XVI

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La puerta de la mansión Addams se abrió, interrumpiendo la conversación que mantenían Morticia y Wednesday mientras ésta última se preparaba para salir en busca de Enid. Ambas escucharon las voces alegres del resto de los Addams, que no tardaron en entrar a la misma sala donde se encontraba el par.

―¡Wednesday! ―celebraron, entusiasmados, Pugsley y el tío Fester ―¡Creí que seguías en Rumania! ―dijo el menor de los Addams. Pero su semblante se oscureció en cuanto percibieron el ambiente general de la estancia. Dedos, por su parte, al ver a Wednesday, corrió hacia ella, alegre, y trepó por su pierna hasta llegar a su hombro, donde intentaba fatalmente de decirle lo feliz que estaba de verla, pero la chica no lo miraba ―¿Qué ocurre? ―inquirió Fester, alternando su mirada entre Morticia y la chica.

Gómez, que había apenas intercambiado una mirada apasionada con su esposa y acostumbrado a las sensibles energías de las mujeres de su vida, había permanecido en silencio, atento. Aaron Zalz, oculto todo este tiempo en la sombra de una esquina, carraspeó, llamando la atención de todos los presentes.

―Procuremos que las explicaciones sean breves... a la chica le queda poco tiempo, señorita Addams. Si vamos a salir a rastrearla, es ahora. ―Sentenció, con voz misteriosa.

―¿Aaron? ¿Aaron Zalz? ―preguntó, incrédulo, Fester.

―Fester, viejo amigo... ―murmuró el hombre, con una sonrisa torcida en los labios. Con un grito de júbilo, los hombres se dieron un abrazo, más similar a una breve lucha, para concluir en un apretón de manos.

―Aaron y yo estuvimos juntos en el laboratorio en Berlín. ¡Qué maravillosos tiempos! ―como respuesta, Aaron guardó silencio, dejándolo continuar ―¿Qué pasó con la Dra. Itzheff Aquellas terapias de radiación eran particularmente largas contigo... ―dijo, sugestivo, el tío de Wednesday. El hombre, ligeramente turbado, volvió a carraspear y se alejó un poco de Fester, volviendo su mirada al resto de la familia. Wednesday, con el rostro inmutable, los miraba con frialdad.

―Si ya terminamos el romántico reencuentro... ―pero sus palabras fueron interrumpidas con el sonido de un auto derrapando en el empedrado exterior, seguido de un portazo, una breve pausa y luego los pasos pesados de Lurch, acompañado de un agitado Ajax.

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El padre de Enid corría con toda la velocidad de la que era capaz por el rumbo que sus heridos hijos habían indicado. Por suerte, todos ellos, aunque fuertemente heridos, se encontraban relativamente bien. Les indicó que volvieran atrás y se localizaran entre ellos, para que salieran de ahí. Aunque se opusieron al principio, bastó que el hombre alzara la voz para obtener obediencia inmediata, después de todo, era el alfa de aquella manada.

Ahora, con el rostro raspado por las ramas que lo rozaban descuidadamente a su paso, escuchaba su propia respiración acelerada y el dolor de sus piernas iba en aumento, indicándole que hacía ya muchos años que no era partícipe de una persecución / cacería de esta magnitud. Sacudió la cabeza para deshacerse de estas ideas y siguió corriendo, intentando atrapar alguna esencia, por más mínima que fuera, de su cachorra.

De pronto, como si se hubiera originado en la nada misma frente a él, el aroma finalmente apareció. Pero su estómago dio un vuelco en cuanto notó que lo que estaba oliendo era un hombre lobo... no había rastro de Enid en él. Un gimoteo angustioso se extendió por su pecho desde su corazón, sintió una heladez deslizándose desde la punta de sus pies hasta su cabeza con toda claridad y volvió a acelerar el paso, ésta vez con mayor fuerza. El dolor de las piernas, sorpresivamente, había desaparecido.

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¿Qué. Estás. Haciendo. Tú. Aquí? ―pudo apenas murmurar Wednesday entre sus dientes apretados. Toda la familia la miraba atentamente, pues su cuerpo rígido mantenía los puños apretados y de su mirada se desprendía un odio asesino.

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora