Capítulo 25

1.7K 82 12
                                    

Eran las cinco de la mañana y yo ya estaba preparada para despedirme de Paddy, la única despierta.

Había pasado una muy mala noche por eso había decidido vestirme y dirigirme ya al aeropuerto aun sabiendo que mi vuelo salía al mediodía. Me movía por instintos, como si alguien me controlara, no era consciente de nada.

-Te quiero mucho, Lara-Se sinceró Paddy- Ya verás como pronto pasa el dolor que tienes aquí-Me señaló el corazón- Ahora, tienes que darle tiempo y fuerza.

Asentí.

-Céntrate en ti y llámanos siempre-Siguió Paddy y seguidamente me abrazó entre sus brazos y me colmó a besos.

La iba a echar mucho de menos, igual que a todas las chicas porque se habían convertido en un gran pedestal en mi vida.

-Te quiero mucho Paddy-Le dije en el oído- Lo siento por todo, siento ser así, solo traer problemas-Dije rota en llanto.

-No digas mentiras, anda-Me dijo Paddy enfadada- Eres una niña de luz y pronto te darás cuenta-Me dijo Paddy dejando un sonoro beso en mi mejilla.

Me giré y me subí al taxi mientras las lágrimas caían por mis mejillas y miraba a Paddy despedirse de mí lanzándome besos. Me hundí en el asiento del taxi y lloré en silencio mientras escuchaba música y chocaba con las miradas de preocupación del conductor.

Eran las nueve de la mañana, llevaba dos horas sentada en una cafetería junto a un café intacto que no había podido ni probarlo, tenía un nudo en el estómago y unas ganas de llorar que no aguantaba más.

Miré a mi alrededor, gente dormida en los asientos vacíos y otros que aguantaban con un café en mano, gente feliz que caminaba alegremente, también gente aburrida que pasaba el tiempo mirando el móvil o leyendo un libro y gente triste y rota como yo.

Ahí me di cuenta, que la vida no paraba, solo había una y el tiempo no se podía parar para todos, aunque yo sintiese que me había quedado en la acera donde nuestros ojos se habían cruzado por última vez.

Abrí una libreta que encontré por el bolso y empecé a escribir todo lo que pasaba por mi mente, aquello que no se podía explicar, aquello que solo podía estar escrito en una hoja de papel.

Ya habían pasado dos horas, solo me quedaba una más para emprender mi vuelo a Ámsterdam y no sabía si estaba preparada.

Entré en un baño y me miré al espejo, marcas rojas por culpa de mis lágrimas recorrían gran parte de mi rostro. Simplemente me miré y cómo no me reconocí y tampoco es que tuviera la fuerza para hacerlo me lavé la cara y las manos y volví a salir.

.......................

El avión iba a despegar en breve, ya estaba cogiendo la velocidad necesaria para poder alzarse en el aire y mis nervios y miedos ya eran presentes en gran parte de mi estómago.

Me acordé de él.

De ese avión donde nos sentamos por primera vez juntos y le expliqué que me daba miedo el despegue y que minutos después no tardo en agarrarme de la mano, quitando mis miedos de una pincelada.

Ahora no había nadie, solo mi mano derecha apretando con fuerza la otra mientras el avión despegaba y dejaba una parte de mi detrás, otra vez, vacío.

Aterricé después de dos horas y media más o menos, me enfrentaba a una nueva vida a la que no estaba para nada preparada.

Seguí dejando que mi cabeza me guiará, recogí las maletas de la cinta, me subí al primer taxi que encontré, le di la dirección del apartamento al taxista, le envié un mensaje a Paddy y me hundí otra vez en el sillón incómodo del taxi. No podía respirar, el nudo en la garganta y la asfixia que había ido evolucionando mientras me había ido alejando de Madrid ya eran presentes en mí y yo, no sabía cómo sobrellevarlas.

Wabi Sabi (Pedri González)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora