XI

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Wednesday evitaba a Enid. Y Enid se daba cuenta.

Desde aquella noche en que los había descubierto en la habitación al volver, Wednesday se había vuelto a cubrir con esa capa de frialdad que la caracterizaba. Por supuesto, nadie excepto Enid lo notó. Y aunque Dedos intentó disuadirla, no hubo mucho que hacer al respecto.

"Habla con ella..."

―Dedos, me parece bastante claro que no hay nada de qué hablar.

"Pero Wednesday..."

―Basta. Si no vas a apoyarme en esto, prefiero que tampoco me distraigas. Tengo en mente cosas más importantes.

Derrotado, Dedos se dejaba caer en el escritorio, tamborileando impaciente.

Enid, con el corazón adolorido, también intentaba hablar con Wednesday, pero cada vez que despertaba, la pelinegra ya se había ido y cada vez que intentaba permanecer despierta para encontrarse con ella, la vencía el sueño y no notaba en qué momento la chica volvía al dormitorio. Así que cada mañana no tenía más remedio que acercarse a la cama de Wednesday y percibir su aroma en la almohada. Entonces, una solitaria lágrima la vencía y Dedos salía a su encuentro para consolarla. Y aunque Ajax intentaba hacer su mejor esfuerzo por animar a la rubia, todo era inútil, pues la notaba inquieta e indiferente a sus palabras, sus abrazos o sus muestras de cariño. No se había puesto a pensar que estas actitudes se acentuaban en aquellos momentos en que los chicos compartían clase con Wednesday.

Al toparse ambas compañeras de habitación en un aula, la pelinegra actuaba con la misma indiferencia inicial y a Enid se le morían las palabras en la boca antes de ser capaz de expresarlas. Cuando se animaba a sacar el tema con aquella chica, bastaba una mirada de sus negros ojos para disuadirla y paralizarla en el intento. La pequeña y cálida chispa que había encendido en ellos el día de la muerte de Crackstone se había esfumado en aquel pozo oscuro de decepción y desdén.

Wednesday, por otro lado, se había enfocado de lleno a las colmenas con Eugene, quien, siendo Wednesday su única amiga, había aprendido perfectamente cómo identificar sus estados de humor que podían parecer invisibles ante un ojo no entrenado. Por lo tanto, la dejaba trabajar en silencio, siendo esa compañía silenciosa su forma de darle a su amiga el apoyo que, en ese momento, Wednesday no sabía que necesitaba, pero que agradecía con frías miradas y cortesías. Eugene le sonreía al verla llegar y al partir, sin esperar una sonrisa a cambio, pero sabiendo que Wednesday lo notaba.

Pero qué hacía Wednesday después del club de apicultura, era algo que ni Eugene ni Enid, ni siquiera Dedos, sabían por completo. Por mucho que Dedos intentara seguirla por las tardes, Wednesday tenía una especie de instinto de cazador mucho más afilado de lo que esperaba y lo dejaba atrás más rápido de lo que esperaba.

Frustrados, Dedos y Enid teorizaban respecto a las escapadas de la chica y deambulaban por los terrenos de la academia intentando encontrar un rastro que les diera alguna pista, pero nada parecía funcionar. Entonces Enid regresaba derrotada al vacío dormitorio, se tiraba en su cama y abrazaba la almohada donde Wednesday había pasado la noche con ella, inhalando su cada vez más leve aroma y llorando antes de quedarse dormida.

Dedos, aún con la angustia de ver a ambas chicas haciéndose tanto daño en el silencio, había jurado lealtad eterna a Wednesday, por lo que no intervenía más de lo que era necesario. Cuando Wednesday llegaba, en el oscuro y frío cobijo de la madrugada, encontraba a Dedos durmiendo en la almohada de Enid, muy cerca de su cabeza, como si hubiera ayudado a la chica a conciliar el sueño acariciando la rubia cabellera.

Muchas de aquellas madrugadas, la pelinegra entraba a la habitación en silencio, guardaba un par de cosas en su mochila y volvía a partir, no sin antes caminar indecisa hacia la cama de Enid, pero deteniéndose donde, anteriormente, había colocado la cinta en el suelo. Miraba entonces el rastro que aquella cinta había dejado en la madera y sentía un peso enorme en el corazón. Se iba cada vez que sentía que las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora