Ken tomó a Takemichi sin el mayor esfuerzo y lo cargó sobre su hombro mientras Manjiro terminaba de golpear a los sujetos que se habían atrevido a meterse con el chico pelinegro.
—Es por eso que detesto tanto a los humanos— comentó Manjiro sacudiendo las palmas de sus manos acercándose al otro espíritu—. Son codiciosos y nunca van a estar satisfechos con lo que ya tienen.
—Acabas de salvar a uno— dijo Ken acomodando a Takemichi para ponerse en marcha.
El humano había intentado pagar su deuda con los matones que le habían prestado dinero por el asunto de su padre. Pero los sujetos al verlo con tanto dinero de un momento a otro, comenzaron a amedrentarlo para conseguir más. Takemichi tuvo la suerte de que Manjiro había decidido aparecer en el plano físico y como siempre coincidieron en la tragedia del menor. Está demás explicar lo ocurrido en el lugar.
—No le digan a Wakasa que salí sin avisar— dijo Takemichi balanceando sus manos al ritmo de los pasos de Ken—. Se enfadará mucho conmigo si llega a enterarse.
—¿Le temes más a él que a nosotros?— cuestionó Manjiro alzando una ceja, confundido.
—Él es muy aterrador— dijo con voz nerviosa—. En especial cuando se enfada.
Manjiro le pidió a Ken que le entregara al humano, por lo que el espíritu no tuvo más remedio que obedecer. El líder le agradeció por su ayuda y luego le dijo que podía continuar con su trabajo, pues el se encargaría de llevar a Takemichi de regreso a casa.
El ojiazul estaba muy avergonzado al ser cargado al más puro estilo de una princesa por el rubio. Le comentó repetidas veces que podía caminar por si mismo y que no era necesario que lo llevara de esa forma, pero Manjiro hizo oídos sordos el resto del camino hasta llegar al enorme edificio.
—Bienvenidos al hotel "Higanbana"— saludó la recepcionista con una gran sonrisa después de darles una reverencia—. ¿Necesitan un cuarto?
Takemichi la saludó con la mano a lo que la chica se disculpó al no reconocerlo a primera instancia. Y la expresión de la mujer cambió a uno de terror al darse cuenta quien acompañaba al ojiazul. Era el sujeto al que su jefe le mostraba mucho respeto.
—Por favor, disculpen mi torpeza— dijo la muchacha dándoles una larga y exagerada reverencia.
Manjiro rodó los ojos antes de tomar la mano de Takemichi y obligarle a seguirle hasta el cuarto de éste.
Takemichi intentaba comprender cómo habían llegado a la situación actual, dónde Manjiro reposaba sobre él, con la cabeza recostada sobre su pecho, abrazado a él de manera posesiva.
—¿Está cómodo?— preguntó nervioso.
—Bastante— respondió después de exhalar por la nariz con pereza—. ¿Puedes acariciar mi cabeza?
Al humano no le quedó otra alternativa que obedecer, pues no deseaba que se enfadara con él y terminara lastimándolo cómo a los sujetos de antes. Manjiro percibió el temor del ojiazul, por lo que le aseguró que no sería capaz de hacerle daño.
El líder nunca imaginó que los brazos de un humano fuesen tan cómodos y acogedores. Siempre mantuvo la distancia de ellos, y sólo se limitaba a interactuar lo justo y necesario. Su preferencia era más hacia las almas, pues éstas eran más puras que la complejidad de un humano en sí.
Sujetó la mano de Takemichi cuando el chico la acercó a su rostro para verificar si se había dormido.
—¿Por qué sólo percibo energías positivas en ti?— susurró Manjiro —. No es posible que un humano sea así de bueno.
—¿Por qué siempre habla como si no perteneciera a este mundo?— preguntó curioso Takemichi viendo al espíritu jugar con sus dedos antes de entrelazar sus manos.
El corazón del pelinegro se detuvo por un segundo por el susto de ver un par de grandes alas aparecer en la espalda del chico sobre él. Su primera reacción fue abofetearse para asegurarse de que no se encontrara dormido y la imagen fuese parte de su sueño. Su segunda reacción fue extender con temor su mano para tocar una de las alas. Manjiro pensó en detenerlo, pues sabía que la naturaleza curiosa de los humanos haría que el chico quitara una de sus plumas, pero decidió darle el beneficio de la duda.
—Son preciosas— murmuró boquiabierto acariciando el plumaje con mucha delicadeza— ¿Entonces eres mi ángel de la guarda?
—Ya te dije que no soy un ángel— regañó mientras sus alas se sacudían levemente—. Pero si lo deseas, puedo ser tu guardián.
—Yo no merezco algo así— respondió viendo cómo Manjiro se sentaba entre sus piernas, sujetando su mano.
Takemichi se asustó cuando el Gran Espíritu hizo brillar su muñeca y aparecía una marca sobre ella. El humano la miró con temor e intentó comprobar si era permanente. Manjiro le mostró la marca nueva que había aparecido en su brazo, y le explicó que cuando se encontrara en problemas, lo sabría de inmediato pues la marca comenzaría a brillar.
—Creo que éste ha sido el sueño más extraño que he tenido en mi vida— dijo Takemichi rascando su mejilla—. No, definitivamente el más raro fue el del dinosaurio rosa que cantaba opera.
Manjiro levantó sus cejas tratando de imaginarse aquello. Inevitablemente comenzó a reír, sorprendiendo a Takemichi, quien hizo el comentario de que pensaba que el Gran Espíritu no tenía sentido del humor pues siempre que había interactuado con él se mantenía muy serio.
—Eres un humano muy especial— susurró sujetando su rostro antes de besarlo—. Ahora entiendo porqué mi hermano enloqueció por uno.
Takemichi inclinó su cabeza a un lado, con la interrogante sobre lo que había dicho Manjiro. Pero tuvo que quedarse con la duda, pues el espíritu volvió a besarlo con premura.
En Manjiro había despertado algo completamente desconocido al ver el rostro sonrojado y los ojos llorosos del humano luego de terminar con el beso. Y aquello lo asustó tanto que tuvo que desaparecer en un pestañeo dejando a Takemichi solo en la habitación, con la gran duda si había cometido algún error que hubiese molestado al espíritu.
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Feathers [Tokyo Revengers]
FanfictionLa sociedad ha ido en decadencia a medida que el tiempo avanza. Ya no hay esperanza. Escrituras antiguas hablan de seres que pueden devolver la humanidad perdida, pero todos creen que sólo son cuentos. Pero el revoloteo entre las malezas podría ser...