Pocky.

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Amane Yugi solía destacar por sus buenas notas en materias relacionadas al campo de la ciencia, así como por evitarse, en lo posible, problemas. No le gustaba terminar en embrollos, muy por el contrario de su hermano menor; así que, ¿cómo fue que terminó en esa situación?

Se había dejado llevar por las envolventes palabras y promesas de su mejor amigo, Yamabuki, quien le había jurado por el nombre de su abuela muerta que pasarían una agradable tarde en compañía de amigos. "Vamos, será algo tranquilo. Nada que comprometa tu salud mental", había dicho.

Ese maldito mentiroso.

—¡Yugi, es tu turno!~

La sonrisa burlona en el rostro de Akane, su compañero cuatro ojos, no era discreta. Se notaba que disfrutaba de esto tanto como los demás. Ahora sí tenía motivos para revelar frente a todo el salón de clases que el vicepresidente del consejo estudiantil guardaba celosamente en su armario una colección de pañuelos usados de Aoi-chan.

El cómo lo había averiguado sería una historia para luego.

Se levantó de su asiento con un refresco sabor lima en mano. Nunca creyó que dar menos de diez pasos le tomaría tanto tiempo. Ni siquiera en aquella ocasión en que Tsukasa lo había obligado a participar con él en el concurso de talentos de su escuela... Si se concentraba lo suficiente todavía era capaz de recordar algunas cosas de aquel día. Tsukasa era el mago... y él... era el conejo... Un conejo que había tardado poco más de cinco minutos en salir de detrás de bambalinas.

Dio un último trago a su bebida antes de unirse al círculo que se abría para darle la bienvenida.

El juego era simple de entender.

Hacer girar la botella localizada en medio de ellos, aquellos que salieran seleccionados tendrían que jugar el juego del pocky, y en su estupidez había prometido jugar al menos una ronda.

"Será divertido", dijeron. "No tienes de qué preocuparte", dijeron.

Pero sí había algo de qué preocuparse.

Y estaba parada justo frente a él.

Desde la primera vez que la había visto le había parecido atractiva. Conforme el tiempo pasó y logró entrar a su círculo cercano, se dio cuenta de que no sólo se trataba de una cara bonita y un par de tobillos peculiares. Nene Yashiro era también; romántica, cursi, dulce y bastante confiada de las personas.

Varias veces lo había negado, era imposible que él se hubiera fijado en ella de "esa" manera; mas, ¿a quién engañaba? En esos últimos días no había habido un solo momento en que pudiera dejar de observarla cuando no lo veía, ni tampoco era capaz de hablar sin tartamudear y sonrojarse cuando se le acercaba.

Pero eso no había sido lo peor. Había llegado al punto más bajo ese mismo día al tropezar frente a ella cuando escuchó sobre su más reciente crush con el hermano mayor de Kou. Algo dentro de él se había roto, no sabía si se trataba de una ilusión, una esperanza o tal vez su corazón.

Así que sí. Sus amigos probarían un poco de su ira luego de haberlo metido en todo este embrollo.

La botella giró. Observó atento como poco a poco daba vueltas para después empezar a detenerse y, ya fuera por obra del destino o de la mala voluntad del ser supremo, terminó tal y como esperaba que no terminara.

—¡Parece que los siguientes son Yugi-kun y Nene-chan! —exclamó emocionada Aoi.

A mal paso darle prisa, ¿no es así?

Tratando de no mostrarse afectado por esto, tomó el pocky de la caja que sostenía Mitsuba, quien le dedicó una sonrisita cretina. Le sonrió de vuelta, con la promesa de recordarle en algún momento porque solía llamarlo "cuchillo loco" en la primaria.

Un pocky de fresa, huh... ¿Algo más que agregar a la lista de cursilerías cliché en las que se había convertido su vida de un momento a otro?

Colocó el pocky entre sus dientes, ofreciéndole a la sonrojada... ¿Sonrojada?... fémina, el lado de sabor fresa.

Poco a poco sintió como la contraria iba dando tímidas mordidas a la galleta.

Las voces, burlas y susurros en el fondo pasaron a segundo plano cuando la observó nuevamente.

Su rostro estaba tan colorado, nada que ver con el típico sonrojo que aparecía en sus mejillas cuando alguna cara bonita le hablaba, esto era distinto. Cerraba fuertemente los ojos. Sus rosados labios abriéndose de vez en vez para tomar otro y otro bocado. Ni siquiera se percató del momento en que la distancia se había acortado tanto como para que llegara a detallar las diminutas pecas que adornaban su nariz.

Cerca, muy cerca, cada vez más cerca. No se movía, ya ni recordaba cómo hacerlo, sentía como si incluso su corazón hubiera olvidado cómo palpitar y sus pulmones hacía ya algún rato que habían dejado de llevar oxígeno al resto de su cuerpo.

Y entonces, lo sintió. Sus labios y los de ella rozaron, apenas por una fracción de segundo, pero de todas formas los había sentido. Eran suaves.

Regresó la mirada al frente y se topó con el par de orbes carmesí.

Se separaron de inmediato, cada uno yendo al extremo contrario de aquel cuarto en lo que los demás no paraban de celebrar. ¿Celebrar qué? Se trataba de algo que sólo aquel malintencionado grupito entendía.

En lo que restó de la tarde no volvieron a hablarse, aunque no era necesario. Sus miradas comunicaban mucho más de lo que sus voces podrían.

El sol empezó a ocultarse y con ello se dio fin a la reunión de colegiales.

Amane tomó sus cosas en lo que se preguntaba si su hermano ya estaría en casa o se habría ido a pasar el rato con sus amigos, de lo contrario tendría que esperar en la acera a que su gemelo o sus padres llegaran para que pudiera entrar. ¿En dónde diablos había dejado sus llaves?

Emprendió la partida con la mirada puesta sobre la pantalla de su celular. Trataba de escoger qué canción poner para que lo acompañara en su camino, necesitaba cualquier cosa que lo hiciera olvidarse por unos minutos de lo que había sucedido unos momentos atrás. De repente, alguien tomó su mano libre. Giró y la miró.

La dueña de su primer beso, si es que se podía considerar así, estaba ahí. Con una amplia sonrisa en su rostro.

—¿Nos vamos juntos? —Sugirió.

Apretó suavemente la delicada mano femenina y afirmó con la cabeza.

One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora