IV

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Wednesday abrió los ojos. La tenue luz del sol bajo un cielo nublado se asomaba tras sus cortinas negras. Se quedó contemplando el techo de madera oscurecida por la humedad y respiró profundamente, llenando sus pulmones de aquel aroma tan familiar. La puerta de su habitación sonó con un apagado golpeteo.

-Adelante, Dedos.

Se escuchó la manija girar ruidosamente, un golpe seco y el rechinar de la puerta al abrirse. Dedos entró a la aún oscura habitación e hizo señas a Wednesday indicándole que el desayuno estaba listo.

-Gracias. Bajo en un momento.

Dedos dejó la habitación y Wednesday se sentó en la cama. Ella nunca bostezaba, nunca se estiraba, nunca sentía la necesidad de aquellos gestos tan comunes entre la gente después de un largo descanso. Para la chica Addams, dormir no era un descanso, sino simplemente una prueba gratis del mortal futuro que ella disfrutaba con sinceridad. Wednesday no solía soñar, sin embargo esa noche...

Soltó el aire y se puso de pie. Tomó del armario una ligera bata negra, se puso los zapatos y salió al pasillo. Su hermano Pugsley salía al mismo tiempo que ella. El menor le dirigió una breve sonrisa y se adelantó con Dedos hacia abajo. La chica cerró con cuidado y se encaminó tras ellos, no sin antes echar un breve vistazo a la habitación que antes había compartido con su hermano menor. Todo seguía como antes, incluyendo la colección de armas de filo en la pared que juntos habían disfrutado por tantos años. Pugsley había sido en toda su vida la única persona con quien se permitía tener muestras de "afecto" que se reflejaban en un instinto protector más o menos evidente, aunque la mayoría de las veces, la gente solía pensar que era solamente el egoísmo de Wednesday para evitar que nadie, excepto ella, pudiera hacer daño al menor de los Addams. Cerró también la puerta de aquella habitación y caminó rumbo a las escaleras, con el sonido de sus zapatos contra la madera como única compañía. Mientras más se fue acercando hacia la cocina, más le llegó el ruido habitual de la familia desayunando.

-¡Mi pequeña araña! -exclamó su padre en cuanto la vio entrar. Morticia, su madre, se giró para verla y dedicarle una fría sonrisa, lo habitual en ella. Se sentó junto a Pugsley ante un plato de una sustancia viscosa y verde que su hermano ya engullía con apuro.

-¿Has dormido bien, querida? -preguntó su madre al sentarse frente a ella, con una copa de vino en la mano.

-Tan bien como puede dormir un alma que ha vuelto a la prisión del infierno -respondió ella.

Sus padres rieron ante el comentario y la abuela, tras dos grandes y humeantes ollas gigantes, exclamó un "conozco la sensación".

-¿Tienes algún plan para tu primer día de vuelta en casa, Wednesday? -inquirió su padre. Wednesday reflexionó por algunos instantes bajando la mirada y volvió a alzarla para responder.

-Si no les importa, me gustaría pasar la tarde en el cementerio. Tengo unos asuntos que analizar y me hará falta un lugar tranquilo y pacífico dónde hacerlo.

-Por supuesto, pequeño veneno mortal -concluyó su padre, sonriente.

-Algo te perturba, Wednesday. ¿Ese algo quizás lo puedas compartir con tu madre?

-No realmente. Hasta este momento, no he podido deleitarme con placeres tortuosos tanto como me gustaría. Prefiero por ahora reservarlo exclusivamente para mí, madre. -Como respuesta. Morticia asintió sin quitarle los ojos de encima y llevándose una mano a la barbilla al tiempo que alzaba una ceja.

Wednesday comió en silencio y al finalizar, se levantó de la mesa y subió nuevamente a su habitación. Después de darse una ducha y cambiarse de ropa, se sentó a la orilla de su cama ya arreglada por Lurch para trenzar su cabello. Mientras lo hacía, dio una rápida mirada hacia el buró, donde sabía que, dentro del cajón, descansaba apagado el teléfono. Terminó su trenza y se quedó con la mirada fija por un momento más. Sin embargo, se levantó, tomó un libro de la mesa de la entrada y se retiró, cerrando la puerta tras ella.

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora