Muy probablemente aquello que los había llevado a esa situación era el simple y pequeño hecho de que la albina no sabía contener su lado más curioso, así como que continuara demandando por respuestas que, siendo honestos, ni siquiera debían ser de su interés.
Era por eso que el espíritu que acechaba el tercer cubículo del baño de mujeres en el viejo edificio de Kamome, había llegado a su límite.
Ciertamente la insistencia de la oji rubí era lo último con lo que quería lidiar luego de semejante escena. Pues no todos los días te reencuentras con el espíritu de la persona a la que asesinaste.
La presión del momento, el conjunto de emociones contrariadas carcomiéndole las entrañas, así como los flashbacks de un pasado que era mejor mantener oculto en lo más profundo de su alma, lo habían llevado a ese estado de trance en el que su cuerpo no hacía más que moverse en automático, repitiendo la escena que lo había llevado a convertirse en un asesino.
¿Cómo no iba a recordar algo tan decisivo en su existencia?
La carga de lidiar con su reflejo humanizado había desaparecido, aunque el peso de su consciencia fuera mucho más grande y terminara por derrumbar al pequeño cuerpo del puberto.
Eso, y saber que ahora la esencia de su hermano menor andaba merodeando por su cárcel eterna, eran simplemente la gota que había derramado el vaso. Necesitaba liberarse nuevamente de todo eso, de sacar de su pecho aquello que tantas veces le había hecho querer gritar hasta que su garganta sangrara.
No obstante, su mente no le permitía encontrar otra manera de sacar a flote todo su malestar mas que mantener a la joven bajo él en su lugar; presionando sus muñecas con una fuerza que rozaba el borde del dolor, así como en admirar, incluso detrás de las lágrimas acumuladas en sus ojos, el rostro de horror y sorpresa en la que ahora era la suplente de su hermano.
La escena era distinta.
El cielo estaba a plena vista, era una chica la que mantenía por debajo de su cuerpo, no había arma alguna y sus motivos diferían de los originales, pues ahora su único objetivo era hacerle comprender lo mucho que le dolía recordar toda esa situación. Compartir su dolor, hacerle sentir lo mismo que él había sentido en esa ocasión.
Vergüenza.
Impotencia.
Terror.
Asco.
Dolor.
Como deseaba hacerle sentir en carne propia la humillación a la que había sido sometido tantas veces, y corromper su inocencia de la misma manera en que su hermano menor había hecho con él. Lo último que le quedaba de raciocinio lo hizo llegar a la conclusión de que lo mejor sería llevarla al punto de no retorno. Tal y cómo le había sucedido.
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que faltaba poco para que la oscuridad de la noche cubriera el firmamento. Muy probablemente el par de exorcistas ya se habrían retirado y las demás apariciones estarían demasiado ocupadas recorriendo sus territorios, buscando apariciones más pequeñas para devorar o protegiendo sus dominios.
Estaban solos.
Con una sonrisa en el rostro y una simple frase el vestuario de la joven fue removido así como el suyo.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había visto su cuerpo desnudo?
Prefería no recordarlo.
Pudo encontrar justo lo que deseaba en ese par de irises que miraban a todos lados, en búsqueda de algo o alguien que pudiera ayudarla. Una mirada indefensa y de absoluto pavor.
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One-shots
FanfictionCreo que el título habla por sí mismo, ¿no? *La obra original JSHK/TBHK pertenece a Aida/Iro*