Mercenario.

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¿Cómo se atrevía?

¿¡Cómo se atrevía semejante pelagatos a ofenderla de esa manera!?

¡Ya vería quién era ella en cuanto llegara a su reino!

¡Le declararía la guerra y no habría tregua hasta que pidiera perdón y piedad!

¿Qué importaba si el príncipe Amane Yugi era totalmente su tipo de caballero ideal?

Sí; era alto, guapo, de ojos encantadores, voz masculina, rico y su cabello ondulado no paraba de recordarle a las olas del mar que separaban sus reinos.

¡No por ser el príncipe casadero más codiciado del continente tenía porque comportarse como un idiota!

Haberla llamado rábano asqueroso frente a toda la corte... ¡Incluso el juglar había improvisado una canción sobre sus tobillos y ahora era conocida como Nene Yashiro, princesa del reino daikon!

Eso no se quedaría así, solo tenía que subir a su barco, llegar a casa, firmar la declaración de guerra contra el reino de Kamome y esperar a que el desgraciado aquel se arrepintiera de todo.

—¡Princesa! ¡Princesa!

La atormentada fémina volteo a ver a su dama de compañía, Aoi Akane, quien presurosa llegó a su lado, tratando de recobrar el aliento en lo que limpiaba su rostro.

—¿Sucede algo, Aoi? —Ver a su mejor amiga tan preocupada activó las alertas en su cerebro.

—¡Nuestro barco fue saqueado! ¡Es horrible, las velas fueron desgarradas, el mástil fue derribado y el casco tiene más de un agujero! No hay manera en que podamos regresar a casa en esas condiciones...

—¿¡Quién fue el responsable!? ¿Lo capturaron?

—El único que queda de la tripulación es el hermano menor del sargento Minamoto, el cabo Kou Minamoto, pero está muy herido, apenas y pudo contarme todo esto antes de desmayarse. Y por lo que me contaron en el barrio bajo, los responsables pertenecen a la guardia real...

—¿Ya lo están atendiendo? —Priorizando la salud de su compatriota dejó de lado por el momento la información sobre el posible ataque por parte de la guardia real, eso le serviría para declarar la guerra.

—Sí, ya llamé a los doctores y está descansando en una posada aquí cerca.

—¡Sabía que venir a este maldito reino no traería nada bueno!

—Tranquila princesa, estoy segura de que pronto encontraremos la solución. —La consoló—. Tal vez si mandamos una paloma mensajera sus padres puedan enviar otro barco.

—¡Entre más rápido nos larguemos de este lugar más pronto podré redactar la declaración de guerra! ¡Atacar nuestro barco y a nuestra gente es algo que no puedo dejar pasar así como así!

—Princesa, ¿en verdad cree que sea lo mejor? —La detuvo por unos instantes en su camino sin rumbo—. Una guerra entre los dos reinos no solo traería conflictos y disputas con los demás reinos, también traería penas a su gente.

—Pe–pero... ¡Me llamó rábano asqueroso y sus súbditos ofendieron de esta manera a nuestra gente!

—Y como buena regente debe considerar los beneficios y pérdidas en caso de declarar una guerra. Si me lo permite, me gustaría hacerle otra propuesta para cobrar la ofensa del príncipe Amane y su pueblo.

—¿Hay algo que quieras compartir conmigo, Aoi? —inquirió curiosa.

La pelimorada sonrió y llevó del brazo a su amiga, a un lugar donde muy seguramente encontraría la respuesta a la ardiente sed de venganza del corazón de la regente.

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