Había escuchado decir que si uno está por morir, puede ver su vida pasar frente a sus ojos.
El camión tocó la bocina al pasar a toda velocidad tan cerca de él que pudo sentir la fuerte corriente de viento revolver sus largos cabellos negros. Tenía que darle las gracias a quien fuese que lo sujetó de la camiseta y lo jaló hacia atrás para evitar que fuese arrollado por el gran vehículo.
—Debes ser más cuidadoso al cruzar la calle— comentó el pelinegro de agradable sonrisa sosteniendo con una mano algo bajo su abrigo—. Hubiera sido una muerte muy fea.
—No sé cómo puedo agradecerte por lo que has hecho— dijo después de darle un par de reverencias.
—No te preocupes. Es parte de mi trabajo mantener a todos a salvo— dijo con una sonrisa más grande.
Un maullido interrumpió la conversación entre los dos jóvenes. El pelinegro más bajo abrió su abrigo para ver el estado del gato que resguardaba.
—¡Peke J!— exclamó el más alto al reconocer al felino.
El pelilargo sacó de su bolso un cartel donde estaba la fotografía del gato negro en los brazos del chico más joven. El felino llevaba perdido hacía una semana y desde que se percató que no volvió a su hogar comenzó con su incesante búsqueda. El chico le entregó el gato a su dueño con una expresión de tristeza.
—Pensé que nuestra aventura sería más larga— dijo acariciando la cabecita del animal—. Me alegra haber encontrado a tu dueño.
El gato maulló en respuesta como si le hubiese entendido todo lo que le habló. El pelilargo le agradeció nuevamente el haberle regresado a su mascota.
—Si tan agradecido estás, podrías invitarme a comer una de esas cosas dulces que tienen una cereza encima...y a beber ese líquido oscuro y amargo que los pone hiperactivos— comentó inclinando su cabeza a un lado mientras sonreía aún más grande.
El pelinegro mayor asintió mirándole confundido ¿Por qué ese chico hablaba tan raro? Estaba seguro que estaba hablando de comer pastel y beber café, pero ¿Por qué se refería a ellos como si no supiera realmente cómo se llamaban? Era un chico bastante curioso. Tal vez era un extranjero tratando de aprender el idioma por sus propios medios. Sin embargo sus conversaciones eran muy coherente en cierto sentido.
El muchacho lo apresuró diciendo que tenía mucha hambre.
—¿Conoces un buen sitio donde tengan lo que te mencioné, dueño de Peke J?— preguntó con curiosidad con sus manos tras su espalda, caminando juguetón a su alrededor.
—Si, estamos cerca— dijo haciendo una mueca de preocupación—. Mi nombre es Keisuke Baji. Llámame así, y no de la otra forma. Es extraño.
El chico se disculpó diciendo que debió haber preguntado su nombre desde un principio. El resto del trayecto hacia la cafetería había sido algo tedioso para el mayor, pues el pelinegro más bajo no dejó de hablar de cosas extrañas. Por su mente cruzó la idea de que tal vez pudiese estar ebrio. Sin embargo, al acercarse disimuladamente a él no pudo sentir el olor a alcohol.
El gato negro en algún momento regresó a los brazos del misterioso chico hiperactivo. Ahí estaba otra cosa que le generaba extrañeza al mayor, pues su mascota era muy arisca con todas las personas, incluso con él en algunas oportunidades. Pero con el sujeto que lo cargaba no era así.
En la cafetería, Keisuke pidió un trozo de pastel con las características que el muchacho le había mencionado antes, además de otros dulces para que los probara, y también añadió al pedido una taza de café.
—¡Esto está delicioso!— exclamó emocionado metiendo a su boca con desesperación más trozos de pastel—. La comida de los humanos es de lo mejor ¿Por qué demoraron tanto en enviarme?
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Feathers [Tokyo Revengers]
FanfictionLa sociedad ha ido en decadencia a medida que el tiempo avanza. Ya no hay esperanza. Escrituras antiguas hablan de seres que pueden devolver la humanidad perdida, pero todos creen que sólo son cuentos. Pero el revoloteo entre las malezas podría ser...