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Bienvenido, mi Lord.

"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario".


— George Orwel.

     Una frase inspiradora, para una mujer con ideales diferentes a los de la comunidad. Está expresión es de Eric Arthur Blair, mejor conocido por el pseudónimo George Orwel; este hombre es uno de mis escritores favoritos, tiene novelas y escritos que me hacen navegar en un mundo de fantasías e ideas, que muchas veces te hacen tener un criterio propio, lo cual, no es muy bien visto en la sociedad actual.

     Pero no estamos aquí para hablar de lo que yo piense sobre nuestro entorno, todavía no es el momento para que les cuente de mí. Hay cosas más importantes que me han suprimido el deseo de dormir, pues hablo de usted señor Cooper, o mejor dicho "escritor sin apelativo".

     Este gran enigma a acechado mi conciencia toda la noche, no he podido cerrar los ojos en el transcurso de la madrugada pensando en usted, caballero. Es indecoroso mi comportamiento, señor, pero jamás he servido para ser una dama amante de los bailes y de tomar té. Siempre he sido una mujer de un amplio intelecto, que goza de una gran curiosidad, mi mayor defecto, si me lo pregunta.

     Me he prometido resolver esta incógnita y no pararé hasta saber por qué tiene tanto interés en mí, Cooper.

Ian Cooper.

     La soleada y repulsiva mañana del 25 de septiembre. Un día después de la muerte de mi pilar para vivir. Lástima que el día de hoy, lo compromisos sean extenuantes.

     Cada 25 de septiembre, para mí mala suerte, Lord Thomas visita a la familia Cooper y hacen una fiesta de bienvenida para toda la capital. Aborrezco este festejo que organiza mi familia, pero no puedo deshonrar mi apellido, por lo que es de suma importancia mi asistencia.

     Elijo un traje sencillo pero formal, unos buenos zapatos y una corbata negra; debo lucir "respetable" para mi madre, pues es su opinión la única que me importa.

     Antes de salir para este abominable encuentro, voy a pasar por la librería a dejar una carta para Michell, después de todo, puedo soportar a sus desagradables trabajadores por un instante.

Charlotte Williams.

     Empezó mi turno en la librería y no puedo dejar de pensar en esa carta, me parece terrorífico lo que puede significar, pero es intrigante saber quién la envió.

     En el transcurso de la mañana del 25 de septiembre, la cual está llena de sorpresas y grandes estampidas de lectores empedernidos, incógnitas surgen mientras trabajo. El señor Cooper, ¿Vendrá a dejar una carta el día de hoy? O ¿solo seguirá evadiendo enviarle manuscritos a su difunto para no tener que venir a verme?

     El narcisismo con el que hablo es impresionante, no puedo creer que piense que una pobre alma rota solo viene a verme a mí, y no a intentar desahogarse enviando cartas a un cadáver. Que insolente de mi parte.

     Me siento en el mostrador a esperar que los clientes necesiten de mi asistencia, miro la puerta de la librería y logro ver a ese hombre, nuevamente. Alto, con un sombrero cubriendo su vista, una bufanda tapando su rostro y un hermoso traje negro, acercándose a mí.

Cartas a un cadáver.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora