XII

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Wednesday Addams era una persona bastante simple dentro de su propia complejidad. Eternamente torturada con la realidad de saberse alienada del mundo, había decidido a temprana edad renunciar a cualquier emoción que pudiera hacer tambalear las edificaciones psicológicas que con esmero se construía día a día. Guiada por un sinsentido existencial, había comenzado a enfrascar su tiempo libre en la lectura de Sartre, Maquiavelo, Camus, Kierkegaard y Schopenhauer, construyendo una amalgama más o menos coherente entre todos estos pensadores. Por supuesto, influenciada por la vida de excluida que se permeaba en la mansión Addams, Wednesday se había saltado la parte de la vida en la que aprendía a invertir su tiempo en comprender y apreciar las emociones ajenas. En pocas palabras, Wednesday Addams estaba sola. Sola desde la infancia, sola dentro de su mente, sola entre sus libros, sola con sus pensamientos. Sola por voluntad.

No era, por tanto, de extrañarse que su prioridad siempre fuera cualquier ruta que apelara a su sentido de lógica y racionalidad, dejando en migajas cualquier otra alternativa, principalmente si involucraba el uso del corazón. Al crecer sin algún problema aparente en esta filosofía personal, ella realmente creía que las emociones humanas no eran más que un adorno inútil para el potencial individual. Claro, con compañeros como los que había tenido en sus colegios anteriores, a veces también dudaba de la existencia de un potencial ideal...

Cuando Wednesday Addams llegó por primera vez a Nevermore, aún pisaba con cada paso en la seguridad de sus propias creencias. La diferencia, claro está, es que en Nevermore, no todos le tenían miedo. Era difícil ser una excluida en una escuela llena de excluidos. Hasta ese momento, Wednesday Addams se dio cuenta de que la piedra fundamental que edificaba sus creencias se basaba en el miedo que infundía a otros. Consciente o inconscientemente, se había puesto fuera de peligro durante 15 largos años al evitar el factor social intimidando a la gente cercana a ella. Ahora, en Nevermore, se veía presa de la experimentación que el universo hacía con ella al empujar hacia su espacio personal a individuos como Xavier Thorpe, Larissa Weems, Bianca Barclay, Tyler Galpin y, por supuesto, Enid Sinclair.

Enid Sinclair. Ésta última era un punto y aparte de pies a cabeza. Armada con una paciencia implacable, una empatía de envidia y unas vibras de Golden retriever insoportables (según Wednesday), la chica había logrado soportar todas y cada una de las defensas de la chica Addams sin perder el encanto de sonrisa contra la que Wednesday no tenía arma alguna en su arsenal de sarcasmo. Sincera en sus intenciones y leal a su propio corazón Enid Sinclair ponía constantemente a prueba en su capacidad de herir a quien no lo merecía. Por lo tanto, en cada contacto que las chicas habían sostenido desde que se vieron por primera vez, Wednesday Addams no podía evitar suavizar cada vez más el tono de voz que usaba con la rubia, únicamente con ella.

El día en que Tyler las había hecho huir de la propiedad de los Gates, Wednesday había experimentado por primera vez una sensación de la que había leído en incontables volúmenes, pero que no había sido capaz de vivir en carne propia: miedo. No se sentía atemorizada ante la posibilidad de ser descubierta, ni a encontrarse de frente con el monstruo que tantos problemas había causado. Vaya, ni siquiera le atemorizaba la idea de morir despedazada, si llegaba a darse la situación. Pero en el momento en que se vio encerrada en aquel elevador para ropa con Enid Sinclair gimoteando de terror detrás de ella, sintió un vacío helado en el estómago y un extraño espesor en el aire que la obligaba a tomar bocanadas gigantes. Con todos los sentidos alerta, intentaba escuchar entre los gemidos de Enid y los latidos de su propio corazón acelerado en su cráneo cualquier señal que le indicara qué tan cerca se encontraban del peligro. En cuanto Tyler rasgó la delgada puerta de acero del elevador, asomando sus enrojecidos ojos, Wednesday sintió que podría en ese instante renunciar a todo lo que era y poseía con tal de que Enid Sinclair no estuviera ahí. En un instinto recién despertado, había estirado su delgado brazo en un gesto protector mientras esperaba a que algún hecho fortuito la obligara a dar el siguiente paso.

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora