Koisinju.

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Hacía ya un tiempo que aquella chica había llamado la atención del rubio.

Si bien no se trataba de alguien popular entre el cuerpo estudiantil, su mera presencia bastaba como para sonrojar levemente las mejillas del mayor de los Minamoto, a pesar de que esto pasara desapercibido por ella.

Aún recordaba la primera vez que la vio; era su primer día como alumno de bachillerato, con más sueño que ganas de vivir se había dejado caer sobre la paleta de su pupitre por unos minutos luego de haber tomado asiento, cuando de repente escuchó la puerta del salón deslizarse. Abrió un ojo para ver de quien se trataba y aunque conocía a la perfección los nombres y rostros de cada uno de sus compañeros de generación, el de ella no lo reconocía de ningún lado. Probablemente se trataba de una alumna nueva. Escuchó sus pasos dirigirse a la parte trasera del salón, dejar sus cosas y tomar asiento. Agradecía que por el contrario de muchas otras personas que conocía ella fuera del tipo callado, o al menos esa era su primera impresión.

Honestamente no estaba de humor como para lidiar con la típica charla animada de sus compañeros.

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Los días pasaron y con ello la rutina se repetía a diario.

El par de colegiales llegaban por minutos de diferencia al aula y tomaban asiento. Teru descansaba en lo que su compañera permanecía en silencio.

No negaba que le resultaba curioso que, por el contrario de los demás, ella no fuera parte de su club de fans; no obstante, tampoco era como si fuera la única que no lo viera con ojos de amor.

Probablemente era mejor así, de esa manera podría seguir descansando cada que llegaba al salón de clases.

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Las estaciones pasaron, los árboles cambiaron su follaje, las aves migraron, las flores se marchitaron y volvieron a florecer. Todo era distinto de cómo había sido en su primer año.

El salón en el que estaba, su butaca, la banda que adornaba su brazo izquierdo, sus maestros e incluso una que otra cara en el salón.

Pero ella seguía igual.

Siempre sentada en la parte trasera del salón, siempre en silencio al llegar.

En alguna ocasión la había observado mientras pretendía estar dormido.

La veía garabatear en una libreta que era evidente que no era de la escuela, a veces también parecía copiar los apuntes de alguna materia, en ocasiones más esporádicas simplemente se dedicaba a escuchar música con los audífonos puestos y observar su celular. Parecía chatear con alguien de su agrado.

¿Alguna amiga?

¿Algún familiar?

¿Algún conocido?

O acaso... ¿Se trataba de un novio?

No pensaba que ella fuera ese tipo de chica.

Y no es que él pensara mal de ella. ¡Por el contrario!

Le parecía linda, tierna, interesante... fascinante.

Su cabello suelto y de color azabache así como sus ojos. Le recordaba tanto a la noche. Por lo que no era demasiado inusual que durante sus rondines nocturnos pensara en ella al ver el cielo oscuro.

En su boca llevaba apenas un poco de brillo labial, probablemente bálsamo. ¿Qué tipo de bálsamo sería? ¿De los normales? ¿De los que dejaban un poco de color y sabor a su paso? Y en caso de ser como estos últimos, ¿a qué sabrían sus labios?

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