One-shots

Bifurcación.

Desde hacía ya un tiempo que Nene Yashiro sabía de los sentimientos de ese par.

Por una parte, el exorcista rubio siempre había estado con ella en las altas y las bajas, tanto como un hombro donde llorar como un confidente al cual contarle las mayores de sus inseguridades y por otro... Estaba el líder de los siete misterios, el fantasma al que estaba unida aun sin haberlo querido en un inicio, el mismo que en más de una ocasión había salvado su pellejo y el mismo que le había demostrado que estaría dispuesto a hacer lo que fuera con tal de verla vivir.

Y esta situación ya llevaba bastante tiempo sin resolver, demasiado a decir verdad.

Si bien su corazón estaba en una encrucijada en cuanto a los pros y los contras de iniciar una relación con alguno de los dos, no podía extender por más tiempo su resolución. Ninguno de los dos lo merecía, ambos habían sido tan buenos con ella...

Por eso es que en ese momento sería honesta y elegiría a uno de los dos, incluso si eso suponía romper el corazón de alguien. Aunque, de eso a continuar esperando una respuesta que simple y sencillamente estaba alargando de más... creía que era una solución menos indolora.

Buscó por toda la academia luego de que el último de los alumnos se fuera, lo buscó como nunca antes había buscado a alguien.

Preguntó a los mokke, a los misterios e incluso a uno que otro pequeño ente que por ahí deambulaba, pero nadie sabía nada.

Con el corazón un poco roto y su resolución a punto de hacerse trizas es que llegó al árbol de Kodama, o lo que quedaba de él.

Y los vio, estaban ahí, hablando como si nada, riendo e incluso jugando entre ellos.

¿Quién era ella para romper una relación así?

Pero lo sabía, sabía que debía dar su respuesta, de lo contrario su mente y espíritu no estarían en paz.

Se les acercó, queriendo recordar y grabar por siempre ese momento de alegría inocente, antes de que las lágrimas y preguntas la inundaran.

Cuando sucedió.

No vio quien inició tampoco quién fue el que correspondió, simple y sencillamente los observó compartir un tierno beso seguido de una sonrisa cómplice.

¿Qué estaba pasando?

Con la faz pálida y un sin fin de preguntas, decidió romper la carta de confesión que había preparado para ese día. En su alma una bifurcación con la profundidad del Gran Cañón se abría paso.

Ahora debía decidir entre seguir soltera el resto de sus días o intentar mejor suerte en su próxima vida.