino la gran conmoción que causaría al llegar con él. Lo más probable es que terminaría siendo un experimento del gobierno o alguna de esas teorías locas de las que había escuchado hablar en la televisión en un par de oportunidades.

—Me duele— murmuró semi inconsciente agitando con debilidad sus alas—. Sus armas son...muy dolorosas.

Ahí el cazador tuvo el presentimiento de algo. Corrió por todo su apartamento buscando un par de pinzas.

El sangrado por fin se detuvo cuando retiró los últimos perdigones que habían quedado ocultos. El ángel le agradeció por haber terminado su suplicio antes de desmayarse una vez más.

El cazador se dejó caer al suelo agotado por su ardua tarea.

—Al menos logré salvar tu vida, alitas de pollo— susurró limpiando el sudor de su frente.

—Me llamo Seishu— murmuró pegándole con su ala con suavidad.

—Me llamo Seishu— murmuró pegándole con su ala con suavidad

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Feathers [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora