XV

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―¡Deja de correr, pequeño gusano! ―Se escuchó detrás de la puerta, seguido de algo similar a un gruñido y la voz de esfuerzo de una mujer de edad avanzada. Un instante después, la inmensa puerta negra se abrió lentamente, soltando un fuerte chillido. Ante los ojos de Murray Sinclair se extendió el lobby de la mansión Addams. La ancha escalera de madera se imponía frente a él, apenas iluminada por los candelabros y las velas de la pared, pues el día, completamente nublado, obstruía el paso de la luz natural por las empolvadas ventanas. ―¡Adelante, adelante! Deme sólo un segundo... ¡AJÁ! ―Un fuerte golpe se escuchó seguido de un chillido que el hombre no supo identificar. Un instante después, una mujer encorvada con toda la pinta de ser una bruja que lleva mucho tiempo eludiendo a la muerte entró por la derecha, donde, supuso el hombre, se encontraba algún tipo de sala, como alcanzaba a distinguir. De su hombro colgaba una bolsa de tela con un sospechoso líquido verde goteando de ella y en la otra mano llevaba un viejo bat. ―Ay, disculpa, querido. Nos atrapaste en medio de nuestro juego semanal. ―La sonrisa desdentada puso incómodo al hombre, quien se notaba bastante acelerado y, especialmente, cansado. ―Espero que no vengas a hablarnos de religión, aquí solamente escuchamos las voces de los oscuros fantasmas de nuestros antepasados... y uno que otro demonio ―dijo la anciana, guiñando un ojo.

El hombre, confundido, la miró por unos segundos, luego parpadeó rápidamente recordando a qué venía y buscó con la vista a la hija mayor. ―Yo... no. Yo vengo a buscar a... ¿aquí es la mansión Addams? ―Preguntó finalmente, volviendo a ver a la mujer, quien lo miraba con ojos astutos.

―¿Quién pregunta? ―respondió ésta y el hombre notó cómo aferraba el bat con más fuerza.

―Yo- s-soy Murray, el padre de Enid Sinclair... es compañera de Wednesday Addams...

―¡Ahhh, nuestro amadísimo tormento infernal! ―La abuela finalmente relajó el brazo, dejando caer el bat al suelo, que hizo un fuerte ruido ―Lo lamento, pero Wednesday no está en casa en este momento.

―Pe-pero... ¡¿dónde está?! ¿c-cómo puedo encontrarla?

―Mi hija está en Rumania ―la voz profunda y femenina de Morticia llegó hasta el hombre, quien se giró enseguida. Del ala izquierda de la casa, completamente a oscuras, surgía una sensual figura envuelta en un vestido negro. El padre de Enid la recordó de aquel día en Nevermore, con la visita de las familias ―¿En qué puedo ayudarle?

El hombre se acercó a ella, olvidándose de la anciana, que miraba, interesada, el encuentro.

―M-mi hija... mi hija menor, se llama Enid Sinclair, yo... ―al hombre lobo le costaba trabajo articular las palabras y Morticia notó entonces su desesperación ―Necesito ayuda de Wednesday para encontrarla... ―soltó finalmente.

Morticia lo miraba con profunda atención, sus ojos negros perforaban los ojos azules del hombre, notando su sinceridad y angustia. Su instinto entendió que la niña estaba en peligro.

―Hombre lobo, ¿no es así?

―S-sí. Mi hija también...

―Sígame.

Se encaminaron hacia la zona iluminada de la mansión, una habitación de apariencia decadente con una larga alfombra negra con un intrincado diseño en rojo y gris sobre el que reposaba una gran y firme mesa de madera oscura. Se sentaron uno junto al otro.

―Su hija desapareció. Dígame, ¿cómo puede mi hija ayudarlo?

―Y-yo... yo creo que si su hija me acompaña, E-Enid probablemente se... se deje encontrar...

―¿Y exactamente qué le hace sospechar eso, señor Sinclair?

―Porque... porque creo que mi hija está... enamorada de la suya.

Snap Twice | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora