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¿Tinta o dolor?

     Me encuentro en un abismo de emociones, intentando identificar cuál me hace mal y cuál me ayuda a progresar. Intento encontrarme a mí mismo, pretendo volver a ser Ian Cooper y no un simple viudo que cabalga por las tinieblas del dolor.

     Me encuentro en un acertijo, al cual no hay respuesta. Tengo demasiadas hipótesis rodeando mi cabeza y grandes deseos inundando mi ser.

—¿Por qué debo amarte, Charlotte?— me preguntó repetidas veces a mí mismo. —¿Por qué tienes que ser tú la que me ayude a salir de este túnel? —

     No puedo encontrar un estudio que me haga entender porque mi corazón decidió amarte tan rápido. No sé si fue tú grandiosa belleza, inaudita inteligencia e insolente comportamiento el que me cautivo, pero puedo decirte que me ha tomado cada pizca de autocontrol no hacer un espectáculo de lo que mi mente desea, pero mi cuerpo no ejecuta.

     En esta gran travesía me he encontrado en la punta de la montaña y otras veces en la parte más baja. He intentado tener ánimos para seguir adelante, pero mis oscuros sentimientos se oponen a mis deseos de continuar.

     Me he repetido millones de veces que debo olvidarte, que debo aceptar la ausencia de tú cuerpo y de tus palabras, pero es imposible dejar de amarte.

     He conocido a otra chica, insolente, testaruda, pero muy insegura, que ha logrado cautivar mis pensamientos y pasmar mi cuerpo. Ella podrá darme amor, cariño y compañía, pero jamás ocupara el lugar que dejaste, nunca podré compartir los mismos deseos que tenía contigo, porque tú te has convertido en un simple espíritu que viaja por los cielos que me rodean.

     No sé si aquella fortuita conversación es la que ha hecho que mi cuerpo se conmueva, que mis pensamientos se lamenten y mi voz desaparezca.

     Me has hecho reflexionar, joven insolente. Haz logrado que una duda crezca en mí ser, ¿Debo elegir la tinta o el dolor? Debo sumir mis pensamientos en pequeñas hojas que adornan una historia y crean profundidad en la misma, que es acompañada por una hermosa tinta que refleja la sangre derramada por el autor y su gran sacrificio al escribir dicho manuscrito; o debería sumirme en mí dolor, intentar buscar escritos y frases con las que me sienta identificado, esperando que algún día pueda sanar aquella herida permanente en mí corazón.

     Es cierto lo que ella me ha dicho, he dejado mi pasión por un simple momento doloroso. No sé si tengo la valentía de volver a escribir, pues mi gran sufrimiento me ha detenido, cada vez que deseo poner palabras nuevas en aquel libro, mi tarea se hace exhaustiva ya que no sale nada de mí. Ruego que pueda sacar varias de mí alma y pueda plantearlas en aquel proyecto que he dejado en el olvido.

     Hay cosas que no saben de mí, cuando Michell falleció, al día siguiente me propuse una meta. Me obligue a escribir un libro que contará como es el duelo de un autor y los grandes momentos por los que pasa un ser sufriente.

     Hice un estudio exhaustivo, estudie mis conductas e intente plasmar todo en papel o, mejor dicho, en hermosas sábanas que cobijan mis sentimientos. Al principio del duelo, me encontraba en una gran negación, intentaba hacer una historia ficticia de tú muerte, Michell, imaginaba que seguías a mi lado, sobando mi hombro como cada madrugada en las que me observabas escribir.

     Prometí escribir cada fase, día y etapa de esta nueva vida sin ti, pero debo decir que no pude cumplir aquella promesa, me sumergí en el dolor y decidí enviarte cartas para compensar aquella promisión que deje en el olvido.

Cartas a un cadáver.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora