El costo de la libertad

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El sonido de las cadenas que lo mantenían atado resonó en la oscura y vacía habitación. Avanzó hasta los barrotes metálicos y sujetó uno en cada mano mientras esperaba paciente a qué abrieran la puerta. Siseó por el dolor que le causó el haber agitado sus alas. Los grilletes que envolvían la zona donde sus alas nacían y también en su cuello contaban con pequeños clavos que le generaban daño y un insoportable dolor al realizar algún movimiento brusco.

—Buenas noches, mi querido ángel— dijo el hombrecillo entrando al cuarto luego de haber quitado los seguros de la puerta.

El chico se mantuvo con una expresión serena a pesar de todo el dolor que sentía. El hombre avanzó hasta él y estiró su mano para acariciar el suave rostro del espíritu.

—Hoy es tu día de suerte, querido. Alguien pagó una verdadera fortuna por ti— dijo el hombre abriendo la jaula para tomar la cadena que conectaba el cuello del espíritu al suelo. Jaló con tanta fuerza que el chico cayó dejando escapar un grito de dolor cuando los clavos se insertaron profundamente en su piel.

El espíritu no podía escapar debido a esos grilletes, que mientras siguieran incrustados en sus tejidos no le dejarían abandonar el plano físico.

—El inútil de su hermano vino por ti, así que será mejor que no le des más problemas y cooperes en el traslado— amenazó soltando la cadena del suelo para obligarlo a tirones a ponerse de pie.

El chico de claros cabellos tropezó un par de veces siguiendo al hombrecillo. Estaba tan débil y adolorido que el simple hecho de dar un par de pasos significaba un gran esfuerzo para él.

Fuera de la habitación se encontró con un muchacho alto, realmente impresionado de verlo. No lo culpaba, no era algo común ver a un sujeto con grandes alas blancas saliendo encadenado de una habitación vistiendo solamente un sucio pantalón.

El hombre le entregó la cadena al sujeto más alto dándole algunas indicaciones importantes sobre su cuidado y de cómo evitar que escapase.

—Es sumamente tranquilo— comentó dándole palmaditas en el rostro al ángel—. Siempre y cuando no arranques una de sus plumas.

Hizo una demostración de lo que ocurría si alguien tomaba una de las blancas plumas del espíritu. El chico sin importarle el dolor que le causara moverse de la forma en que lo hizo, sujetó al hombre desde el cuello y apretó clavando sus uñas en la piel mientras en su otra mano se formaba una lanza. El hombrecillo jaló de la cadena haciendo que el espíritu cayera al suelo gritando de dolor. La lanza se evaporó en la mano del chico.

—Por favor, no vuelva a hacerle daño así— rogó el muchacho alto con preocupación—. No era necesaria la demostración.

El ángel levantó la mirada y vio en los ojos del chico algo muy poco usual en los humanos: piedad.

El chico se acercó al espíritu y le acercó la pluma que el hombre había dejado caer cuando fue sostenido por el cuello. El ángel sujetó la pluma y la guardó en su bolsillo junto con el resto que había logrado rescatar de demostraciones anteriores.

 El ángel sujetó la pluma y la guardó en su bolsillo junto con el resto que había logrado rescatar de demostraciones anteriores

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El ángel miraba por la ventana del automóvil el exterior. Había pasado cerca de un mes desde la última vez que disfrutó de su libertad antes de haber sido atrapado por el hombrecillo.

—Lamento mucho que tengas que pasar por esto— dijo el chico sentado frente a él, sujetando la cadena con manos temblorosas.

El espíritu lo miró por unos segundos, pero desvió su atención al exterior y al aire fresco que entraba por la ventana.

—Me llamo Hakkai— dijo para romper el hielo y ver si lograba que el ángel le respondía, o por lo menos saber si le estaba entendiendo.

—Soy Takashi— respondió cortante aún con la vista hacia fuera.

El muchacho alto suspiró con nerviosismo. Tenía una voz cautivadora. Un sentimiento extraño afloró en su pecho. Era la culpa por ser participe del cautiverio de una criatura tan hermosa e inocente como Takashi.

El ángel se asustó cuando el chico se le acercó sorpresivamente. Pensó en que lo atacaría o intentaría robarle sus plumas, sin embargo fue inesperado que el grillete en su cuello fuese abierto.

—Mi hermano me asesinará por esto— se decía con las manos aún más temblorosas mientras buscaba las llaves de los grilletes de las alas de Takashi.

Cuando el ángel fue liberado pudo ver cómo el brillo regresaba a su mirada amable. Era un ser radiante.

Hakkai abrió la puerta del automóvil aún en marcha para dejar que el espíritu pudiese escapar.

—Estoy en deuda contigo— susurró el angel besando su frente antes de salir del automóvil en forma de una blanca paloma.

Hakkai pudo ver al ave emprender vuelo por unos cuantos metros antes de desplomarse sobre unos árboles. Le pidió al chófer detener el carro antes de bajarse y correr hacia donde había visto al ángel caer. Lo encontró en un arbusto espinoso enganchado desde sus alas. El joven tomó al ave con mucho cuidado y quitó las espinas que hubiesen quedado en su plumaje.

—Creo que aún no estabas preparado para un vuelo así— murmuró viendo al ave mover débilmente sus alas—. ¿Te molesta si te llevo a casa conmigo? Ahí puedes recuperarte y luego marcharte cuando ya te sientas mejor.

La paloma se acurrucó en sus manos como señal de confianza. Ahora Hakkai debía explicar cómo había perdido al sujeto por el cual su hermano había pagado una barbaridad de dinero y porqué llegaría con una paloma en su lugar.

 Ahora Hakkai debía explicar cómo había perdido al sujeto por el cual su hermano había pagado una barbaridad de dinero y porqué llegaría con una paloma en su lugar

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La paloma se mantenía refugiada bajo la cama de Hakkai, mientras presenciaba el mayor acto de salvajismo de su larga vida entre los mortales. No podía entender cómo alguien podía ser tan cruel con su hermano menor.

Hakkai estaba en el suelo en posición fetal mientras su hermano mayor lo golpeaba sin piedad en conjunto con dos de sus secuaces. Takashi pensó en intervenir, pero fue el mismo chico quien le había dicho que no interfiera si veía que las cosas se ponían muy violentas con su hermano mayor Taiju.

El ángel salió de su escondite en cuanto Hakkai quedó solo en su habitación. Takashi derramó lágrimas de profunda tristeza al ver el rostro hinchado e irreconocible del chico. Tomó su mano para ayudarle.

—Tranquilo, no morirás— susurró aún aferrado a su mano.

De su pantalón sacó unas cuantas plumas y las fue colocando sobre el rostro y cuerpo de Hakkai. Pero no fueron suficientes para curar todo el daño que había sufrido. Takashi sin dudarlo arrancó de sus alas más plumas, pero el chico lo detuvo.

—No sigas... ¿Cómo volarás de regreso a casa si no tienes tus plumas?— preguntó con respiración acelerada.

Takashi lo cargó y lo puso sobre su cama. Por lo menos sabía que ya estaba fuera de peligro de morir por lo que podría quedarse tranquilo hasta cierto punto.

—Me quedaré hasta que te recuperes... Es lo mínimo que puedo hacer por ti luego de devolverme mi libertad— dijo besando su frente otra vez.

Hakkai sonrió levemente.

Feathers [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora