—No lo entiendo— dijo el rubio inclinando su cabeza a un lado.
—No es necesario que lo hagas— le respondieron con voz traviesa—. Tal vez algún día experimentes esto por ti mismo, y así podrás entenderlo.
Manjiro frunció el ceño, cruzándose de brazos. El hombre junto a él rió extendiendo su mano para desordenar sus rubios cabellos. El líder no le dijo nada por aquello, pues sabía que era su costumbre para transmitirle tranquilidad. Permanecieron en silencio, observando a las personas caminar a su alrededor, ignorando la presencia de aquellos espíritus entre ellos.
—¿Qué harás el día que muera?— preguntó Manjiro echando su cabeza hacia atrás, para mirar las nubes avanzar lentamente.
—No lo sabré hasta que suceda— respondió recostándose en el suelo—. Quizás daría mi vida por él, aunque creo que depende del contexto.
Manjiro exhaló por la nariz en un suspiro de tristeza. No podía imaginarse una vida sin Shinichiro, quien había estado a su lado desde prácticamente su creación, siendo el único espíritu que conservaba su representante original, a diferencia de los demás.
El líder miró al espíritu de la compasión por unos instantes, y por un breve momento deseó sentir aquello que su "hermano" solía llamar "enamorarse". Pero luego recordó lo efímeros que eran los humanos, y que no estaba seguro si podría tolerar tener una pérdida tan grande como aquella en su eterna vida.
Vio a Shinichiro ponerse de pie y correr hasta un humano; un chico de cabellos blancos y mirada aburrida, que al visualizar al espíritu, cambió a una que reflejaba el mismo amor que le profesaban. Aquel día fue en que Manjiro conoció a Wakasa, y también fue el mismo día en que perdió a su hermano para siempre.
El Gran Espíritu sintió que su mundo se venía abajo cuando se enteró que su hermano no había dudado en entregar todas sus plumas a cambio de regresar a la vida a su amado Wakasa, quien había fallecido en un fatídico accidente automovilístico, en dónde un camión no respetó el semáforo en rojo, y dió contra el carro del humano.
Manjiro vivió por primera vez el profundo dolor de perder a quien había sido su espíritu más amado. Condenó a Wakasa a ser una especie de sirviente para él a cambio de la vida de Shinichiro. Y el humano accedió por el sentimiento de culpa.
El resentimiento de Manjiro no sólo se limitó a Wakasa y a los humanos en general, sino que también se irradió a quien llegaría como el reemplazo de Shinichiro. Cuando la marca en su brazo brilló con intensidad luego de unas cuantas semanas, por un momento el rubio pensó que su hermano estaba de regreso. Sin embargo, grande fue su decepción al encontrarse con un chico pelinegro de mirada azul, a quien Takashi llamó Chifuyu debido al día nevado en que había aparecido bajo el arco.
Era obvio para todos que a Manjiro no le agradaba Chifuyu, pues siempre ignoró su presencia o sus castigos eran más severos con él. Pero poco a poco, el chico pelinegro se había ganado un espacio en el endurecido corazón del Líder.
Manjiro tuvo que enfrentarse nuevamente al dolor de perder a uno de sus espíritus cuando Chifuyu fue lanzado a la fuente por Seishu en un intento de salvar su vida, aunque esta vez era diferente, pues el chico se mantenía vivo, aunque no recordara a ninguno de ellos.
El Líder suspiró mirando a Chifuyu pasar por su lado mientras reía, tomado de la mano del humano que lo había enamorado y que gatilló su final como espíritu. Por lo menos, el pelinegro era feliz junto a ese despreciable tipo.
—¿Señor Manjiro?— preguntaron a sus espaldas.
El Gran Espíritu podía asegurar que conocía a dos humanos por lo que valía la pena visitar el plano físico. El primero y más reciente era Chifuyu, y el segundo era Takemichi, quien estaba parado frente suyo con una gran sonrisa.
Manjiro tomó al humano desde el rostro con mucha delicadeza y besó sus labios brevemente a modo de saludo, cómo ya acostumbraban a hacerlo. El chico se sonrojó avergonzado mientras su mirada iba hacia el hombre que aguardaba cerca de ellos.
—¿Qué hace él aquí?— preguntó el espíritu, cambiando el color de su mirada en un pestañeo.
—Lo encontré el día de ayer— dijo Takemichi con una pequeña sonrisa—. Estábamos realizando unas compras cuando te ví. Pensé que sería buena idea presentarlos debidamente.
Manjiro agarró del cuello al padre de Takemichi en un rápido e impredecible movimiento, haciendo que el pelinegro le rogara para que no le hiciera daño.
—Él te metió en muchos aprietos— dijo Manjiro apretando más sus dedos alrededor del cuello del hombre.
Las personas se acumularon a su alrededor, haciendo que Takemichi se sintiera aún más desesperado. Tenía miedo que Manjiro lastimara a su padre, o que revelara su identidad ante los curiosos.
—¡Déjalo!— gritó dándole un bofetón que sí fue doloroso para el espíritu.
Manjiro soltó al humano, incrédulo por el dolor que sentía ¿Cómo rayos había conseguido hacer eso Takemichi? En toda su existencia como espíritu, una criatura viva había logrado hacerle sentir dolor físico, ni siquiera las armas inventadas por los humanos habían conseguido aquello.
—¡Malo!— volvió a gritarle el chico, ayudando a su padre a ponerse de pie luego de haber caído exageradamente al suelo para darle lástima a su hijo.
El Gran Espíritu vio al par de humanos alejarse entre la multitud de curiosos.
Exactamente habían pasado tres días desde que Takemichi había salvado a su padre de Manjiro, y el hombre había vuelto a romper su corazón luego de haberle robado una buena cantidad del dinero que Wakasa le había dado. Y lo peor de todo, el infeliz había huido como siempre.
Manjiro encontró a Takemichi bajo las mantas de su gran cama, en una especie de capullo. Podía sentir la esencia de su tristeza emanando con potencia.
—Lamento haberte golpeado— murmuró Takemichi con voz quebrada—. Y lamento mucho no haberte hecho caso.
El Gran Espíritu buscó entre las mantas el rostro del humano, y sin querer dejó escapar una carcajada al encontrarse con una cara de ojos enrojecidos y una nariz húmeda.
—Fallé como guardián— dijo besando su frente—. Te hirieron y yo no te protegí como debía.
Takemichi inició con un amargo llanto mientras batallaba con las sábanas y mangas para salir de su capullo y lanzarse a los brazos del Gran Espíritu.
El corazón de Manjiro volvió a latir con fuerza. Aquel abrazo, repleto de lágrimas y mocos, había logrado destruir la sólida capa de hielo que había estado alrededor de su corazón.
El pelinegro dejó de llorar al sentir los sollozos del espíritu. Manjiro dejó salir el dolor que aprisionó en su interior por tanto tiempo. Takemichi lo abrazó con más fuerza para consolarlo.
—Gracias— dijo Manjiro envolviéndolo con las alas, que aparecieron sólo para ese motivo.
Takemichi limpió el rostro del espíritu y después de darle una sonrisa amable, se dedicó a besar cada centímetro de su rostro, terminando en sus labios.
—Ahora lo entiendo, Shinichiro—susurró abrazándose otra vez al humano, apoyando el mentón en su hombro.
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Feathers [Tokyo Revengers]
FanfictionLa sociedad ha ido en decadencia a medida que el tiempo avanza. Ya no hay esperanza. Escrituras antiguas hablan de seres que pueden devolver la humanidad perdida, pero todos creen que sólo son cuentos. Pero el revoloteo entre las malezas podría ser...