¿Y si no hubiera gritado por ayuda en aquella ocasión?
Tal vez ahora no tendría que hacer ejercicio alguno de introspección para saber en qué momento su vida había cambiado tanto.
A lo mejor había sido una mala idea el aceptar la mano que le ofreció aquel extraño joven para levantarse después de presenciar la manera tan salvaje en que golpeaba a su agresor.
Pudiera ser que el haber compartido números y nombres hubiera sido aún peor idea...
¿O habían sido aquellas numerosas noches en que no hacían más que chatear hasta tarde?
No, tenía que haber sido otra cosa.
El aceptar salir con él después de clases...
¡Sí, eso tenía que ser!
Haber aceptado esa primera salida al parque. Caminando sin rumbo hasta perderse en el cielo nocturno, siendo arrullada por todos los cuentos detrás de cada constelación. Relatos sobre dioses tiranos, héroes sin nombre y doncellas en apuros. Dejándose envolver por la sensación de su mano entrelazada con la suya.
Pero pensándolo mejor, fueron sus grandes ojos ambarinos y la manera en cómo brillaban con cada palabra los que la llevaron a su perdición.
Ese había sido su error.
Nene Yashiro se enamoró.
Se enamoró de un héroe sin nombre ni pasado que sólo respondía al apodo de Hanako. No obstante, tampoco era como si pudiera culpar a su enamoradizo corazón.
Tenía que buscar algo más.
En definitiva tuvieron que haber sido todas esas citas de noche las que en verdad habían empeorado la situación. ¿O se trataba de aquel primer beso robado a la hora de despedirse?
No, olvídenlo.
Fueron todas esas veces en que las noches se convertían en sinfonías de pasión cuyo compás iba al ritmo de sus caderas al chocar.
No, no...
Tampoco era eso.
En definitiva debió tratarse del momento en que los mensajes de buenos días y buenas noches dejaron de llegar. Cuando las interminables y calurosas noches de invierno se convirtieron en recuerdos gélidos durante los soleados días de la primavera.
O...
¿No era así?
Pudo haber sido cuando se empeñó en buscarlo.
Aún con las advertencias de sus amigos, conocidos y familiares en sus oídos no podía dejar que el latir de su corazón se detuviera sin una explicación antes. Y fue así qué, gastando lo último de sus ahorros, logró sacar información del paradero de su héroe anónimo de un mal viviente en el lúgubre barrio de Kamome.
"Apartamento número tres del tercer piso, toca tres veces. Él sabrá que tiene un potencial cliente en puerta," le había dicho aquel hombre.
Y así lo hizo.
Sólo los dioses del panteón sintoísta sabían lo mucho que había rogado porque todo fuera una pesadilla cuando se topó de frente con un ser de apariencia idéntica pero con un aura mucho más amenazante y sonrisa burlona. A la mala tuvo que aprender que aquel caballero sin nombre ni pasado no sólo poseía ambos; sino que también, llevaba la sangre de muchas personas en sus manos. Personas que no eran ni buenas ni malas. Personas que simple y sencillamente no eran del agrado de otra persona.
A lo mejor no debió de haber escuchado todas las explicaciones en cuanto las demandó al chico de cabellera oscura cuando regresó a su morada. Tal vez debió de haber desconfiado de las lágrimas que brotaban de esos ojos que había añorado ver desde hacía meses. Hubiera sido mejor si se hubiera ido una vez que las confesiones de más de una decena de muertes salieron de aquellos labios que no hacían más que destrozar su corazón mientras la incitaban a besarlo.
Aunque ella nunca había sido la persona más inteligente del mundo. Por lo que no se sorprendió cuando sus labios se encontraron con los masculinos, mucho menos cuando aquellas ásperas manos que estaban teñidas por un carmín intoxicante y mortífero empezaron a recorrer su cuerpo.
De hecho podría asegurar que en su mente ya se había preparado para una situación así. Y es que, aún a sabiendas de que todo ello era una pésima idea. Se dejó llevar.
No pensó en nada que no fuera la manera en cómo pronunciaba su nombre entre beso y beso. No meditó antes de que su ropa cayera sobre la vieja madera del piso. No razonó sobre su actuar en cuanto sintió su espalda colisionar contra el colchón desgastado debajo de ella.
Simplemente se dejó llevar por su calor. Por aquella mirada inocente que no hacía más que profesarle amor. Por la suavidad de sus labios, la intensidad de sus movimientos y la pasión con la que devoraba su cuerpo.
Sí, en definitiva ese había sido su punto de no retorno.
Una noche se convirtió en una semana. Una semana en un mes. Y pronto todos aquellos consternados por la desaparición de la joven enamorada se unieron en su búsqueda.
Acusaban a aquel novio fantasma de ser quien la mantenía cautiva. Lo culpaban por haber devorado su corazón y mente. Se trataba de un monstruo que no pensaba en las lágrimas de un par de padres angustiados por el paradero de su única hija. No se tentaba el corazón ante las súplicas de sus amigos en la TV. Mucho menos se dejaba intimidar por las amenazas de la policía con encontrarlo y devolver a la chica de tobillos anchos a su hogar. Todo esto no sólo no le importaba a la joven de mirada carmesí, tampoco le causaba preocupación alguna a su compañero.
Ambos estaban decididos a huir de todo y todos.
De iniciar una nueva vida, lejos de todos aquellos que se oponían a su unión.
Distantes de las amenazas.
Desconociendo sus pasados.
Borrando su historia.
Ignorando hasta sus nombres.
Sólo para tener la oportunidad de vivir plenamente en ese estado de enamoramiento sin fin.
Era cierto.
El haber renunciado a todo lujo y comodidad le había costado. Hubo múltiples ocasiones en las que el hambre y la falta de un techo la habían golpeado cruelmente. Y aun así, ¿cómo echarse para atrás cuando lo único que bastaba para mitigar cada uno de sus malestares era una palabra, una caricia y un beso?
No fue sino hasta mucho tiempo después que ambos pudieron descansar.
Habían encontrado refugio en un lugar fuera del continuo rastrear de la familia de la fémina y la policía que no sólo buscaba al varón por el rapto de la albina, sino también por su sangriento pasado delictivo.
Una minúscula casita en medio de un bosque perteneciente a un pequeño pueblo perdido entre las montañas. Construida con madera que durante el verano los protegía del mortífero calor y durante invierno los mantenía calientes. No necesitaban más.
Ella, con sus dotes de jardinería y amplio conocimiento en cocina había logrado dar pie a un huerto donde sembraban sus alimentos.
Él, siendo un cazador innato y más que buen usuario de todo tipo de objeto que tuviera filo, lograba proveer a su morada con madera y carne para consumir.
No necesitaban más.
Se tenían el uno al otro.
Durante las mañanas eran lo primero que sus ojos veían al despertar. Y en las noches, sus párpados se cerraban con la imagen de su otra mitad a unos centímetros de distancia.
Tal vez, a lo mejor, quien sabe...
No había sido tan mala idea haber gritado en aquella ocasión.
.
.
.
A/N: Quería hacerlo más largo pero... *inserte recuerdos de Vietnam* TuT Tuve miedo de que me pasara como con ¡Juro que esto sería un one-shot! (Sólo personas de cultura sabrán a que fic me refiero.)
La idea me surgió a partir de la canción Criminal de Britney Spears.
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One-shots
FanficCreo que el título habla por sí mismo, ¿no? *La obra original JSHK/TBHK pertenece a Aida/Iro*