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Christopher tocó el timbre y se acomodó el cabello, luego vio la hora

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Christopher tocó el timbre y se acomodó el cabello, luego vio la hora. A decir verdad estaba muy nervioso, obviamente que sí, cualquiera estaría así estando en una situación igual al que él estaba. No llegaría a casa diciendo que espera un hijo con Seungmin y que no tienen una relación. Iba a darse la vuelta e irse porque los nervios le ganaron, pero una pequeña de cabellos rizados abrió la puerta con una pijama amarilla y una muñeca en sus manos.

—Seung Ha, ¿qué te he dicho de abrir la puerta? —Anne reprendió a la niña alzando la mirada encontrándose con Chris.

—Un gusto volver a verla Anne —dijo Chan amablemente.

—¿Vienes a ver a Seungmin? —habló la mayor cargando a la pequeña. Por un momento Christopher se imaginó a sí mismo cargando a una pequeña niña de rizos chocolates y de ojos azules.

—Sí —afirmó—. ¿Ya se ha levantado de la cama?

—Ya estoy listo —habló Seungmin bajando rápido las escaleras. Chris se contuvo de ir y ayudarlo a bajar con sumo cuidado, pero se quedó quieto en su lugar. Desde que supo del embarazo del menor sus instintos protectores salieron.

—¿No se quedan a comer? —preguntó Anne—. Preparé algo rico.

—No mamá, vamos a salir —dijo Seungmin tomando su celular junto a su cartera—. Al rato volvemos.

—Si no nos matan —murmuró Chan.

Hace algunos minutos llegaron a la casa del rizado, pero Christopher quería esperar unos minutos antes de entrar, porque estaba demasiado nervioso en esos instantes. Ya era mayor de edad, pero tenía miedo en decírselo a su familia. Esto le hacía recordar cuando iba a salir del closet por la manera en que en ese momento que iba a hacerlo. Sus manos sudaban y se apretaba las piernas para darse ánimo, en la forma en que su corazón empezó a latir de forma rápida, en el nudo que se formó en la boca de su estómago y como a la mitad de su discurso de echó a llorar, pero al fin de cuentas todo terminó bien, más que bien, sus padres lo habían aceptado, le habían dicho lo orgullosos que estaban de él, y que más que nada, que lo amaban a pesar de todo.

—Cobarde —dijo el castaño cuando se hartó del silencio que Christopher había creado. Miró a Seungmin sorprendido.

—¿A mí me lo estás diciendo? —el rizado preguntó.

—Claro que sí —exclamó—. Vamos Chris, eres valiente, no te da miedo decir lo que piensas o cuando no estás de acuerdo con algo o cuando algo te molesta —respondió—. Aún recuerdo cuando llevé unos pantalones que me marcaban el trasero y ese día me susurraste que ese pantalón hacía un trabajo estupendo con mis glúteos.

—En realidad lo hacían y jamás lo volviste a llevar —sonrió—. ¿¡Cómo te atreviste a dejar de usarlas!?

El castaño sonrió y soltó una carcajada. Lo hizo porque ese día cuando le dijo aquello, imaginó un montón de escenas con el rizado y tuvo miedo por eso, pero ahora quería volver a usarlas.

—Chan, me muero de hambre no desayuné —lloriqueó saliéndose del coche—. Creo que voy a vomitar.

Se recargó en el auto y cerró los ojos tratando de no pensar en eso y hacer que se vayan las ganas de vomitar. El rizado salió del auto cerrando la puerta y caminó hacia Seungmin preocupado.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Christopher.

—¡No estúpido! —gritó molesto.

—Baja la voz —se acercó a Seungmin, este alzó la vista mirando al mayor.

—Ya no quiero entrar. ¿¡Y si vomito adentro!? —chilló cuando la escena pasó por su cabeza, no quería pasar vergüenza—. Christopher, ya no quiero entrar, llévame a casa.

—Te diré algo —dijo Chan con la cara seria.

—¿Qué cosa?

—Si no entras en este instante a esa casa —hizo una pequeña pausa—. Te besaré aquí mismo.

Seungmin abrió la boca sorprendido y luego la cerró para caminar rápidamente hasta estar en la puerta de aquella casa. Chris sonrió satisfecho y caminó hasta estar los dos en frente de la puerta de aquel bonito hogar.

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𝗨𝗻𝗮 𝗹𝗹𝗲𝗴𝗮𝗱𝗮 𝗶𝗻𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗱𝗮 | 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐌𝐈𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora