2 Rescatada

63 13 0
                                    

Sentí unos fuertes brazos que me levantaron del piso, el calor que emana siento que me quema la piel, traspasando la tela de mi ropa, me ha quitado todo el frío que sentía. Permito que me cargue sin oponer resistencia, aun me cuesta respirar.

Cuando volví en sí, las lágrimas comenzaron a salir en automático, he perdido a mi único pariente.

- Por fin despiertas – esa voz.

- ¿Dónde estoy? – toco mi garganta sintiendo el dolor -. Mi hermano...

- Lamento eso – dijo seco -. En unas horas podrás despedirte de él, la lluvia no ha cesado y es imposible enterrarlo así.

- ¿Enterrarlo? Pero nosotros no somos de aquí, tengo que volver a Londres y...

- Naomi Loveless, tienes veintitrés años y estudias ciencias ocultas, tus padres han muerto hace un año y estaban reuniendo el dinero para pagar la hipoteca de su casa - me mira serio -. Estas obsesionada con lo sobre natural, así que eres fácil de interpretar.

- ¿Cómo sabes tanto de mí?

- Se todo de ti...

- ¿Qué es ese aroma? – me siento en la cama.

- ¿Aroma?

- Huele a flores de campo, con canela y menta – su mirada de extrañeza me sorprendió también -. ¿Tienes un humidificador?

- No – se levanta de la silla -. Eres alguien simple, esto no debería pasar...

- ¿Simple? ¿Qué quieres decir con eso?

Es una conversación demasiado extraña e incómoda.

Sale de la habitación y me dice que volverá después. Entra un chico delgado de tez morena y el cabello recogido en una coleta, tan oscuro como la noche y unos ojos color miel que asombra.

- Hola mi nombre es Benjamín, vengo a ver tu cuello – dice y se acerca -. ¿Puedo?

- Claro.

Me palpa con sumo cuidado y con una lengüeta revisa por dentro cerciorándose que todo está bien conmigo.

- Bien, no tienes daños graves, los moretones deben bajar en unos días – me acerca una pomada -. Unta esto cada seis horas para disminuirlos. Tus cuerdas vocales no se afectaron puesto que has podido hablar.

- Ese sujeto que me atacó... Mi hermano...

- No volverá a acercarse a ti, tenlo por seguro – sonríe -. Ahora, descansa, cuando pase la lluvia podrás despedirte de tu hermano.

Se levanta y me deja sola.

Me acurruco abrazando la manta y comienzo a llorar. No sé dónde estoy, estoy sola, ahora si no tengo a nadie en el mundo y toda la gente es ajena a mí alrededor.

Cuando despierto, sigo sola. La gran ventana indica que es tarde, el cielo está nublado y parece que ya no llueve. Intento levantarme y me doy cuenta que estoy sola en la enorme habitación.

Cuando coloco un pie fuera, la puerta se abre y esos ojos negros me miran extrañados.

- Que aroma tan deliciosos – digo -. Creo que es el hambre, no he comido nada desde la tarde de ayer...

- ¿Puedes levantarte? Te llevaré a comer algo ahora.

- No debes ser amable conmigo.

No pude desviar mi mirada de sus ojos, tiene parte del pecho y su trabajado abdomen lleno de tatuajes, solo lleva puesto ese abrigo y unos pantalones negros de vestir, porque camina descalzo. Sus collares alrededor de su ancho cuello me sorprenden y los aretes que cuelgan de sus oídos son asombrosos, ¿un colmillo es? Es alguien imponente a mi parecer.

Cuando me levanto me voy de bruces al piso, pero alcanza a sostenerme.

- Creí que solo era tu cuello el lastimado – me levanta entre sus enormes brazos -, ¿o es que no comer te ha dejado débil?

¿Por qué me ataca de ese modo tan grosero?

- Puede bajarme, sáqueme a la calle o lo que quiera, no tiene derecho a hablarme de ese modo – espeto molesta -. Yo solo quiero ir a casa.

- No es seguro – me aprieta contra su cuerpo y sale de la recamara, por un pasillo con paredes de piedra -. Te indicaré cuando sea seguro salir.

Unas enormes escaleras se asoman al final del pasillo y un enorme recibidor, donde hay algunas mujeres, todas en short y camisa corta.

- ¿Esto es un burdel?

Su ronca risa hizo que todos nos miraran mientras bajamos los escalones.

- No, es mi manada.

¡Manada, joder! Trato de asimilar esa palabra, puesto que solo en los libros de culto que he leído aparece ese tipo de palabras; hombres lobo tiene manadas, las brujas sus aquelarres y los vampiros sus clanes. No cualquier persona utiliza esa palabra hoy en día, lo que me pone alerta.

¿Y si son lobos?

¿O vampiros?

¡Joder! El calor que emana su piel se siente bien.

- Aleera – menciona y aparece una mujer de cabello oscuro también – dale a la chica un poco de comida. Sus ojos son marrones y su piel oscura, al igual que las chicas de la recepción.

Ahora que lo pienso todos tienen la piel morena y los ojos marrones, menos él. Todos son de rasgos similares. El chico que me reviso hace rato es como ellas.

Me sienta en la silla de un comedor rectangular con más de veinticuatro sillas alrededor de esta. De madera oscura y bien pulida.

La mujer amable se acerca y sonríe, me arrima fruta y pasteles para comer.

- Debes estar muriendo de hambre – dice -, cuando te trajeron anoche tenías un poco de fiebre, pero el señor te cuidó toda la noche.

- Disculpe – ahí va mi boca -. ¿Dónde estoy? Lo único que puedo ver es bosque y el mar de fondo.

- No puedo revelarte donde estamos pequeña – acaricia mi cabeza-. Pero estas a salvo, él no dejará que nada te pase.

- ¿Quiénes son? ¿Cómo es que llegue aquí?

- El señor dijo que estabas en una riña cuando te encontró, y te rescató de ser abusada por esos sujetos y...

- Aleera – su voz sonó fuerte -, tu trabajo es darle de comer, no decirle cosas que no debes – la mujer agachó la cabeza y se alejó forzosamente.

- Gracias – la miré -, por la comida.

- Eres muy curiosa – se sienta a mi lado y noto ese verde aceituna en sus ojos, cuando anoche eran negros -. Puedes meterte en problemas Naomi.

- Sabes mi nombre, yo no sé el tuyo – me giro un poco para verlo -. ¿Cuál es tu nombre? Por cierto, gracias por ayudarme anoche.

- Haces mucho ruido – se pone serio y sus ojos se tornan oscuros.

- Señor Sebastián – un niño corre hacia él -. Debe venir, mi mamá está muy mal.

Se levanta y se disculpa, me deja ahí diciendo que volverá.

No entiendo nada.

Todo esto es demasiado extraño.

En la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora