VIII

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Enid Sinclair se agitaba en su cama, de vuelta a casa. Llovía y las gotas sonaban en la ventana. Una fiebre le estremecía el cuerpo, causándole dificultades para mantenerse despierta, por lo que entraba y salía de la conciencia cada cierto tiempo. Después de regresar con su madre, había empezado con aquel malestar. En el fondo de su mente, sabía que gran parte de ello se debía al hecho de tener que enfrentarse con la presencia de Ajax. Por suerte, cuando su padre la vio entrar en tal estado, consideró que lo más prudente era dejarla descansar, por lo que, no sin algo de dificultad, convenció a Ajax de que volviera a casa, prometiéndole mantenerlo al tanto del estado de salud de Enid. El chico, al final, se retiró meditabundo y preocupado, pero con un ligero alivio al saber que Enid estaba de vuelta y que se encontraba bien.

En su sueño irregular, Enid murmuraba palabras inconexas, aún cuando su mente se encontraba completamente despejada, encerrada en ese cuerpo enfermo. Cada vez que abría los ojos, se desorientaba imaginando esporádicamente que estaba de vuelta en Nevermore e intentaba levantarse para buscar a Wednesday. Entonces la veía inclinada sobre ella, murmurándole palabras de alivio y volviendo a recostarla, para luego besar su frente.

―No te vayas... ―murmuraba en su delirio ―Quédate...

El más preocupado era su padre. Con ojos entristecidos, permanecía a lado de la cama de su única hija, olfateando el aire, inundado de aquel olor que acompaña a los enfermos. En su pecho se agitaba un gemido apagado mientras veía a su cachorro en aquel estado. Más de una vez su madre se ofreció a cuidarla para que él descansara, pero el hombre se negaba rotundamente a dejar su posición de vigilante. Su madre, mientras tanto, se dedicó a salir de cacería con el resto de sus hijos.

En la soledad de la cabaña, Enid deambulaba entre breves minutos de descanso profundo a repentinos escalofríos que la agitaban completamente. En esos momentos, su padre acercaba la frente a la de su hija y sin decir palabra le acariciaba el rostro hasta que ésta volvía a calmarse. Había momentos en los que, sin razón aparente, su hija lloraba en sueños. Un llanto que le rompía el corazón, inundado de un sufrimiento que no podía explicar.

―Enid hija ¿qué pasa? ―murmuraba suave su padre, rozándole la mejilla con los dedos ―estás en casa... estás a salvo.

―No- no te vayas...

―Aquí estoy... aquí estoy, hija. No me iré a ningún lado.

Así, en ese estado agonizante, transcurrieron tres días. Y Enid no lograba mejorar. Ajax, incapaz de permanecer sin contacto con Enid por más tiempo, se presentó al día siguiente con un ramo de flores. La madre de Enid lo invitó a pasar, aunque no pudo evitar percibir en el ambiente la pesada atmósfera de tristeza que apagaba el humor de la manada. En silencio, subió las escaleras y tocó suavemente a la puerta.

―Adelante ―escuchó la voz del padre de la chica. Ajax abrió tímidamente la puerta y el hombre lo miró fijamente. Con un asentimiento lo invitó a pasar.

―¿Cómo sigue? ―preguntó Ajax.

―Igual... ―el padre volvió la mirada a la niña ―no empeora, pero tampoco la veo mejorar... es como si no quisiera hacerlo.

Ajax guardó silencio, quedándose a un lado de Enid, con su mano sobre la rodilla de la chica. Se sentía terriblemente culpable al verla así.

―Es mi culpa... ―dijo finalmente. El padre de Enid lo miró ―Ella estuvo tan rara los últimos días y yo yo no dejaba de presionarla para que me dijera qué era lo que ocurría. Esa noche en el auto yo volví a sacar el tema y-

Pero el padre de Enid lo interrumpió.

―No, no es tu culpa. Así pasa con nosotros los licántropos. Solamente que Enid es una cachorra es más vulnerable a las enfermedades post-transformación. ―Tocó la frente de su hija quien, en ese momento, dormía profundamente ―Es cierto que influye mucho lo que esté viviendo, pero la veo aquí y no me imagino qué podría ser tan grande para tenerla así. Y no me lo tomes a mal, hijo, pero sea lo que sea que esa mente está viviendo justo ahora ―dijo mientras apartaba un mechón de cabello del rostro de la niña ―me temo que va mucho más allá de ti.

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―Wednesday... ―Pugsley se asomó al cuarto de la chica, quien se encontraba aún en su cama. ―¿Estás bien?

Wednesday no respondió. En vez de su posición habitual, le daba la espalda a la puerta. Completamente despierta, dejaba caer grandes lágrimas por su rostro, silenciosa. En su mano se encontraba el teléfono que, muy a su pesar, no podía soltar.

―Pugsley ―escuchó la voz de su madre ―ven. Wednesday necesita vivir esta oscuridad por sí sola. ―Los pasos de su hermano le indicaron su salida, pero poco después sintió el movimiento del colchó mientras Morticia se sentaba a su lado. Con delicadeza, movió una trenza para acomodarla. Sin decirle nada, permaneció unos minutos a su lado, acariciando su negro cabello mientras las gotas continuaban su descenso. La habitación en penumbras albergaba una tristeza irreal. Después de un rato, Morticia se inclinó sobre el rostro de su hija y le dio un beso casi imperceptible, pero profundamente maternal. Cuando se disponía a levantarse, Wednesday le atrapó la mano en un movimiento indetectable. Morticia sonrió tristemente y volvió a sentarse para permanecer otro largo rato a su lado. No se dijeron nada.

Varias horas después, cuando cayó la noche, la lluvia volvió con ella. Era como si, sabiendo el estado de ánimo de Wednesday, no quisiera desaparecer. La pelinegra, escuchando el silencio que habitaba la casa, se movió finalmente de su posición y caminó hacia la ventana, quedando de frente ante la lluvia iluminada por la luna. Sentía el frío rastro que las lágrimas habían dejado en su piel y volvió a mirar la pantalla del aparato. Al no obtener alguna señal de Enid, Wednesday había dado por hecho que se encontraba tan confundida como ella y que su último mensaje no había hecho más que agravar la situación. Se reprochaba haber sido tan cortante con Enid, la única persona con la que se había permitido dejar al corazón hacer su trabajo. Se envolvía en la culpa y el arrepentimiento, pero incapaz de echar mano de experiencia alguna en estas situaciones, no podía hallar alguna forma de proceder. Derrotada en una problemática que la superaba, se sentó de espaldas a la ventana y abrazó sus rodillas. Así la encontró la mañana.

Cuando transcurrieron dos días más y seguía sin saber de Enid, se hundió más en la locura que la embargaba. Al tercer día, fue Dedos quien se aventuró a acercarse. Su padre también se había asomado en algún momento por la puerta y Wednesday sólo había escuchado un murmullo bajo, "cariño mío..." antes de que la puerta volviera a cerrarse. Contrario a lo que podría pensarse, todos los Addams estaban haciendo justo lo que Wednesday necesitaba, vivir su pena en privacidad. La única a quien permitía acercarse era a su madre. El día en que Dedos entró, permaneció colocado sobre la mano de la chica un largo rato, queriendo transmitirle solamente su presencia en el sufrimiento que vivía. Se mantuvo así mientras el llanto volvía a presentarse y se mantuvo así mientras, finalmente, la chica dejó una grabación en una llamada que no tuvo quién la recibiera. Luego de aquello, Wednesday escribió un mensaje.

"He pensado en tu oferta. Si aún sigue en pie, me gustaría tomarte la palabra. Esta es mi dirección."

La respuesta no tardó en llegar, Wednesday la leyó antes de apagar el teléfono.

"Hola, Wednesday. ¡Estupendo! Entonces mañana por la tarde nos vemos. Te encantará Rumania. Y creo que le agradarás a mi padre. X"

Después de escuchar la lluvia en la ventana por un rato, Wednesday logró dormir, sintiéndose acompañada con el contacto de Dedos, totalmente agotada en lo profundo de su desconsolado corazón.

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En un buzón de voz que no llegaba a ningún dispositivo, un mensaje esperaba ser escuchado.

Enid, yo- (suspiro) Temo no saber si me estoy equivocando... Estos días he vivido un infierno con cada minuto que pasa. Realmente pensé que lejos de ti sería más fácil comprender lo que hemos vivido últimamente... No sé cómo explicar de manera concisa que se me está rompiendo en pedazos el corazón al darme cuenta de lo difícil que he hecho las cosas para ti. De todos los seres humanos que merecen el perpetuo sufrimiento de la existencia, tú eres la excepción. Quisiera volver al dormitorio y encontrarte ahí y decirte que... (silencio) que lo lamento. Lamento cualquier acción que te tiene ahora tan lejos de mí. Tú lo dijiste cuando volviste de tu estancia con Yoko. Tú y yo funcionamos. De una manera muy extraña, pero lo hacemos. Y no deberíamos, pero es así. Y me temo que al permitirme ceder a este sentimiento tan... primitivo... he roto esa amistad. Yo nunca- Enid, nunca he tenido con nadie lo que de cierta forma me forzaste a tener contigo. (risa triste) (silencio) Solamente llamaba para decirte que lo lamento. Lamento si mi debilidad te causa ahora cualquier tormento. No lo mereces. Por eso creo que lo mejor quizás sea que yo... (sollozo muy bajo). Adiós, Enid. Yo... te- (fin del mensaje)

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora