Tsukasa, como era conocido por los habitantes de Kamome, sin duda alguna era un dios bastante fácil de complacer. No era como si él, una entidad magnánima, fuera a causar caos solo porque sus caprichos no fueran cumplidos. Con él era bastante simple; otorgaba lo que deseabas a cambio de algo equivalente.
¿Deseas cultivos prósperos? Una cabra bastará.
¿Quieres descubrir el tesoro ancestral bajo tu casa? Una vaca será suficiente.
¿Aspiras a captar la atención del atractivo vecino? Flores, incienso y una invitación a la boda alcanzarán.
Y luego apareció ella.
Una kannagi destinada a ser sacrificada en honor a su hermano gemelo.
¿No lo sabían?
Kamome estaba gobernado por dos deidades; Tsukasa, quien concedía lo que el pueblo deseaba; y Amane, también conocido como Hanako, un dios dual que podía castigar y absolver de todo pecado.
En esta ocasión, la codicia del pueblo había desencadenado la furia de Amane quien exigía un sacrificio a cambio de la absolución de la maldad que carcomía los corazones de los aldeanos. Así que, temerosos por la salvación de sus almas, no tuvieron más que ofrecer a la enfurecida deidad todo lo que podría igualar el precio de la redención; ganado, flores, cultivos, artesanías, guerreros, incienso y kannagis.
Él mismo fue quien evaluó el valor de cada ser y objeto presentado; no obstante, le había bastado con verla como para elegirla sin dudar un solo segundo.
Los aldeanos estaban complacidos, habían encontrado a aquella que tras su muerte y ascenso al reino celestial, les aseguraría el perdón a todos sus errores.
Aquella con los ojos color sangre, piel nívea como porcelana fina, el océano mezclándose con la arena en su cabello y tobillos poco comunes. Nene Yashiro.
Descendiente de una larga línea de sacerdotisas que tributaban al dios dual Amane/Hanako.
Aquella cuya alma sería suficiente para aplacar la ira del salvador de Kamome.
Aquella que se rumoraba había robado el corazón del colérico dios y cuya existencia transmutaría una vez la nieve se derritiera.
Y quien en ese momento estaba arrodillada ante el modesto pedestal erigido para Tsukasa.
—¡Tsukasa-sama, por favor, escucha mi deseo! —exclamó la temblorosa joven.
Aunque era invierno, el incienso que había encendido frente a su altar aún no se había apagado. ¿Era su angustia y desesperación tan profunda? Comenzaba a captar su atención.
—¿Me llamaste? —La sobresaltó, susurrando por detrás de ella.
Nene cayó de espalda después de soltar un grito ahogado y luego se reincorporó casi de inmediato; la determinación en su mirada podría haber derretido la nieve con facilidad. Sin embargo, fue la gracia con la que se inclinó ante él lo que la hizo más intrigante. A pesar de llevar en su interior la furia y determinación de un incendio forestal, la elegancia de sus movimientos al hacer una reverencia era equiparable a la de su hermano. Dual.
—¡Tsukasa-sama, por favor, deseo que mi vida no termine cuando llegue la primavera! —Pidió con voz firme pero frágil, ya fuera por las lágrimas contenidas o por la proximidad de su rostro al suelo, se escuchaba casi como el remanente de un eco.
La entidad lo consideró. Había pasado un tiempo desde que él y su homólogo se habían cruzado.
¿Y qué si Kamome quería ser un poco egoísta?
¿Estaba mal que todos obtuvieran lo que deseaban?
Tal vez si su hermano perdiera algo que anhelara, comprendería la importancia de los deseos.
Sonrió y aceptó su solicitud, llevándola consigo a su morada. Aquel lugar entre el mundo de los vivos y los muertos, un espacio atemporal donde las leyes que gobernaban al cruel e injusto mundo terrenal nunca la alcanzarían. Ahí sería donde pagaría el precio de su deseo; le rendiría tributo hasta que los planetas detuvieran su rotación, las estaciones se congelaran y su hermano dejara de ser un aguafiestas.

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One-shots
FanfictionCreo que el título habla por sí mismo, ¿no? *La obra original JSHK/TBHK pertenece a Aida/Iro*