Carmín.

189 15 5
                                    

Como todos los días, Amane Yugi abre los ojos unos minutos antes de que su despertador suene, y entonces, espera, observando al techo mientras piensa sobre los pendientes que tiene para ese día.

Ir al supermercado por alimentos.

Lavar su ropa.

Hablar con su hermano.

Revisar sus pendientes laborales.

Y checar sus redes sociales.

Tal vez ahora sí tendría suerte en encontrar algo... interesante en aquel sitio de citas del que se había enterado mientras iba de regreso a casa y un ad había aparecido en su TL de Twitter.

La alarma sonó y, con algo de pereza, se removió en la comodidad de su cama. Se sentó y buscó sus pantuflas de mokke, las mismas que su hermano le había regalado en navidad. ¿Cuántos meses habían pasado desde diciembre?

La verdad era que no siempre lograba mantenerse al día con el curso del tiempo.

Se dirigió a la regadera y se dio un baño rápido. Agua lo suficientemente fría para despertarlo del todo, pero a la vez lo suficientemente cálida para que no estuviera estornudando por las siguientes horas de la mañana.

Salió de la ducha y juntó su ropa. Su cuarto, y en general su morada, estaban hechos un desastre ahora que lo veía con detenimiento. Eso no le daría una buena imagen en caso de conseguir alguna cita...

Se tomó su tiempo llevando la ropa sucia a la lavadora, separando las prendas de colores, las blancas y las oscuras, tendiendo su cama, limpiando el polvo de sus muebles y acomodando sus libros y decoraciones.

Entonces, su estómago interrumpió la faena.

Oh, cierto.

Miró al reloj, eran ya casi las doce del día...

Tal vez la limpieza debería ser pospuesta un poco.

Se puso unos tenis y salió a la tienda de conveniencia más cercana. Entró al local y saludó a la anciana en el mostrador, preguntó por algunas cosas que no lograba encontrar en las islas, pagó y fue de regreso a su hogar. Sacó las cosas de las bolsas.

Verduras y frutas, arroz, huevos, leche, helado y una caja de donas que estaba en descuento. Se hizo un desayuno rápido y comió, aunque la sensación de que algo faltaba prevalecía en su paladar.

Mientras deglutía sus alimentos no pudo evitar mirar al asiento frente a él.

Estaba solo.

Yugi Amane siempre había sido una persona solitaria, lo suficiente para ser llamado introvertido, pero no tanto como para ser considerado un bicho raro. Aun así, a pesar de amar la soledad en la que vivía, a veces no podía dejar de pensar en cómo sería despertar por las mañanas con alguien a su lado; después de todo, aunque había tenido muchas citas últimamente, ninguna de ellas pasaba de la primera noche juntos.

Suspiró y prendió el televisor para distraerse.

Las noticias advertían una ola de desapariciones que la policía estaba empezando a investigar. Kamome parecía estar convirtiéndose en un lugar peligroso para vivir. Tal vez debería comprar una chapa de seguridad, sólo por si las dudas.

Se levantó y lavó sus trastes, terminó con su limpieza de fin de semana y se dispuso a atender sus pendientes laborales.

Uno a uno leía y tomaba nota de las observaciones en cada documento. Subía sus lentes pues bajaban a cada instante por el tabique de su nariz, sus piernas no dejaban de moverse al ritmo de la canción que escuchaba y de vez en cuando mordía, sin darse cuenta, el lapicero que usaba.

Miró al reloj de la sala y se percató de que ya casi darían las ocho de la noche. Pronto empezaría el programa favorito de su hermano, podría aprovecharlo como excusa para que cenaran juntos y así pudieran hablar. Siempre que necesitaba un poco de guía, él estaba para escucharlo y apoyarlo. A veces solía avergonzarse de que su hermano menor fuera mucho mejor que él para dar ánimos y hacerlo sentir bien, a final de cuentas, él era quien debía protegerlo y ayudarlo cuando lo necesitara; pero, últimamente Tsukasa no parecía requerir tanta ayuda de él como antes.

Ya no le pedía ayuda para facturar o declarar sus impuestos, tampoco le había mencionado nada sobre haber perdido su tarjeta del banco de nuevo o de necesitar dinero luego de haber comprado algo innecesario y totalmente fuera de su presupuesto por Amazon.

En fin, tal vez por fin su hermanito estaba creciendo.

Sonrió y se separó de su escritorio, estirándose mientras se encaminaba a la cocina.

Ahora bien, ¿qué podría cenar?

Miró la caja de donas.

No. Su madre le había enseñado que no debía comer dulces por las noches, de lo contrario le saldrían caries. Y a ninguna chica le gustaban los chicos con caries, ¿cierto?

Tal vez tendría que conformarse con un poco de fideos y verduras al vapor.

Su estómago gruño.

Ah~

En definitiva debía apurarse para revisar el sitio de citas.

Una vez la comida estuvo lista, le dio la bienvenida a su hermano mientras abría la puerta y lo dirigió a la mesa.

Comenzó a comer, tratando de no mirarlo a los ojos. Dios, su mirada en verdad lo ponía nervioso a veces, era como si supiera algo que él no.

—Y... ¿cómo te ha ido? —No hubo respuesta alguna durante un buen rato. Suspiró derrotado y fue al grano—. Por tu mirada ya debes suponer por qué te traje acá, ¿cierto?

La mirada penetrante de su acompañante no lo abandonaba ni un segundo.

—No tienes por qué observarme así. Sé muy bien que no he logrado conseguir una sola cita en días... ¡Pero juro que estoy intentando! Es sólo que... ninguna de ellas... —Volteó a verlo nuevamente, Tsukasa seguía observando, invitándolo a continuar—. A lo que me refiero es que, últimamente no sé cómo describir lo que siento cada vez que veo las fotos de las chicas que hacen match conmigo. Algunas de solo verlas me dan asco y tengo que correr al baño para vomitar, otras parecen más adecuadas a mis gustos pero cuando las conozco un poco más y me dejan probar un poco de ellas... no es como lo pensaba. —Dejó de lado su plato de comida y tomó su cabeza entre sus manos, mientras sus dedos empezaban a tirar poco a poco de sus mechones oscuros—. Es como en esa ocasión con Yamada-chan, creí que en verdad sería la ideal pero todo fue en picada desde que supe que le gustaba fumar... Y luego con Amai-chan, también pensé que sería especial; sin embargo, cuando supe que estaba enferma de diabetis, ¡fue un rotundo no! —Explotó, azotando los puños contra la mesa—. En fin, no sé qué hacer. ¿Crees que soy demasiado quisquilloso?

La respuesta silenciosa de su hermano, lo hizo terminar de perder los estribos.

—¡Pues bien, si no planeas ayudarme con esto será mejor que regreses a tu lugar! ¡Y no me importa cuánto te quejes de estar junto a las espinacas, a partir de hoy estarás junto a ellas! —exclamó, dirigiéndose a la nevera con su hermano en brazos y colocándolo justo al lado de las verduras—. Espero que la próxima vez que volvamos a hablar seas un poco más cooperativo.

Cerró de un portazo la nevera y se fue a su cuarto.

Se acostó y se enredó entre las mantas. Buscó su celular por debajo de las almohadas y abrió la aplicación de citas. Vio algunas potenciales compañeras a las que dio match y otras a las que pasó de largo, cambió algunas cosas en su descripción y subió nuevas fotos, estaba por apagar su teléfono cuando una nueva notificación llegó a su bandeja, la abrió y sus ojos se agrandaron mientras sus mejillas se pintaban de un carmín casi tan oscuro como el del líquido que empezaba a escurrir de su refrigerador.

.

.

.

A/N: Pequeño OS basado en el AU caníbal hecho por Tsunflower en Twitter. Ya tenía algo de tiempo queriendo escribir sobre esta cosita hermosa QuQ y finalmente pude darme un pequeño espacio para hacerlo.

Les recomiendo buscarla en AO3, pues cuenta con historias muy entretenidas ^^

One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora