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La incógnita de tus palabras.

      Me encontraba aturdido, con mis manos esposadas y mi mente anhelando verte nuevamente, Charlotte. Mientras me dirigía a aquel tenebroso calabozo solo podía pensar en lo mucho que deseaba salir de aquí y permanecer a tu lado.

     No puedo creer que en solo meses has logrado compactar mi alma y reproducir tus iniciales en ella. Has incrustado parte de ti en este pedante ser.  Puedo decirte con total certeza que estoy empezando a amar tu sarcástica personalidad e intrigantes pensamientos.

     Siento que mi cuerpo ha sido encarcelado por quienes se hacen llamar "autoridad", pero mi mente está más libre que nunca.  La mayor condena que paga un autor es quedar atrapado en sus pensamientos, en el fracaso y en la cuna del estancamiento. Estar encarcelado unas horas en puro silencio no es mortificante, si me lo preguntan, es la terapia de inspiración más grande que le puedan regalar a mi ser.

     Cada sonido en este lugar es relevante para mí estadía. Cada paso que dan los habitantes de este oscuro mundo significa los lamentos de aquellos que, como yo, somos presos de nuestra libertad;  las marcas que quedan en el suelo son de las autoridades, aquellas que representan nuestra nación. Lastimosamente, no son más que simples huellas que hacen notar la ignorancia y mal uso del poder que poseen militares corruptos en la actualidad.

     Mientras mi cuerpo se posicione en este horrendo calabozo, mi mente volará cómo un pájaro por todo el universo, explorará nuevos mundos y vendrá con un conocimiento envidiable. La sabiduría me servirá en este encierro para marcar mis sentimientos y vivencias en la cuna que cubre mis letras, el papel.

Charlotte Williams.

     Querido Cooper, me encuentro haciendo lo imposible para sacarte de aquel miserable lugar. Mientras camino a la casa de tú madre solo puedo pensar en lo mucho que anhelo que salgas de ahí, el tenerte libre es la felicidad más grande que podría sentir mi ser.  Al llegar a la casa de tú progenitora, solo puedo imaginar la forma correcta en la que debería informarle lo sucedido, pero mi pena y angustia solo me exigen hablar rápidamente para salir a buscarte, caballero.

     Doy pequeños golpes en aquella humilde morada, esperando que tú madre salga y podamos resolver esta situación pacíficamente. Luego de algunos minutos de espera, una señora de servicio abre la puerta y me mira muy confundida.

— Buenas tardes, ¿Qué desea madame? — exclamó aquella mujer.

— ¿Esta la madre de Cooper? — dije, con una sonrisa.

— ¿La señora Ana? — preguntó está empleada con mucha amabilidad.

— Si, señorita.

— Pase, la llamaré en un segundo.

     Entro a esta casa nuevamente, millones de recuerdos se posicionan en mi mente. Aquel hermoso baile al que Cooper y yo asistimos, esa pequeña charla que tuvimos y todo lo que desencadenó. Mientras miro a mi alrededor escucho pasos acercarse, al levantar mi mirada era la madre de Cooper quién bajaba aquellas hermosas escaleras.

— Buenas tarde Charlotte. — exclamó Ana con una sonrisa en su rostro.

— Buenas tardes señora. — respondí mientras hacía una reverencia.

Cartas a un cadáver.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora