La silla se rompió en varias partes al ser lanzada contra la muralla. Un grito de impotencia se escuchó retumbante en la habitación. Todo su esfuerzo estaba desvaneciéndose delante de sus ojos, y no había nada que pudiese hacer para evitarlo. Sus alternativas se habían agotado.
—¡MIERDA!— gritó furioso lanzando otra silla contra la pared.
Manjiro observaba todo desde el dintel de la puerta metálica, de brazos cruzados, esperando que Izana calmara su ira a su propia manera.
—¡¿Lo estás disfrutando?!— preguntó acercándose a pasos agigantados hasta su hermano, sujetándolo desde la camiseta holgada que estaba usando, regalo de Takemichi para que no anduviese a torso descubierto por las calles de la gran ciudad.
—Antes de saber el motivo de tus acciones, lo habría hecho. Ahora sólo siento lástima por tí— respondió apartando sus manos.
El humano que descansaba en la gran cama comenzó a toser con mayor frecuencia e intensidad. Manjiro se acercó a Kakucho, a pesar de que Izana se lo prohibiera. El rubio no se inmutó ante la amenaza de su hermano con una espada cerca de su cuello.
Manjiro tocó brevemente la mano del humano y suspiró con tristeza. No había nada que pudiesen hacer por él para salvarlo.
—Pusiste las cosas de cabeza en el mundo espiritual— dijo el Gran Espíritu alejándose de Kakucho—. Y todo por un descuido tuyo, hermano.
Izana agarró a Manjiro desde el cuello, lanzando su espada a un lado. Si iba a causarle daño, sería con sus propias manos. El rubio materializó su espada y amenazó con asesinar a Kakucho, quien cada segundo que pasaba se acercaba más a su final. El espíritu terrenal soltó el cuello de su hermano para evitar que le hiciese daño a su amado humano.
—Ni siquiera transformándolo en espíritu de bajo rango serviría con él— dijo Izana acariciando el rostro de Kakucho para calmarlo—. Al morir quedará su alma, pero es muy probable que al reencarnar no sea ni la cuarta parte de lo que hoy es.
Manjiro veía el dolor de su hermano reflejado en su mirada. Sus ojos irradiaban una profunda tristeza. No lo culpaba. Tan sólo con imaginar el perder a Takemichi provocaba un enorme vacío en su pecho, y eso lo desesperaba. Con ese pensamiento, pudo comprender las acciones de Izana. Si bien, fueron incorrectas, el objetivo principal era remediar su error.
El Espíritu Terrenal se aferró a la mano de Kakucho cuando éste empezó a respirar acelerado, y con un desesperante sonido crepitante proveniente desde su pecho. Manjiro desapareció la espada, y luego extendió una de sus alas hacia adelante, para sacar dos de sus plumas, entregándoselas a Izana, quien no comprendía la razón que lo había motivado a hacer aquello.
—Pienso en Shinichiro todo el tiempo, y estoy seguro que él te hubiera entregado sus plumas sin preguntarte algo... Te regalo unas cuantas horas junto al humano para que te puedas despedir de él, y espero que le expliques la verdadera razón del porqué está muriendo— dijo Manjiro dándole la espalda—. Mi venganza hacia ti será extender su tiempo, con la esperanza de que al marcharse sea con un sentimiento de odio por ti.
Izana agachó la cabeza, apretando tan fuerte los dientes que podrían romperse en cualquier momento. No era necesario que Manjiro le diera la orden de explicarle a Kakucho que la verdadera razón tras su enfermedad incurable era que había absorbido una de sus plumas sin querer, gracias a un fatal descuido. Su plan de conseguir las plumas de los espíritus de alto rango sólo era para prolongar su vida el tiempo suficiente para armarse de valor, y para prepararse para su partida.
Kakucho colocó su mano ensangrentada sobre la de Izana con la esperanza de animarlo. La expresión en el rostro del humano le dejaba en claro al espíritu que no le interesaba saber la razón tras su enfermedad.
—Si tengo unas cuantas horas más junto a ti, deseo pasarlas fuera de esta horrible habitación— comentó limpiando las rebeldes lágrimas que Izana intentaba contener.
—Tienes razón— respondió.
Manjiro encontró a Izana ya finalizado el día. El espíritu estaba sentado en la arena, con el cuerpo de Kakucho recostado a su lado y la cabeza reposada sobre su pierna. En una de las manos sostenía una pequeña esferita luminosa.
—Le dije que ya podía marcharse, pero insistió en quedarse aquí conmigo— dijo con la mirada perdida en el mar—. Sé lo que está esperando.
—¿Y qué harás al respecto?— preguntó sentándose a su lado.
—No puedo dejarle una eternidad esperando ¿Verdad?— dijo viendo a la esferita moverse un poco—. Tendrás un poco más de trabajo.
El rubio rascó su nuca, quejándose por la decisión de Izana. Pero sabía que era lo mejor para todos. Manjiro esperó a que su hermano le indicara que se encontraba listo antes de cortar sus dos alas de un solo movimiento. Manjiro permaneció en silencio viendo cómo el cuerpo de Izana iba desintegrándose en pequeñas partículas. Una mano sujetó su mano libre.
—¿Así es como ustedes mueren?— preguntó Takemichi, quien desobedeció a Manjiro cuando éste le pidió no seguirle.
—Una de las tantas formas en las que podemos morir— respondió con una expresión seria.
Izana le agradeció a Manjiro con una pequeña sonrisa antes de desintegrarse por completo. El Gran Espíritu vio a las dos esferas danzar entre ellas. Por lo menos pudo descubrir que su hermano poseía un alma. Eso le daba esperanzas de que si un día perdía a Takemichi podría ir tras él y comenzar juntos una y otra vez.
Seishu miraba a las almas con asombro, en especial aquella que brillaba con mayor intensidad. Manjiro se las había entregado y le dió la importante misión de encargarse de que su próxima vida fuera buena. Seishu no sabía cómo haría eso, pues todo dependería de sus decisiones a medida que fuesen creciendo y envejeciendo.
—No sabía que ustedes tenían un alma con la cual reencarnar— comentó poniendo a las dos esferas sobre la fuente con mucho cuidado.
—Tampoco lo sabía— respondió con los ojos fijos en la fuente.
Seishu terminada su labor se puso de pie e hizo una gran reverencia frente al Líder. Manjiro no le preguntaría el porqué de aquello. La respuesta la sabía desde hacía mucho tiempo. El espíritu hizo aparecer sus alas, que se encontraban en el mismo estado que las de Chifuyu antes de ser lanzado a la fuente.
—Ten una buena vida— dijo sonriéndole suavemente.
—Iré tras ese estúpido y terco humano— dijo entrando a la fuente con calma—. Usted debería ir tras el suyo.
Manjiro negó con su cabeza diciéndole que no sería necesario. Seishu rió bajo. El Gran Espíritu ya había encontrado su reemplazo.
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Feathers [Tokyo Revengers]
FanfictionLa sociedad ha ido en decadencia a medida que el tiempo avanza. Ya no hay esperanza. Escrituras antiguas hablan de seres que pueden devolver la humanidad perdida, pero todos creen que sólo son cuentos. Pero el revoloteo entre las malezas podría ser...